Teatro en Asunción: Dos noches, dos obras

Por Mirna Robles Armoa

Fueron el lunes 2 y el martes 3 de la semana pasada.

Algo de Ricardo (o historia de un Jabalí), el lunes.

Las densas, el martes.

Coincidentemente, leí un artículo de una persona que también vio y reseñó ambas obras. Qué coincidencia. Venía postergando la escritura, esto me motiva. Amo las coincidencias.

Noche 1

Este año me encuentro particularmente distante del teatro. Algo de Ricardo es la primera obra a la que voy. Fue una buena decisión.

Todos los comentarios que vi en algún momento eran completos halagos a la obra. Acudí, sin embargo, sin grandes expectativas.

Primer punto. El verso difícil contra el texto comprensible y/o viceversa. Una primera jugada elegante de la puesta plantea que es necesario que el texto llegue al público, que pueda ser asimilado, masticado, deglutido. No plantea un texto simple en sí, pero propone que lo importante es hacer llegar la historia, una historia, contar. Con este gesto, que es más que gesto, dado que deviene contenido sostenido de la obra, el contar se expone como ejercicio central del acto (en cuanto acción) teatral. El contar como ejercicio completo donde la palabra, el desplazamiento escénico, el movimiento y las expresiones del cuerpo se articulan para comunicar al espectador. Valoro la intención porque concentrarse en contar implica considerar al espectador como digno de atención, digno de recibir un relato asimilable.

Así, la historia original escrita por Shakespeare es vehículo, como motivo propio y como excusa para contar este relato y otros relatos. Y aunque parezca obvio que el acto teatral se sostiene también en el contar, aquí se destaca la actualización del relato para volverlo asimilable en una época y lugar.

Segundo punto. La actuación que comunica. Jorge Báez se desplaza de un lado a otro, nos habla, nos interpela, nos conduce a emociones íntimas, nos lleva a situaciones colectivas. Va de la exclamación a la intimación, comenta, se exalta, se conmueve, reflexiona, se burla. Mas, en todo momento, no deja de dirigirse al público. Siempre nos está hablando, nos está contando. Da igual que pose o no su mirada sobre uno, Jorge articula el texto bien pensado de su parlamento y nos lo acerca de modo que lo sentimos cerca y en diálogo siempre. Aunque se exalte por momentos, aunque se burle y grite en ocasiones, sabe hallar Jorge (o Ricardo, más bien) el punto justo en el que lo exagerado no sabe a sobreactuación simplona, nos mantiene a su lado, logra que pese a los momentáneos sobresaltos lo podamos seguir y sentir, en medio de la farsa y la parodia, en un decir auténtico. Versátil, amable y sin excesos innecesarios es la actuación de Jorge.

Tercer punto. El escenario bien administrado. Que podría decirse y no escenografía, puesto que se amplía un poco más en la disposición misma de la locación para la obra. Desde la entrada, donde nos encontramos con una instalación de libros y frases, hasta la escenografía propiamente escénica (aunque suene redundante, distinguiéndola del todo y considerando al todo como La escenografía), las instalaciones y ambientación del edificio del Archivo Nacional son convenientemente aprovechadas y aportan armonía al relato escénico. Es destacable en este aspecto y en la utilización de las luces la dirección de arte a cargo de Fabián Da Silva.

Cuarto punto. El relato, los relatos. Que a través de un relato anterior se cuenten otros relatos no es algo nuevo, pero, al igual que con cualquier recurso, depende de su uso para sacarle buen provecho. En Algo de Ricardo asistimos al relato acerca de un personaje, que es y no es el personaje de Shakespeare. Que es también un personaje actual y que es a la vez como una voz reflexiva del teatro nacional, de lo que vemos y de lo que no vemos de ese hacer teatro, de sus problemas reales y de sus actores (en todos los sentidos de la palabra). Es también un relato de nuestro tiempo, donde la voz reflexiva a veces nos muestra postales de un nacionalismo artificial o el lugar del arte en relación a lo institucional ante el ímpetu (o la fuerza motivadora) de la creación. Y este relato, como ya lo dijera, viene desarrollado textualmente de manera inteligente, interpretado de manera dialogal y amable por el actor, sin que para ello huya de condimentos como el sarcasmo y el humor.

Noche 2

Algún tipo de récord reciente de seguro que está batiendo Las densas con estar en escena como dos meses seguidos y recibir (también) una cantidad importante de buenas críticas. Con el primer hecho tiene mucho que ver que la obra se presente en Sala Piloto, un teatrillo inaugurado este año, de capacidad muy limitada. Con lo segundo, lo estaba por ver.

Punto uno. Esta es una obra distinta.

Desde el inicio te das cuenta de que lo que va plantear esta obra, su forma de presentarse y de comunicar al público, no será convencional. Con esto me encuentro en un lugar algo ambiguo. Pensaba, mientras veía la obra, en hasta qué punto es necesario contar de manera disruptiva. Puede que no exista detrás una necesidad, pero sí un motivo. Hablar de aquello de lo que no se quiere hablar, denunciar, explicitar.

Algo que se enuncia en la obra, de diversas maneras, es que es una obra políticamente jugada. Sin tibiezas, sin eufemismos textuales, con alegorías visuales y escénicas. Juega un poco con la realidad, como se vale hacerlo en cualquier obra de arte. El humor y el morbo caricaturizado son adoptados para un decir politizado. El contar disruptivo en la obra no es una necesidad, es una elección.

Punto dos. ¿Es denso ver Las densas?

Ver la obra me hacía pensar varias cosas. En si la dictadura nos dejó este legado de asumir que todo lo que tenga que ver con política es complicado y problemático o si es una concepción más general. En si es posible distinguir entre ingenuidades y radicalismos políticos (¿lo que asumimos radical, no es muchas veces ingenuo, o lo que asumimos ingenuo muchas veces radical?). En si existe realmente un límite en las formas de plantearse hacer política.

Siento que, contrariamente a lo que plantea el nombre con respecto a la densidad, la obra nos ofrece un escenario lúdico desde donde poder pensar nuestro tiempo y pensarnos como militantes en el intervenir sobre los hechos (políticos, quienes nos asumimos tal). Mirarnos como caricatura nos permite distanciarnos un poco, observar prácticas más allá del bien y del mal.

Las actrices Paola Ferraro y Panambi Scalamogna entrecruzan historias de vida (ficticias o no, poco importa) con mensajes y denuncias políticas de una manera tan directa que queda la sensación, algo confusa, de si nos encontramos ante un relato y personajes extremadamente ingenuos o si la ingenuidad es la de nuestras cabezas en querer caratular todo bajo rótulos y divisiones.

Sin spoilear, basta con decir que el amor y la ternura forman parte del relato, de una manera juguetona que logra, al cierre, ofrecer un punto de fuga colorido y hermoso.

Como lo enuncian varias veces, del revés, por qué lo que el teatro no puede usarse para hablar de política, y por qué lo que hablar de política tiene que ser aburrido o denso o problemático.

Noche 3 o noche 8

Siento que entre Algo de Ricardo y Las densas hay conexiones, aunque no parezca haberlas. La primera se presenta desde la forma “tradicional” de hacer teatro, aunque en el discurso interpele y cuestione. La segunda pretende contrariar las formas tradicionales de hacer teatro.

Las densas se presenta como una obra política, lo anuncia a los gritos. Algo de Ricardo no asume una postura explícita (otra vez, aunque en el discurso interpele y cuestione).

En ambos casos, me quedo con la percepción de haber asistido a presentaciones escénicas de contenido político. Invoco aquí a Ranciere, que dice: “el arte consiste en construir espacios y relaciones para reconfigurar, material y simbólicamente, el territorio común”.

Él sostiene que en la obra de arte, cuando es tal, no existe una contraposición entre lo político y lo no político, puesto que en su seno coexiste esta disputa, la que no se resuelve en sí misma sino en lo que se genera en la relación de la obra con el o los espectadores: “(el arte) No es político tampoco por la forma en que representa las estructuras de la sociedad, los conflictos o las identidades de los grupos sociales. Es político por la distancia misma que guarda con relación a estas funciones, por el tipo de tiempo y de espacio que establece, por la manera en que divide ese tiempo y puebla ese espacio”(*).

Este es un aspecto en común entre ambas obras, el de generar un territorio común con los espectadores donde se plantean y reconfiguran sentidos. Le agregaría que en ambas obras, además, se plantean los supuestos y cuestionamientos ‘desde’ un territorio (espacio-tiempo) específico, localizado, un carácter que desde mi perspectiva puede también bastar para ser considerado político.

Para Ranciere, el arte, cuando es tal, es inevitablemente político: “Esto quiere decir que arte y política no son dos realidades permanentes y separadas de las que se trataría de preguntarse si deben ser puestas en relación. Son dos formas de división de lo sensible dependientes, tanto una como otra, de un régimen específico de identificación”.

Con respecto a la aparente oposición discursiva entre Algo de Ricardo y Las Densas con relación al decir politizado, y trayendo a colación lo que sugiere Ranciere, me pregunto, ¿cuándo, bajo qué parámetros consideramos que un relato se encuentra politizado o tiene contenido político? No lo planteo aquí para determinar esos parámetros, sino precisamente para cuestionarnos los lugares en los que, muchas veces, buscamos delimitar y separar formas y conceptos cuando puede bastar con recibir y dejarse sentir el relato.

Me cuestiono en los mismo términos con respecto a mi duda sobre la necesidad de un relato disruptivo. Pienso, ¿de qué forma es posible establecer cuándo un relato es disruptivo ante una realidad que de por sí se sale de las casillas de lo que se podría considerar lo normal? ¿No es Paraguay en sí mismo (sus actores y  aconteceres políticos, con más énfasis) un relato disruptivo? ¿O es eso mismo, más bien, lo que las actrices quieren mostrarnos en la obra?

Otro aspecto en común entre ambas obras es el tiempo que llevan en escena. En Asunción se presentan montón de obras de teatro con muy pocas puestas al público, lo que no permite que maduren en escena y limita el acceso. Varios son los factores para que así sea, es seguro, pero me hace pensar en lo bueno que sería que más obras tengan la posibilidad de sostenerse por más tiempo para el público.

La Densas sigue con otra puesta hoy martes. Esperemos que Algo de Ricardo vuelva a escena. Vale la pena ver ambas obras.

*Citas de «Sobre políticas estéticas», Jacques Ranciere. 2005

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