
Qué silenciosa vecindad
Sí, el fallo era unánime: Todos, sin importar la edad ni sexo lugar ni la diferencia entre los cincuenta idiomas del mundo en que se lo ve y oye, lloramos en silencio o a moco tendido cuando el Chavo se fue de la vecindad, con su bolsita y la pena a cuestas. Esa quizás haya sido una de las mayores tristezas de nuestras infantiles vidas. Y una de las pocas ocasiones, sino la única, en la cual los hombres admitirían sin rubor que lloraron aquella vez.
En más de cuatro décadas, el Chespirito nos dejó momentos inolvidables a montones, ya sea en las mañanas, tardes o noches donde lo pasaban. Todo dependía del horario que determinaban los patéticos dos canales de aire de principios de los 80 y que hoy en día son seis y medio. En un momento dado, canal 9 cortaba el programa de Gómez Bolaños para poner al aire el bodrio mediocre, su pretendido programa infantil y que era una horrenda copia del Show de Xuxa.
Y en el limbo eterno quedan las preguntas que siempre nos hacíamos ¿Porqué nunca se veía qué lo que había en el enigmático barril del Chavo del 8? ¿A qué sabía el agua de tamarindo? ¿Por qué la cantina de la escuela no vendía la mítica torta de jamón? ¿Qué pio era lo que tenía el doctor Chapatín en su bolsita? ¿Cómo lo que el Chompiras y Ron Damón aguantaban los golpes sin reaccionar, nde?
También quedan en el paraíso de los recuerdos el anhelo incontenible de contar con la pastilla de chiquitolina, la chicharra paralizadora o aunque sea el chipote chillón. Maquiavélicos deseos que se encendían en la mente de los pequeños demonios catódicos. Artículos tan eficaces y necesarios que bien nos habrían venido para salir del aprieto cuando “olvidábamos” hacer los deberes, ir al exámen sin estudiar, gastarse toda la plata en cualquier cosa menos el recreo, no haber llevado el cuaderno, no…
Y sí, también la ciencia se quedará con las ganas de saber cuál es el gen que produce la garrotera y la chiripiorca. Por eso, con la ida de Roberto Gómez Bolaños al otro escenario, acá nos quedamos un poco huérfanos. Lo que no nos dejan son las risas que ha dejado en las generaciones que lo vieron y las que dejará en las generaciones que vendrán. Aún con sus contradicciones, como todo mortal, dejó algo que no se podrá olvidar. Casi sin querer queriendo, con esa partida hay una habitación vacía en la silenciosa vecindad. Con él nacieron nuestras primeras risas, fruto de la inocente alegría, que nunca morirán.
Buen viaje Chespirito, bardo inmortal…
P.D: Y ya que estás por allá, dile al Chapulín Colorado que encuentre y traiga de vuelta a los 43 que también rieron contigo. Porque sabes, como todos, que vivos los llevaron y vivos los queremos.