“Es más fácil estar en contra del manicomio que a favor de la locura”

Entrevista de Agustín Barúa Caffarena

“Tirarle piedras al manicomio se los tira cualquiera, pero cultivar la propia locura no la cultiva nadie porque implica enfrentar los propios miedos”[1]. Así de intensas comienzan las reflexiones de Alan Robinson, activista de la salud mental y artista que estuvo este fin de semana en Paraguay invitado por Noimbai, desmanicomializando acá[2].

Robinson, argentino, realizó en Asunción un taller de primeros auxilios en salud mental y otro de teatro y performance, además de presentar sus libros “Actuar como loco” y “La ley de la locura”. También dirigió una puesta de su obra “Doménico enjuiciado”[3].

Va una conversación en una mesa de desayuno de café y chipa.

¿Cómo te pudieras presentar?

A.R. Soy artista. Me dedico a la escritura, a la dirección teatral, también trabajo en audiovisuales, en producción. Soy padre, soy marido. También participo en el activismo de la locura…

¿Qué quiere decir este activismo?

Así como también está el activismo LGBTQ, el feminista: es el activismo de las minorías. En la década de los ’80 comenzó a surgir en Estados Unidos. Hay distintas reivindicaciones. Desde mi perspectiva, que es humanista, lo que se reivindica es el delirio y la alucinación como parte de la naturaleza humana que no tiene ningún tipo de sentido negarlo. Negarlo produce dolor, sufrimiento y alienación social porque rechazamos nuestra propia naturaleza. Se alienan quienes creen que hay una única realidad y que no pueden aceptar algo tan básico como que la realidad onírica es tan válida como la de la vigilia.

¿Y qué acciones tienen?

Presentación de libros. La cafebrería.

Hace 3 años fundé un grupo de apoyo mutuo en Argentina. En él, puede rotar el rol pero siempre tiene que estar coordinado por una persona que haya hecho una experiencia de  la alucinación y el delirio.

Trato de mantener contacto con grupos que trabajan con la locura como Autogestión Libre-Mente de Chile que está muy avanzado en su rol político, tiene mucha visibilidad y mucha claridad de hacia donde se dirigen. El discurso protagónico es el de las personas locas en ese colectivo.

Y después trato de participar ad honorem pedagógicamente sobre todo con trabajadores de salud mental. Todavía no entienden que hay una actividad política e ideológica. Todavía no comprenden el valor ideológico del discurso delirante, no entienden la carga política de un delirio, de una alucinación. Hay debates que no dan los trabajadores de salud mental: por ejemplo si un delirio es un síntoma o una forma de resistirse al sistema.

¿Sistema?

Los sistemas de las grandes ciudades: los sistemas democráticos capitalistas.

¿Contra qué luchás?

Yo no lucho contra nada. En mi país entendí la diferencia entre izquierda (lucha contra algo) y el peronismo (a favor de algo). En ese sentido soy más populista, taoísta. Una de las cosas que aprendí en el kung fu es a no luchar más que contra mis propios demonios. Lucho a favor de la locura; en un sentido cristiano (no católico) el perdón es importante, perdonar a quienes nos ofenden, nos han maltratado, a quienes sienten pena por nosotros porque se sienten superiores a nosotros.

¿Cuál es tu análisis de la psiquiatría?

Lo que pienso de la psiquiatría, no de los psiquiatras. Es importante diferenciarlo para no herir susceptibilidades: Creo que la psiquiatría no es una ciencia. Coincido con los postulados de Thomas Szasz (1920 – 2012) creo que la psiquiatría elabora conceptos que son muy ambiguos, poéticos. La descripción de la esquizofrenia es metafórica, poética. Si uno toma un poco de distancia se ve que son caracterizaciones con mucha debilidad. Si necesitan de tanta estadística, son conceptos muy leves: en una fractura de radio y cúbito con desplazamiento, por ejemplo, es muy claro lo que pasa y qué hay que hacer, y ahí se termina el trastorno.

Creo también que la psiquiatría es particularmente endogámica, validada en sí misma, pensando en la filosofía de la ciencia. Con muy pocos criterios genuinos de validación de la ciencia. Me llama poderosamente la atención que la industria farmacéutica sea quien más valida como ciencia en sus congresos y que no exista validación que no sea atravesada por el capitalismo.

Creo que la psiquiatría -como los medios de comunicación- son las dos grandes formas de controlar a los pueblos en el siglo XXI, porque ambas controlan el discurso, el pensamiento y la conducta de las personas.

¿Qué aporta lo teatral a la salud mental?

El teatro antes que a la salud mental, aporta a la política en estas democracias que nos toca vivir. Creo que las democracias y el capitalismo nos enfermaron a todos. El teatro aporta, no a la salud, sino a la libertad. Pienso en mi cuerpo en términos de equilibrio y desequilibrio y no en términos de salud. La salud necesita alguien más que la restaure, en el equilibrio tengo más poder sobre mí mismo.

El teatro ha aportado en el psicodrama, en el teatro espontaneo, aporta a la alegría de la gente. Es un acto muy noble hacer teatro, es de mucha exposición, de mucho riesgo, de exponerse a ser juzgado y poder convivir con el juicio de los demás sin temores. El teatro intenta aportar al equilibrio, o si se quiere, a la salud mental en la lengua de la cordura.

Y en mi caso particular tengo que decir que mi teatro le aporta un taller de primeros auxilios en salud mental, que consiste en enseñar técnicas teatrales para brindar primeros auxilios en situaciones de crisis emocionales.

¿Qué es la cordura para vos?

Es responder, es ser funcional al sentido común y a las necesidades que tienen el poder económico y político, lo cual implica obedecer y adaptarse a las injusticias sociales sin reaccionar.

¿Y qué es la locura entonces?

Alan Robinson dando un taller sobre primeros auxilios en salud mental.

Alan Robinson dando un taller sobre primeros auxilios en salud mental.

No hay una definición de la locura. La locura ni siquiera es el antagónico de la cordura. [Michel] Foucault intentó dar una definición pero creo que es incompleta, dijo que no está en la naturaleza pero yo creo que sí está. Algunos están pensando que la locura es el siguiente paso evolutivo en las películas de Hollywood. Quizás las ficciones estén anticipando alguna definición oracular de la locura.

Hoy en día creo que es importante plantear la locura no como una enfermedad sino como la capacidad de alucinar y delirar, y trabajar en las legislaciones el derecho a la locura y el derecho al delirio.

Hablando de legislaciones ¿Cómo ves el proceso de la ley de salud mental en Argentina?

Es una ley que está bien. Quizás fue demasiado pretensiosa para el momento cultural en que fue sancionada. O no se comprendió, o se comprendió y se resistió su aplicación. Quienes más la implementan, curiosamente, son abogados, trabajadores sociales, periodistas y usuarios.

¿Cómo pensás el problema de los profesionales que se pretenden portavoces de los locos?

Eso me resulta uno de los fenómenos más extraños…Comprendo más las creencias de un evangélico, las de un judío ortodoxo, comprendo más a una persona con creencias religiosas (que son fenómenos muy lejanos a mí) que a alguien que habla de la locura pero que no vivió la locura. Es una persona con una deformidad, con una desconexión interna, irreparable diría. Irreparable no, pero bueno.

Para acabar: ¿Tu impresión de Paraguay?

De Paraguay me impresionó el arte. Me llevo una gran impresión del arte en Paraguay. No sabía. Sobre todo la pintura y la escultura paraguaya me dejan una impresión muy maravillosa. Encontré impresiones artísticas que pensé que ya no existían en la humanidad. Una potencia, una fuerza,  una conexión con la leyenda, el mito, el mundo animal, el misterio.

Y me llevo también el valor de la dignidad indígena del Paraguay: aprendí el valor de la dignidad más profunda de una mujer indígena pidiendo limosna en la calle sin hablar, sólo con la mirada, sin hablar el idioma de la muerte que es el castellano.

Toca taxi y aeropuerto ya.

Nos despedimos con un abrazo donde deja una frase que me suena a deseo, a urgencia y a desafío: “Por una psiquiatría chamánica”.

[1]Columna Derecho al delirio por Alan Robinson – Paraguay. Extraído de https://www.mixcloud.com/charcodearena/columna-derecho-al-delirio-por-alan-robinson-paraguay/

[2]Este es un espacio colectivo que reflexiona sobre lo manicomial en nuestra sociedad, eso que se expresa en la segregación, la discriminación cotidiana, los rótulos y diagnósticos de la psicología y la psiquiatría, y el encierro, tanto físico como el que genera la hipermedicación, y que se despliegan sobre las personas por sus formas de hacer, de sentir y de pensar diferentes. Diferencias que se basan en la estructuración de un orden social sobre lo normopático, esa imposición que nos obliga -con diversos niveles de violencia- a adecuarnos a lo nombrado como «normalidad».

[3] Unipersonal actuado por Esteban Parola.

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