Superar los manicomios, una experiencia en Río Negro en el sur argentino

Aquí una entrevista sobre el modelo rionegrino en salud mental comunitaria donde sus responsables proponen: “Sostener y sostener para ayudar a que pierdan el miedo a lo desconocido”

Por Agustín Barúa Caffarena*

¿Es posible sustituir los manicomios? ¿La salud mental puede construirse desde la libertad y los derechos? Sandra Caccavo y Melinda Piantanida son psicólogas de diferentes generaciones que trabajan en el hospital de El Bolsón (Provincia de Río Negro, Argentina) donde, desde los 90, se construye ese modelo, el de la desmanicomialización. En esta entrevista en la Patagonia nos lo cuentan.

E´a:  El eje de esta charla es la historia y la contemporaneidad del modelo rionegrino en políticas públicas de salud mental, ¿pueden introducir qué decimos cuando hablamos de ese modelo?

Sandra: Básicamente, entiendo y siento que cuando hablamos del modelo, hablamos de personas. Y que no queremos más que las personas sean institucionalizadas. No queremos más que exista el manicomio; no queremos más que las problemáticas de salud mental sean segregadas y marginadas en una institución porque consideramos que no es una respuesta sanitaria para la persona que tiene sufrimiento mental. El objetivo es que se la atienda en su lugar de origen, en su comunidad y en el contexto donde la persona vive.

Melinda: También entendiendo el derecho de todas las personas a estar en comunidad y a sanar en comunidad. Y ser acompañados por su comunidad en ese proceso de enfermedad, atención y cuidados; que sea en la comunidad y con la comunidad.

E´a: ¿En que se inspiró esta postura? ¿Qué vino antes?  ¿Qué detonó?

Sandra: Cuando hablamos del proceso de desmanicomialización en Argentina, lo que señalamos es que empieza a pensarse en el año 83 cuando vuelve la democracia.

E´a: O sea ¿hay una marca del fin dictatorial para que esto pueda surgir, no es casualidad?

Sandra: No es casualidad y creo que eso fue muy importante porque todo lo que estaba relacionado con los psicólogos, psiquiatras y todas las personas que se dedicaban a lo social fueron muy perseguidas por el proceso militar; y otras tantas, desarraigadas del país. Fue una explosión de ideas. Bueno, ahora podemos pensar, ahora podemos expresarnos.

Si vos lees la letra de la ley rionegrina (no la nacional) no está tan redactada en términos de derechos de las personas. Eso fue tomando cuerpo después. Todos los que estábamos en el área de la salud mental empezamos a canalizar el pensar los derechos humanos de las personas que tienen sufrimiento mental. y de ahí se junta con que no podemos permitir que haya personas viviendo en los términos que propone una institución manicomial.

Melinda: Y ahí es que en el 89 se cierra Allen, el último neurosiquiátrico que hubo en la provincia de Río Negro. Y un par de años después se abre la residencia interdisciplinaria de salud mental comunitaria con la necesidad de pensar la formación de profesionales para acompañar el proceso de desmanicomialización, y este camino que aún hoy lo seguimos construyendo.

E´a: ¿Esa residencia fue una de las primeras en Argentina?

Melinda: Interdisciplinaria, sí. Que realmente tenga varias profesiones y todas unificadas con la misma formación en servicio, que eso suele ser lo más novedoso también del sistema formativo de Río Negro. La residencia de 3 años no es tan teórica como práctica y centrada en la tarea cotidiana, salir a la comunidad, trabajar con operadores de salud mental comunitaria.

E´a: ¿Cómo resumirían el proceso de estas décadas?

Sandra: Primero fue todo el proceso de deshabitar el neurosiquiátrico de Allen, entre el 87 y el 90. Para poder hacer eso nosotros necesitábamos, como provincia, tener servicios de salud mental en los hospitales generales. Cuando pensamos el programa imaginamos equipos en los 35 hospitales de la provincia, pero en ese momento había personas psi trabajando aisladamente en algunos hospitales, en los más grandes. La lógica fue: si queremos que las personas salgan del siquiátrico y vuelvan a su localidad, debe haber algún equipo o referente de salud mental para poder recibirlo en esa comunidad, trabajarlo en la comunidad hospitalaria, Trabajar con los vecinos y con la familia. Esto llevo un tiempo largo.

Melinda Piantanida y Sandra Caccavo.

E´a: En Trieste, decía un triestino que los dos factores decisivos para que la reforma funcione fueron: un grupo de profesionales decididos (técnica y políticamente) y un movimiento de personas usuarias y familiares decididos a que no exista más manicomio. ¿Qué les dio la fuerza política para superar el modelo manicomial y fundar este modelo en ese momento? ¿Sobre qué se sostuvieron?

Sandra: Fue un momento de Argentina en el que estaba un Ministro de salud afín; un director de salud mental que coincidía con esto y una persona que le dijo sí yo quiero esto. Se dieron ciertas afinidades y en la provincia se dio también una continuidad de un gobierno con una misma línea política (Partido Radical). Pero para nosotros fue todo un desafío trabajar con las familias. Acá nos decían “pero doctora, ¿cómo lo va a traer de Allen, si es el mejor lugar para que esté? A mí me dijeron que ahí se iba a curar”. Revertir todo eso era difícil. Mas, las cosas inconscientes que se juegan en cada familia como negar la enfermedad, hacerse cargo de que la enfermedad se gestó por una dinámica familiar y esa persona es un emergente… Entonces traer a Juancito era traer de nuevo (a trabajar) la problemática familiar que sucedió cuando Juancito enfermó. En esto también era funcional el siquiátrico para las familias: él es el enfermo y el que se tiene que cuidar; a nosotros no nos pasó nada; se va fulanito al siquiátrico y nosotros seguimos andando. La propuesta de que la persona se quede en la comunidad es ayudarlos a subsanar, pero también el conectarse con heridas muy profundas. Fue todo un desafío. Decirles” va a volver y vamos a estar acá con ustedes, los vamos a ayudar, vamos a estar acompañándolos como familia”, pero se tienen que conectar otra vez con esa zona dolorosa que estuvo muchos años negada.

 

E´a: Y el proceso intrainstitucional del hospital de Allen ¿cómo se construyó, cómo se negoció, qué resistencias aparecieron?

Sandra: No lo sé porque no lo viví. Sé que este proceso que te estoy contando no se pudo lograr al cien por cien; no pudo externar a todas las personas internadas. Te puedo contar el proceso de acá, que fue muy raro también, porque era un hospital chico con pocos profesionales y con las clínicas básicas. Había una psiquiatra y una psicóloga trabajando en ese momento. Y un señor que era coordinador de Alcohólicos Anónimos, alcohólico recuperado y trabajador de salud pública. Cuando empezamos a trabajar la propuesta nosotros lo pensamos diciendo: de Allen que vengan y estén internados acá un tiempo para que no sea tan brusco el cambio y el desarraigo; y que las familias los puedan visitar. Para la comunidad hospitalaria era terrible. Te puedo contar de reuniones en la dirección con escenas de lo más locas que se puedan dar entre los profesionales (discusiones, acusaciones). El pediatra, que era un señor muy serio, parado arriba de un banco haciendo bollitos de papel y tirándolos. La gente del laboratorio diciendo “yo con una infección sé que hacer, pero estas personas vienen, te tocan, quieren tomar mate. Yo con eso no sé qué hacer”. Fue muy difícil.

Adriana: Sobre todo en un hospital que tiene armada una sala de internación que es de todas las patologías de niños y adultos. Entonces mezclás el quirúrgico con el clínico, con lo ginecológico, y de repente, algo que te saca totalmente…

Sandra: Y aparte es algo que nosotros queríamos, usar la sala de internación, unificar. No queríamos una sala aparte. Tuvimos que estar mucho. Me parece que lo que ayudó fueron tantas “horas hombre” trabajando con nuestros compañeros para decirles “cuando vos tengas miedo, cualquier cosa que te pase, no dudes, me llamás a mí y yo vengo y estoy con vos”. Sostener y sostener para ayudar a que pierdan el miedo a lo desconocido. La gente que más nos ayudaba era la gente no profesional. Los profesionales éramos todos venidos de otras ciudades, formados desde la academia, que algunas veces abre la cabeza y otras la cierra. Pero en otras áreas como las de mantenimiento, cocina, choferes, eran trabajadores de acá. Nos decían “ay, ¿va a volver Juanito?  Yo fui a la escuela y no lo vi nunca más, no sé qué pasó con él”. Entonces era contarle “se enfermó, se fue a Allen y ahora va a volver”. “Uy, nos vamos a encontrar de nuevo”. Desde el afecto y al conocerlo de chiquito no le tenían miedo.

Melinda: Yo siempre pienso mucho en lo artesanal de la tarea. No hay nada que funcione igual para todos. Creo que esa flexibilidad de ir pensando en lo artesanal es algo que nos permite al día de hoy seguir transitando este proceso de desmanicomialización.

E´a: ¿Cómo se promovió lo artesanal en el proceso, cuando en general venimos de tradiciones disciplinares tan rígidas, de mandatos sociales y morales tan fuertes? ¿Cómo hicieron la transformación subjetiva de ustedes?

Sandra: Cuando hablábamos de cómo nos marcó el proceso militar, también nos movió a sacar nuestra parte más rebelde y poder mostrar públicamente lo que antes teníamos que ocultar. Y me parece que los que trabajamos en esto somos muy creativos y muy “locos”, de alguna manera. Transitamos la salud de un modo muy alternativo. Lo mágico y lo raro que pasó fue que pudimos desplegar todo esto en un sistema de salud pública del país, que tiene sus rigideces y sus modos. Y nosotros siempre mostrando algo distinto. Pero mostrábamos algo distinto y lo hacíamos casi en voz baja, como para que no se den cuenta.

E´a: ¿Y el siguiente hito?

Sandra: La sanción de la ley en setiembre de 1991. Yo no pude ir a Viedma. Pero me contaron que estaban todos los trabajadores de salud mental ahí ejerciendo presión frente a. la legislatura. Y ahí fue todo un aprendizaje para los trabajadores. Transformar el trabajo que oscilaba entre lo artesanal, lo clandestino y la voz baja a un trabajo legitimizado que ahora es un derecho que puedo exigir. Todo ese proceso nos costó mucho, nos salía más fácil trabajar en voz baja que ir a la municipalidad y decirle “vos me tenés que ayudar con la vivienda que también es salud mental”. Pararnos en la vereda de lo legal no nos salía tan bien al principio.

Y el otro hito fue la sanción de la Ley Nacional [de Salud Mental]…

E´a: ¿Cómo describirían los componentes de la perspectiva rionegrina? Anoté tres: artesanalidad, rebeldía y locura.

Sandra: También fue asociar a un momento de la provincia en donde se trabajó la Atención Primaria de la Salud muy fuertemente. Entonces nosotros íbamos muy de la mano de la APS porque tenemos muchas cosas en común: Trabajar en el territorio, en terreno; pensar en una medicina en la que se tiene más en cuenta la integralidad de la persona y no la fragmentación de las especialidades médicas; pensar en la salud familiar; entrar a una casa y ver otros aspectos que no son los físicos solamente.

El médico generalista fue un aliado para nosotros. Pensá que había muchos hospitales pequeños donde realmente no pudimos tener efectores de salud mental convencionales, entonces capacitamos a los médicos generalistas y enfermeros en la primera atención en salud mental.

E´a: ¿Qué otros componentes identifican?

Melinda: Hay uno que es transversal a todos los que nombraste, que tiene que ver con una condición ético-política de los profesionales que nos vamos arrimando a la provincia para garantizar que el modelo de desmanicomialización siga sucediendo, porque no es algo que esté dado y que sea una batalla ya ganada, es un poquito todos los días. Que haya leyes provinciales y nacionales no garantiza que no se siga atacando el modelo.

El año pasado, para esta fecha, sale en Argentina un DNU [decreto de necesidad y urgencia] grandísimo con repercusiones para todos los sectores, hizo que todos los jueves empecemos a juntamos en la plaza y armar la asamblea de salud mental. Hubo que salir de nuevo a defender el derecho de los usuarios a estar en comunidad.

E´a: Agregaría si me permiten la importancia que le dan al trabajo en equipo, ¿qué pueden decir?

Sandra: Sólo es imposible. Me parece que trabajar con otros es fundamental. Hay muchas aristas para abordar y en equipo uno puede construir.
Esto de lo artesanal tiene que ver con que nosotras tenemos una familia enfrente y necesitamos una estrategia. Para eso necesitamos de otros; para pensar qué podemos brindarle a esa familia. Y en el tejido y armado de esta estrategia necesitamos distintos saberes. Acá aparece la magnitud y la importancia que tuvo y que tiene la incorporación del Operador en salud mental. Cuando nosotros pensamos en conformar un equipo y en los saberes que necesitábamos para armar esa estrategia, a veces los psiquiatras, los psicólogos y los sociólogos nos quedamos cortos porque también somos muy teóricos y pensantes. Entonces el operador te dice “Yo fui a la casa y el techo se llueve, a mí me parece que no duerme bien porque se caga de frío”. Esa mirada que te llevaba a la realidad.
La noción de equipo es la conjugación de saberes.  Era una época en que la salud pública era más flexible en la incorporación de personal. Entonces podía ingresar el coordinador de AA, Raúl, que fue el borrachito del pueblo que se recuperó. Un tiempo estuvo internado acá, después fue al valle a hacer una capacitación con el grupo de AA porque acá no había, y cuando volvió dijo que quería armar un grupo. Lo empezó a hacer y nosotros vimos que era alguien valioso para trabajar en salud pública. Él sostenía los grupos de AA, pero durante su trabajo en salud cada vez que había una persona internada con alguna problemática con el alcohol, él se acercaba a la sala de internación y le hablaba. La invitaba a las reuniones. A veces hacía visitas domiciliares. Su aporte era testimonial, él contaba su historia de vida. Y desde ahí trabajaba.

Melinda: Cuando nosotras llegamos a la provincia, se nos propone que el primer tiempo de nuestro trabajo de residentes, el primer semestre, sea estar con los operadores. A veces a una le cuesta porque llega con toda su envestidura de la academia y es “¿Cuándo voy a hacer de psicóloga, si yo estudié para eso?”. Y es magnífico que suceda de ese modo porque le da a una la humildad de registrar al usuario del servicio de salud mental como una persona en la vida cotidiana. Lo que tienen los operadores es que su ámbito de intervención es la vida cotidiana, todo lo que ese concepto engloba; y con lo artesanal de la tarea de la salud mental. Aprender a trabajar desde la humildad y la pequeñez (no porque su tarea sea pequeña, porque es enorme), con la humildad de “estamos entrando en la vida de otra persona”.

E´a: Hay dos cuestiones del modelo médico hegemónico psiquiátrico que me gustaría saber cómo las problematizan: el diagnóstico y la medicación.

Sandra: El aporte del médico psiquiatra y de la farmacología es muy importante y básico. Para que una persona pueda sostener su vida en comunidad mínimamente tiene que poder vivir con otros. Y si está muy descompensada, con delirio persecutorio o alucinaciones es imposible que pueda estar con otros.
En la provincia no hay muchos médicos psiquiatras. Nos cuesta mucho tener psiquiatras en los equipos. Los psicólogos no tenemos la capacidad de recetar, pero sí hemos aprendido de nuestros compañeros médicos que nos enseñan mucho. El psiquiatra que se acerca a trabajar en esta provincia no debe ser tan hegemónico. El psiquiatra que es muy hegemónico no sobrevive porque él no permite que yo psicóloga tenga un saber que “le pertenece”.

Melinda: En realidad, los médicos se forman en la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental Comunitaria. Y entienden quién necesita medicación pero como una herramienta más del abordaje que es comunitario.

Sandra: Esto es algo que nos pasa en el país. Todavía no tenemos reconocido al médico que viene y se forma como especialista en salud mental comunitaria, que no es psiquiatra. Ah, no pero tiene que tener el sellito de psiquiatra…
entonces, la verdad que todavía nuestros compañeros médicos que se forman en nuestro modelo tienen que rendir un examen para validar o hacer algún pos grado de psiquiatría, porque o si no en muchos lugares no tiene validez su especialidad en salud mental comunitaria. Es una contradicción que todavía tenemos que superar.

E´a: ¿Y cuál es el lugar de la psicopatología, lo problematizan?

Sandra: Nosotros entendemos que queremos no estigmatizar desde alguna palabra, no rotular. Si es cierto que para algunas cosas y entre nosotros, necesitamos poder decir, a ver, estamos hablando de esto, en la reunión de equipo, y saber para donde vamos orientados. Nosotros nos guiamos por el CIE 10 [Manual de Clasificación de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud] en el país, y entonces algunos trastornos descriptos ahí nos guían y enfocan para ver por donde encaminamos el tratamiento. Pero intentamos hacerlo lo menos posible para no rotular ni encasillar a la persona en algún momento.

E´a: El entre paréntesis basagliano de lo psicopatológico y escucharle a la persona; el discurso antipsiquiátrico a lo Laing y Cooper de descalificar toda la mirada nosológica; los movimientos sociales de sobrevivientes de la psiquiatría, oidores de voces, expertos por experiencia, grupos de ayuda mutua, Mad Pride. ¿Ese tipo de debates hacen parte de la mirada sobre la psicopatología de ustedes o tienen otra mirada?

Melinda: Creo que no hay un posicionamiento tan marcado. Me acuerdo que en la residencia cuando cursábamos la materia de Psicopatología, Aníbal Gutiérrez, el profe, siempre nos decía que lo principal en la Psicopatología, dentro del modelo de salud mental comunitaria de Río Negro era ver donde tiene la cama la persona, para qué se levanta ese día y con quién comparte la olla. Y esta es otra perspectiva de entender la psicopatología, ampliando la mirada, porque a veces lo que enferma no es la enfermedad en sí, sino un contexto desfavorable. Y quienes trabajamos en salud mental también sabemos que lo que se rigidiza mucho tiende a romperse y cuando se rompe no está para nada bueno porque hubo estalles para todos lados. Entonces, es ir teniendo esas flexibilidades para ir construyendo en la singularidad de cada acompañamiento. Y sí por ahí cuando nos piden informes o la persona necesita tramitar el Certificado Único de Discapacidad un poco se construye entre el mini equipo, el equipo grande de salud mental y sobre todo la persona. Y me acordaba de las asambleas comunitarias. Sólo estuve presente en la asamblea por un usuario para pensar el abordaje de esa persona en la comunidad, por su puesto con la persona incluida. Y esa es una de las cosas más maravillosas para mí de El Bolsón.

E´a: Hay una secuencialidad en el mundo de la salud colectiva que es: no hay salud mental sin salud, no hay salud sin derechos. ¿Cómo se plasma esto acá?

Sandra: Nosotros pensamos distintos niveles de trabajo en equipo: uno es el nuestro, otro el equipo de salud y otro con los actores de la comunidad. Uno va ampliando según la necesidad de la persona. Tenemos mucho trabajo en Bolsón de juntarnos con otras instituciones que por lo general son la Secretaría de Infancia y Adolescencia, el Juzgado de Paz, el Municipio. Y teniendo en cuenta no sobre intervenir. A veces la gente nos dice “sos la tercera que viene en la mañana de hoy. No quiero hablar más con nadie”.

E´a: ¿Cómo discuten lo antropocéntrico en esta provincia que tiene tantas cosmovisiones que convergen en la perspectiva de salud mental?

Sandra: En el debate no tanto. En nuestras intervenciones somos muy respetuosos del saber y la creencia que trae la otra persona. Y cuando yo desconozco algo tratar de aprender de lo que trae. Si es alguien que nuestra medicina le es ajena y prefiere una medicina más alternativa, homeopática por ejemplo. También contemplando las creencias religiosas. Personalmente lo que le digo es “la verdad, desconozco, busquemos a referentes que conocen y veamos si es posible según el contexto. Acá hay muchas personas que trabajan terapias holísticas. Pero también es real que muchas veces tenemos que intervenir involuntariamente. Hay que tratar de despojarse de los criterios propios para poder ingresar al otro. Lo que nosotros más trabajamos en el equipo es ser muy respetuosos y escuchar la visión de mundo que trae la persona.

E´a: Tuve una conversación con el Ministro de salud de Neuquén y le dije que me parecía que el principal problema en salud mental que veía en términos colectivos era la no reparación del genocidio mapuche por el ejército argentino. Parecería que esta provincia es tan mapuche como Neuquén. ¿Cómo se incluye la interculturalidad? ¿Y cómo se repara? Porque también estoy escuchando mucho la entrada individual al padecimiento subjetivo psíquico. Y los temas que son colectivos ¿tienen también una puerta de entrada eso?

Melinda: Particularmente acá en Bolsón las personas de las comunidades mapuches están insertas en todo el territorio, salvo más en la Rinconada y la Costa del Ternero (comunidades específicamente originarias), después todos coexistimos. Y en ese coexistir es que se va abordando, pero no hay algo pensado específicamente. Y yo creo que está bien, por qué también me pregunto por qué tendríamos que ser nosotres como trabajadores de la salud quienes intentemos llevar respuestas a preguntas que tal vez ellos hoy ya no tengan en la comunidad.

Sandra: Creo que nunca hicimos un abordaje desde salud; no sentimos que tenemos que invadir (yo lo siento como una invasión). Si pasó que en algunos momentos nos cuestionamos muchísimo cómo abordar temas muy graves como el incesto.

E´a: Es un tema estructural, la interculturalidad, el etnocentrismo, ¿cómo salir de la inercia individualizante de la clínica convencional cuando somos en un tejido colectivo.

Sandra: Por ahí es un saber que nos falta en el equipo, un antropólogo…

Melinda: Martín, un compañero psicólogo del equipo, nos trae mucho lo del buen vivir. Y sí, la interculturalidad viene siendo algo que identificamos que nos falta…

Sandra: Nosotros abordamos más desde la singularidad y esa persona en su comunidad familiar o vecinal que lo rodea. Hemos atendido personas mapuches que traían su ser mapuche, pero, intervenciones, como vos decís, no hacemos desde nuestro equipo.

E´a: Las empresas sociales. Me da la impresión de que podría ser un componente del cambio de modelo. ¿Qué peso le dan, cómo es la experiencia?

Sandra: Fuimos viendo distintos niveles de dificultad de inserción de las personas que tuvieron algún sufrimiento mental. Íbamos acompañando el proceso que sucedía. Lo primero era acompañarlos a la inserción familiar, después vecinal o en una escuela. Y lo que veíamos que era muy difícil que se incorporaran en algún modelo laboral capitalista; entrar en una empresa o en una institución pública, porque hay modos de incorporar saberes y ritmos de la superproducción que las personas que han pasado por una crisis muy grave no lo pueden seguir.

Hay personas que directamente no pueden trabajar, pero nos dimos cuenta de que hay otras que pueden tres o cuatro horas, en un ambiente más contenido, donde nos saludemos y si quiere salir a fumar puede hacerlo. Poder tener un ritmo laboral distinto. Ahí fue cuando empezamos a pensar con otros actores de la comunidad en otro modo de inserción laboral.

E´a: Lo que contás me es tan interpelante porque ese tendría que ser el modelo laboral. El productivismo capitalista tan deshumanizante y embrutecedor es lo problemático…

Sandra: Hago un paréntesis. Esto es lo raro y “lo loco” que proponemos nosotros como salud mental dentro de este hospital. Desde las ocho hasta las diez de la mañana nos juntamos, hacemos el mate, mientras que el cirujano entra y lo primero que hace es pasar por la sala, ver apéndices, hígados o algo que operó, pasa y escribe. La verdad que no somos muy bien vistos, al contrario. Estamos haciendo “como los peces: nada”. Encima muchas veces nos reímos, cantamos el feliz cumpleaños cuando alguien llega con una torta, hacemos todas esas cosas. Una vez por mes no venimos al hospital y nos juntamos en el SUM (salón de usos múltiples) para trabajar. “¿Qué cosa tienen que trabajar? ¿Tanto tienen que pensar?” nos dicen. Nosotros proponemos dentro de este sistema rígido y dentro de este modo, un modo distinto, o sea que ya somos medio “loquitos”.

Volviendo a lo de las empresas, hemos pasado por un montón de modelos. Primero hicimos algunas cosas muy, muy, muy artesanales. Fuimos a la dirección de un hospital (que después se remodeló) y preguntamos si podíamos armar un kioskito en la sala de espera, porque vimos que no había nada para tomarse un cafecito o comer algo. Entonces hicimos un cerramiento en un fondo de pasillo con una ventanita para que atendieran usuarios del servicio. Lo que se nos ocurrió en ese momento fue que nosotros los trabajadores de salud preparábamos en el hogar de tránsito algunas pastafrolas, masitas y unos termos de café y nuestros usuarios vendían. José y Nora. Vos te arrimabas y parecía que no había nadie porque José estaba en un rinconcito. Y nosotros mismos les íbamos a comprar lo que habíamos hecho el día anterior. Y funcionó un tiempo.

Fue el puntapié para pensar alguna empresa gastronómica. Y en el 2007, cuando se reformó el hospital, nosotros quisimos poner en los planos un barcito o una confitería para ser administrada por salud mental, pero no nos dejaron. Después, en el 2010, como las escuelas secundarias públicas no tienen un lugar espacioso para hacer educación física, todos los alumnos van a un polideportivo municipal, que justo tenía una confitería sin utilizar. Cuando el municipio la saca a licitación, dijimos ¡ésta es la nuestra! y presentamos el pliego, aunque sabíamos que no teníamos mucha chance de ganar. Entonces fuimos a hablar con la gente del municipio y nos dijeron que iban a poner en el pliego un puntaje más a los grupos que tuvieran un perfil social. Y como el pliego había que pagarlo, hicimos una “vaquita” entre nosotros. Ahí nos dimos cuenta de que no íbamos a poder con todo y sumamos a gente de la comunidad que tuviera alguna militancia social y que se copara. Y ganamos. “Se buscan vecinos chiflados para confitería”. Fue lindo. Y duró muchos años. Al principio funcionó más como kiosco con alfajores y galletitas para los estudiantes; y después como había una cocina empezamos a producir algunas cosas. Se compró una freidora para hacer conitos de papas fritas. Ahí se conformó una cooperativa de trabajo y las ganancias se repartían en partes iguales entre todas las personas que habían trabajado. Algunas personas sólo hacían los repulgues de empanadas y otros pelaban papas, pero eran millones de empanadas y papas. Los usuarios y los trabajadores de salud sostenían mucho el proyecto y la vida de ellos también fue cambiando, entonces tuvieron que ir dejando y en un momento se decidió dar de baja a la cooperativa.

A partir de ahí fuimos emprendiendo otros proyectos desde el servicio de salud mental hasta que logramos el “Proyecto Trigo”, en el que nuestros usuarios forman parte de un eslabón en la cadena, desde la producción del trigo hasta la elaboración del pan.

Melinda: Pensaba que las empresas sociales van tomando forma de acuerdo a lo que cada pueblo o localidad va identificando que necesita. Por ejemplo, en Viedma hay una chacra y una carpintería que funcionan como empresas sociales. En Maquinchao, un pueblo de 2800 habitantes, hay un parador que funciona como terminal de ómnibus y tiene además tres habitaciones y un comedor que es la empresa social del pueblo manejada por usuarios de salud mental.  Se encargan de todo lo que es la cafetería, el restorán y el hotel.

E´a: ¿Cómo cuidan ustedes su salud mental?

Sandra: Cada uno debe tener individualmente algunas herramientas propias. Pero la reunión de equipo diaria y la mensual son básicas para cuidarnos. Y es parte de los objetivos. Si bien nos encontramos para armar las estrategias de los usuarios, es un lugar donde se habla de alguna situación con un paciente que me esté desbordando o que me haya angustiado; si estoy atravesando alguna crisis vital por lo cual necesito ciertos cuidados y no exponerme. Nos pasó mucho a las mujeres de nuestro equipo que estábamos criando pre-adolescente y adolescentes, con toda su problemática, que nos tocaba particularmente (“ay, a mi hija le estará pasando lo mismo”) que preferíamos corrernos y ser relevadas por otro compañero sin hijes o que ya pasó esa etapa. Y así nos cuidamos nosotros mismos. Muchas veces están todos los consultorios desocupados y somos quince adentro del “office”: uno comiendo, otro contando lo que le pasó a la hija que anoche no vino a dormir, el otro que le falta sal a la comida, otro que está llenando una historia clínica de una situación terrible… Bueno, todo eso pasa día a día.

Sandra: Y no podemos salir de eso… ¿Por qué no vas a llenar la historia clínica a un consultorio que está vacío? “No yo acá estoy bien”. Estamos siempre amuchados y nadie se quiere perder lo que está pasando.

Melinda: Se nombra a nivel rionegrino el método de trabajo de la reflexión-acción, que es un poco lo que sucede en las reuniones del equipo, en donde se permite siempre el lugar de la pregunta, y en este último tiempo preguntamos mucho en relación a la subjetividad heroica. Y pienso que esto nos permite entender que hay modos de cuidado que son necesarios y que a veces una no lo percibe, pero si el compañero. Y la importancia de registrar lo que nos dice el otro.

E´a: ¿Cuáles son los desafíos y conflictividades actuales del modelo?

Sandra: Yo estoy muy preocupada, angustiada y temerosa del proceso que está viviendo el país ahora. Y no dejo de sorprenderme con lo que pasa día a día. La vulneración de los derechos que estamos viviendo me da piel de gallina, me asusta. Creo que tiene que ver con algo que yo enseño (que nada está adquirido) pero lo digo a veces sin creerlo y cuando lo empiezo a vivir me aterroriza que estemos retrocediendo tanto en una adquisición de derechos. Yo dediqué mi vida a trabajar en pos de que las personas con sufrimiento mental sean reconocidas en sus derechos, y esto hoy está amenazado. Sé que tenemos un recorrido en la provincia que nos hace fuertes para sostener y pelear, pero quién gana la pelea no lo sé.

Melinda: Yo comparto eso. A mí me genera preocupación y malestar lo deshumanizante de los modelos neoliberales y cómo se necesita de un montón de sobre adaptaciones para permanecer en ese sistema que cada vez nos quiere más expulsados a todos. Y ahí me agarra mi manía de empezar a militar, no sólo por mí, sino por un montón de personas que están en los márgenes de este tejido social cada vez más recortado. Como seguir construyendo poder popular y lazo social para que seamos en comunidad quienes nos banquemos para existir porque yo veo una amenaza muy grande a la existencia misma. Existir por fuera de este cuadradito tan chiquito que se nos propone como modelo de país nos deja afuera a la gran mayoría. Entonces pienso en lo complejo de sostener paradigmas de derechos, de mantener vigente nuestra ley.

Sandra: Y esto de que nos quieren en la individualidad me preocupa mucho en la población adolescente, porque están absorbiendo el modelo competitivo y capitalista con el que por alguna razón enganchan, algo pasa. Muchos de los que votaron por primera vez lo hicieron por Milei.

*Psiquiatra clinitario. Antropólogo social. Investigador.

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