Una semana jardín y sus flores, ñande reko yvotyty

Esta semana se muestra henchida de significados culturales, como pocas. Ha arrancado con el que toca el valor más alto que tenemos como paraguayos, y que engloba los otros como el kambuchi maravilloso del saber de nuestro pueblo: la lengua guaraní.
Le sigue el que pareciera un hermano del anterior por su nombre y su carácter musical: la guarania, género creado por uno de los mayores genios artísticos de nuestro país: José Asunción Flores. Y aludimos a un parentesco musical que se suma a los otros, porque la lengua es música, la música de nuestra alma.
Finalmente se suma a estos motivos más que dignos de celebrar, algo que representa un sueño antiguo y caro de la colectividad: la lectura, el instrumento que podría llevarnos al florecimiento de la imaginación y el pensamiento de nuestra gente, con el que podríamos construir un país más vigoroso, justo y equitativo.
Estos tres temas están emparentados en varios aspectos. La lengua, que cimenta todos los terrenos culturales –ñande reko ha ñane remiandu pyrenda- inspiró y dio aliento a todas las búsquedas y construcciones de caminos mejores para ese florecimiento soñado desde hace mucho tiempo, entre los cuales destellaron también los otros dos arriba mencionados, celebrados también esta semana.
La Ley de Lenguas fue una de las piedras fundamentales, alcanzada en el 2010, culminando un proceso sostenido sin pausas por el denominado Taller de la Sociedad Civil, en el que se destacaba el liderazgo del escritor y gran defensor de la lengua Tadeo Zarratea, y que ganó después la adhesión de un amplio sector de escritores e intelectuales, y el acompañamiento del MEC y la Comisión de Bilingüismo, hasta su promulgación a fines de aquel año. No fue fácil, sin embargo, ganar la adhesión de algunas instancias imprescindibles, como la del Parlamento, algunos de cuyos representantes despidieron un día a a los infatigables gestores del anteproyecto, con la advertencia de que el mismo planteaba pretensiones disparatadas. Antes que amilanarse por dicha opinión, los tozudos gestores de aquel sueño, lanzaron una Campaña Internacional de Adhesión a la Ley de Lenguas. Antes de dos meses, los parlamentarios no pudieron sino asombrarse vivamente ante unas gruesas carpetas que reunían la adhesión de los más prestigiosos especialistas, escritores e intelectuales del mundo. Sin pretender desgranar un listado enorme, valga como botón de muestra el nombre del gran filólogo y guaranista alemán Wolf Lustig. A fines de aquel año de 2010 estaba firmada la ley, cuyo Artículo 1, De los Fines, expresaba: “La presente ley tiene por objeto establecer las modalidades de utilización de las lenguas oficiales de la República; disponer las medidas adecuadas para promover y garantizar el uso de las lenguas indígenas del Paraguay y asegurar el respeto de la comunicación visogestual o lengua de señas”. “Ko léi omohenda mba’éichapa ojepurúta tetä Paraguái ñe’ë tee… “ rezaba el inicio de la versión en guaraní, que acompañó en justicia el texto en castellano. Ñande léi guasu heñói moköive ñane ñe’ëme.
La Ley de Lenguas cimentó las siguientes búsquedas de herramientas culturales imprescindibles. Aunque en gran medida, sus procesos fueron paralelos, la conquista de la Ley de Lenguas le dio un nuevo y fuerte aliento a los esfuerzos por la Ley del Libro, cuya necesidad vital latía también con fuerza en el ámbito cultural desde hacía décadas. En los meses finales de la existencia del Viceministerio de Cultura, dependiente del MEC, el entonces responsable de aquel cargo, Bruno Barrios, convocó un día a algunos escritores y editores, para empezar a discutir la idea de un anteproyecto de Ley del Libro. La idea prendió, pero el proceso no fue fácil ni rápido. Fue conquistando a las mejores sensibilidades del ámbito cultural, pero se fue extendiendo y diversificando en diversas versiones, y se vio postergada por otros objetivos culturales, durante extensos tramos. En los últimos años, la comunidad cultural se sintió fuertemente motivada de nuevo por este viejo anhelo y encontró la coordinación de la Secretaría Nacional de Cultura, a través de la Mesa Técnica del Libro, que acogió a todos los sectores relacionados con la creación y circulación del libro y apoyó el consenso alcanzado felizmente, luego de largas discusiones.
Esta parte de la historia es más conocida que la anterior, pero rescatamos aquí los aspectos más resaltantes que nos quedan de esta segunda conquista importante.
Cumplidos los pasos previos en el Parlamento, la Ley 7140/23 de Fomento de la Lectura y el Libro fue promulgada el año, precisamente en estas fechas, que inspirarían la idea del Día de la Lectura al escritor Alcibiades González Delvalle. La ley se plantea los objetivos específicos de la descentralización de las políticas del fomento del libro y la lectura, a nivel nacional, departamental y municipal; fomentar la creación, la edición y la producción de libros en los dos idiomas oficiales, las lenguas de los pueblos originarios y otras de uso en el territorio nacional. Establece la creación del Consejo Nacional de la Lectura y el Libro, presentado oficialmente esta semana, así como de un Fondo Nacional para la Lectura y el Libro, y la elaboración de un Plan Nacional del Libro y la Lectura. A un año de su promulgación, y con la reglamentación también aprobada, este segundo instrumento legal, estrechamente emparentado con el anterior, vive los inicios de su aplicación en estos días, con la expectativa esperanzada de toda la comunidad cultural.
Estas conquistas reseñadas pueden considerarse edificios culturales construidos en décadas de trabajo con la vocación y la pasión de nuestra gente más sensible y talentosa, con la capacidad de administrar diferencias y descubrir los objetivos comunes, y finalmente, de abrir esos mejores caminos para el fortalecimiento de nuestra andadura cultural con los ladrillos del respeto y la convivencia en la diversidad. Estas herramientas aquí rescatadas, al igual que muchas otras conquistas sociales que merecieron admirables luchas desde los tiempos de la dictadura, esgrimieron con insistencia el principio de la inclusión –aludido de otro modo en la eliminación de las discriminaciones-, en el amplio abanico de sus acepciones, como el lingüístico, el de los géneros, modalidades y formatos de creación, distribución y promoción…, etc. En un momento en que se vive unánimemente un clima festivo en torno al libro y a la lectura, ojalá seamos capaces de honrar esta rica historia, esos objetivos y esos principios que constituyen los cimientos con los que ellos cuentan hoy.
La lectura que hoy se nos muestra como un desafío nuevo, bien cimentado en estos instrumentos construidos, es el horizonte abierto sobre un pedestal sólido, que merece respeto. Las conquistas mencionadas en este breve recuento son logros históricos, fundamentales, de la sociedad civil, avalados posteriormente y de modo justiciero por las autoridades.
Flores del jardín de los mejores sueños y esfuerzos de nuestra gente. Paraguái yvotyty oñepyrüva omyasäi hyakuä poräite…
*Poeta, escritora, periodista, gestora cultural, Premio Nacional de Literatura.

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