Pesar por el fallecimiento de Martín Almada, el hombre que visibilizó la Operación Cóndor
La deuda de las democracias latinoamericanas con él será permanente, como el agradecimiento que le deben individualidades y organizaciones que encontraron en su abogacía, una voz amable y contundente para hacer visible el reclamo de memoria, verdad y justicia donde quiera que éstos se den.
A los 87 años falleció en Asunción, el educador y abogado Martín Almada, uno de los más destacados luchadores por los derechos humanos en el mundo.
Preso durante la cruel dictadura de Alfredo Stroessner, cuando sufría apremios, escuchó que había voces extranjeras entre los torturadores. Afinó el oído, memorizó nombres, y cuando recuperó la libertad, su obsesión fue probar esa colaboración internacional para secuestrar, torturar y desaparecer personas.
El primer paso para ello, fue el descubrimiento en 1992 de tres toneladas de documentos que probaban la represión ilegal en el Paraguay y la existencia de la Operación Cóndor, una coordinación militar de las dictaduras del Cono Sur con asistencia de los Estados Unidos.
Este hallazgo y su lucha y colaboración permanente con juicios que se hicieron en América y Europa, el realizado a Augusto Pinochet por Baltazar Garzón quizá el más conocido, le valieron la consideración de los organismos de derechos humanos en todo el mundo.
“En noviembre de 1997, durante su viaje a Paraguay, el Juez Baltasar Garzón visitó el Archivo depositado en los Tribunales de Asunción y le entregué el Acta de Nacimiento de la Operación Cóndor fechada en Santiago de Chile, en noviembre/diciembre de 1975. También conoció listados de víctimas y victimarios, los acuerdos secretos militares de la Región, que establecieron el Terrorismo en nuestra América Latina. A partir de entonces se promovieron acciones judiciales contra Pinochet, Videla, Stroessner, Banzer, Figuereido, Bordaberry, Kinssinger en Alemania, Francia, Italia, Suiza, España, Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay entre otros países”, recordó en uno de sus escritos.
También fue fundamental su aporte en el proceso contra el Plan Cóndor que se lleva adelante en Roma, Italia.
Por esta tarea fue galardonado con el Premio Nobel Alternativo (Righ Livelihood) en Estocolmo, Suecia en el año 2002
Recibió por su trayectoria de lucha la condecoración de Caballero de la Legión de Honor otorgado por el Gobierno de Francia, en 2021.
En junio de 2023, en una de sus últimas apariciones públicas, Martín Almada fue homenajeado por el Senado paraguayo. En la oportunidad agradeció la declaración de interés nacional de “Los Archivos del Terror”, al cumplirse 30 años de su descubrimiento. “La historia sigue enriqueciendo nuestras vidas y nos sentimos plenamente orgullosos por haber aportado en la lucha a favor de la democracia y de los derechos humanos… Tenemos que seguir trabajando, aunque describir la verdad, abrir archivos y difundirlos sea peligroso”, dijo en la oportunidad.
Almada no sólo persiguió que se hiciera justicia castigando penalmente a dictadores, sus líneas de mando y a los torturadores efectivos. También apuntó al enriquecimiento ilícito de los beneficiarios de las dictaduras “cívico-militares que se dieron en el continente con el apoyo de los Estados Unidos”.
En Paraguay reclamó siempre la recuperación de los 7 millones de hectáreas destinadas a la reforma agraria, es decir a campesinos desposeídos, que el tirano Stroessner otorgó arbitrariamente a amigos y favorecedores.
En ese sentido, llegó a reclamar al presidente Fernando Lugo (2008/12) que cree una Comisión Nacional para recuperar los 5 mil millones de dólares que se estima fueron sustraídos del erario público durante la dictadura stronista. Almada recordó que “no solo se detuvo y torturó a quienes eran considerados opositores al régimen, sino que además se llevó a cabo un saqueo sistemático de los bienes de las víctimas”, apuntaba.
Almada fue también docente en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Asunción y en la Universidad Argentina de La Plata. Es autor de libros, artículos y poemas, algunos con su nombre, otros con los seudónimos M. Zuñiga y José de Antequera.
Destaca entre ellos Paraguay, la cárcel olvidada, el relato en primera persona de su paso por las mazmorras stronistas.
Una búsqueda incansable
Martín había nacido en Puerto Sastre, Alto Paraguay, el 30 de enero de 1937, pero hizo su vida en San Lorenzo, una de las ciudades de la Gran Asunción.
Maestro y pedagogo, dirigía el Instituto Juan Bautista Alberdi junto a su esposa, Celestina Pérez, una escuela en la que enseñaba con el método del gran educador brasileño Paulo Freire. También como sindicalista abogaba por mejores salarios y casa dignas para sus compañeros docentes. Siguiendo sus ideas, transformó el Instituto en Cooperativa y aplicó una estrategia que posibilitó la participación democrática, la autogestión y la educación socialmente productiva.
Todo hasta que un día lo convocó el ministro de Educación de Stroessner y le dijo que cesara en sus actividades, sobre todo en lo de enseñar Freire. Almada, de familia colorada, pensó que recibiría algún halago o distinción en esa reunión de la que salió tan asustado que inmediatamente se puso a buscar becas para estudiar en el extranjero.
De allí partió a Argentina donde fue el primer paraguayo en obtener un Doctorado en Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, en agosto de 1974 con su tesis, Paraguay: Educación y Dependencia.
En noviembre de ese año volvió al país y a los pocos días fue encarcelado por “comunista y terrorista intelectual” por la dictadura que lo hizo “pasear” por diversas dependencias policiales y el Campo de Concentración de Emboscada entre los años 1974/78.
Así se lo contó al diario argentino Página 12: “Me llevaron a Asunción, a la policía secreta, donde me recibieron militares de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay y Paraguay. Parecía un tribunal. Yo llegué todo aturdido. A mi sobrino lo llevaron a otro lado y le arrancaron un ojo. Los militares estaban elegantemente vestidos, los reconocí por su acento. Primero me interrogó un coronel chileno, luego supe que era Jorge Oteiza López, después el comisario argentino Héctor García Rey de Córdoba. Durante 30 días me interrogaron y torturaron y mis gritos y lamentos se los hacían escuchar a mi esposa por teléfono”, contó. Al cabo de ese mes, le mandaron su ropa ensangrentada a su esposa, diciéndole que el “educador subversivo había muerto” y que fuera a retirar el cadáver. La esposa tuvo entonces un infarto y murió el 5 de diciembre de 1974. A él le dijeron que se había suicidado. “Pero yo sabía que no podía ser verdad”, contó.
En su detención tuvo un paso clave por las dependencias de Interpol donde le tocó conocer al comisario Mario Mancuello detenido también “porque su hijo, que estudiaba ingeniería en Argentina, formaba parte del centro de estudiantes”.
Con esta ayuda pudo ir memorizando los nombres y apellidos de los policías que iban al edificio de Interpol a jugar fútbol de salón y ping pong. También el comisario fue quien le recomendó conseguir la revista de la Policía en la que aparecían fotos, grados e informaciones varias de los agentes en servicio cuestión que le sirvió para identificar a sus torturadores.
En un momento le preguntó a Mancuello por qué lo habían torturado e interrogado militares extranjeros: “Es que estamos en la guerra del Cóndor”, le respondió el policía. “Fue la primera vez que escuché hablar del Cóndor. Era diciembre de 1974, casi seis meses antes de que se oficializara el plan Cóndor”.
Años después, los pedidos por su aparición con vida de Amnesty International y el Comité Interiglesias, le ayudaron a quedar en libertad en 1977.
Al poco tiempo lo volvieron a arrestar y fue derivado a La Técnica, otro centro de detención y de tortura que donde hoy es el Museo de las Memorias, creación del propio Almada que hoy resguarda María Stella Cáceres, su segunda esposa.
Tras mucho insistir consiguió, luego de una huelga de hambre intensiva de 30 días, una libertad vigilada que le otorgaban de 7 a 19 hs de la que escapó gracias a un asilo que le concedió la embajada de Panamá.
El presidente panameño Omar Torrijos lo contactó con las Naciones Unidas para la Educación (Unesco) que le dio cobijo. Así fue que viajó a Paris, Francia, donde residió hasta 1989.
Ya en la capital francesa, conoció al sacerdote jesuita Charles Antoine que lo ayudó en sus investigaciones para dar con “El Nido del Cóndor”, como lo llamaban. Después de años de analizar informaciones, entendían que el mismo podía situarse en tres lugares que tenían identificados.
Almada pidió un hábeas data para uno de ellos al que hizo lugar el juez José Agustín Fernández a las 11 de la mañana del 22 de diciembre de 1992, el momento en el que dieron con el Archivo del Terror: “Tuve miedo de que llegara la policía o el ejército y se llevara todo. Fue una explosión de memoria y lloré mucho. Después de años de investigaciones tal vez podía encontrar respuesta a mis preguntas. Intenté buscar el cassette que le hacían escuchar a mi mujer pero no lo conseguí. Era demasiada información. Recorrimos todas las embajadas latinoamericanas pidiendo ayuda para poder organizar el archivo. Ningún país nos ayudó. Otro país al que no habíamos pedido ayuda curiosamente, Estados Unidos, se ofreció. Yo tenía la herida abierta y que venga mi enemigo a ofrecerme eso, obviamente el dijimos que no. Pero la Corte Suprema firmó un acuerdo con Usaid (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional)”.
Cosas del Tío Sam
“La Operación Cóndor fue un pacto criminal entre los gobiernos militares de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay en la década del 70, bajo la dirección del entonces Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, supuestamente para «salvar la civilización occidental y cristiana de las garras del comunismo», solía explicar Almada para el que la responsabilidad de Estados Unidos debía ser juzgada alguna vez.
«La Operación Cóndor eliminó más de 100 mil personas en América Latina, es como si nos hubieran tirado una bomba atómica», comparaba atendiendo al similar número de víctimas que tuvieron las descargas que hiciera Estados Unidos en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki.
Pidió en vida la desclasificación de “de la documentación referida al terrorismo de estado que reinó en el país entre 1954/1989” sin, hasta el momento, mayores respuestas.
Todo, a pesar del reconocimiento que hiciera Marc Ostfield, embajador de los Estados Unidos en Asunción que “durante los años 70 y 80 hemos contribuido a injusticias en Paraguay. No debemos esconder ni tener miedo a hablar de estas cosas. Es importante que lo hagamos para que no se repitan nunca más”, dijo en junio de 2023, en el discurso de inauguración de la nueva sede de la legación diplomática de su país, un portentoso edificio, quizá el más grande que los Estados Unidos tengan en el Cono Sur como sede de sus relaciones exteriores.
Muertos y desaparecidos
La Comisión de Verdad y Justicia en su informe final entregado en agosto de 2008 estableció en 20.090 las víctimas totales directas de violaciones de derechos humanos entre 1954 y 1989, los años del terror de la tiranía stronista.
De ellas 19.862 personas que fueron detenidas en forma arbitraria o ilegal; 18.772 que fueron torturadas; 59 ejecutadas extrajudicialmente; 336 desaparecidas y 3.470 exiliadas. Si bien se advierte que una persona pudo sufrir más de una violación y se debe tener en cuenta en estas cifras existe un enorme sub-registro de exilio y de otras formas de violencia, como las violaciones de derechos contra mujeres y niñas y la violación sexual, los números no dejan de ser graves para un país que tiene poco más de 6 millones de habitantes.
Links
https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-282820-2015-10-01.html
https://www.ultimahora.com/martin-almada-escuche-la-palabra-condor-estando-su-mismo-vientre-n500854
http://lapaginadeaguara.blogspot.com/2019/06/martin-almada-hay-una-politica-de.html
http://lapaginadeaguara.blogspot.com/2016/08/martin-almada-hace-25-anos-que-la.html