«Hice lo que tenía que hacer por la liberación de mi pueblo…”
Entrevista a Agripina Portillo, miembro del Ejército Popular Revolucionario (EPR), el grupo político militar que estuvo a un paso de acabar con la vida del dictador Stroessner.
Se queda en silencio. Mira con los ojos cansados y el cuerpo ya frágil. Acaricia el mango de su bastón y dice, con una leve sonrisa: “Yo hice todo eso por mi patria…”, al referirse a su activa participación en el Ejército Popular Revolucionario (EPR). Aquello fue en 1974, hace 40 años, pero ella tiene los detalles del hecho frescos en su memoria.
Agripina Portillo es una de las que aún viven para contar aquella historia ocurrida entonces en una Asunción lenta, de escasa población pero controlada cuadra por cuadra por el sistema represivo de la dictadura. Aquella vez que se les escapó la posibilidad de cambiar el rumbo del país.
“A los 15 años salí del país hacia Buenos Aires. Aquí me incorporé a la Congregación ‘Auxiliares Parroquiales’ y entré al noviciado. Aquí comencé a trabajar por los pobres…”, recuerda esta anciana de 83 años, pero con una sonrisa jovial de adolescente que ni siquiera deja sospechar que fue brutalmente torturada en el Departamento de Investigaciones, mientras estuvo detenida durante 3 años, luego de que la policía estronista descubriera las operaciones del EPR para atentar contra Stroessner.
“El torturador Juan Martínez me torturó en la pileta de investigaciones (…) Me dejó en ropa interior, casi desnuda. Después me golpeó en el pecho y me echó a la pileta, llena de agua sucia, de restos fecales de otros torturados. Otros dos lo ayudaban: uno me agarraba de la cabeza, el otro de mis pies, y Martínez apretaba su rodilla sobre mi estómago y metía mi cabeza bajo el agua sucia…”, cuenta con un rostro sombrío pero con ánimo tranquilo.
Narra que en aquella congregación tomó contacto con sacerdotes muy progresistas, muy formados, los que le hablaron de la necesidad del cambio para que los pobres del mundo vivan mejor. “Después, la congregación me envió en misión a Posadas. Aquí yo conocí al doctor Goiburu -Agustín- y a su esposa. Trabajaba en los barrios pobres de Posadas. Yo enviaba a muchos pobres junto al doctor, para que él los atienda…”, agrega.
Volvió al Paraguay después de 20 años. Desde ese momento se incorporó a la resistencia contra la dictadura, a una actividad política clandestina de la que por momentos salía para enfrentar abiertamente al régimen. “Como trabajadora de la fábrica Molinos Harineros, hice militancia sindical abierta por los derechos laborales de mis compañeros y compañeras (…) También distribuí abiertamente panfletos contra la construcción de la represa de Itaipú. Y no tuve miedo de los militares y policías. Iba a morir si era necesario”, relata.
Como la estructura del EPR era compartimentada, impidiendo la comunicación entre la mayoría de sus miembros, Agripina conoció a pocos de sus camaradas por sus identidades reales: casi todos usaban seudónimos. Pero sí recuerda a las personas que participaron con ella en los entrenamientos militares, en la localidad de Cerro Corá, Misiones, Argentina. “En la escuela vi a todos mis cámaras, cuando nos fuimos a reunirnos y entrenarnos. Pero solo a algunos conocí, a muy pocos yo conocía. Yo no conocía a Tato –Ramírez Villalba-. Después recién supe quien era él (…) Nosotros habíamos llegado todos con los ojos vendados al campamento. No sabíamos dónde quedaba.”, recuerda.
Agripina recuerda con admiración a su padre Eulogio Portillo. Ex combatiente de la Guerra del Chaco, volvió del combate herido e inválido. “Yo aprendí de mi padre el amor por mi patria. El, que fue a dar la vida, y casi murió, me enseñó a amar a la patria. Por eso yo estaba dispuesta a todo (…) Por eso no me arrepiento (…) Hice la que tenía que hacer por la liberación de mi pueblo…”, recuerda con los ojos encendidos, con la mirada penetrante.