
10 Feb Entrevista a Leonardo Helou: «Las mascotas te recuerdan quién sos»
¿Le querés a “tu mascota”?: Esta entrevista es para vos. Probablemente uno de los temas centrales en los mundos urbanos contemporáneos sea el de “las mascotas”.
Para pensar y problematizar esto entrevistamos a Leonardo (o Leo) Helou, médico veterinario con especialidad en homeopatía y que trabaja con “el vínculo animal-humano”. Charlamos en su casa en una zona rural cercana a El Bolsón (Río Negro) en la Patagonia andina argentina asediada por los incendios.
E´a: ¿A qué te referís con vínculo-animal-humano?
Leo: Fue algo que comenzó a aparecer solo porque no es que lo busqué. Empecé a ver cómo los animales con los que convivimos resuenan con quienes somos y nos dan una devolución con cada acto, cada gesto, cada enfermedad, permitiendo que veamos qué nos pasa realmente, trabajemos con eso o los sigamos viendo como mascotas, eso depende de nosotros.
-¿A qué te referís con esa visión de “mascota”?
– “Mascota” alude a un objeto de buena suerte (etimológicamente). La relación con los animales ha ido evolucionando. Al principio, los animales estaban afuera. Los gatos, por ejemplo, se asociaron con el humano por su capacidad de cazar ratones. Incluso hoy, hay gente que dice que no hay que darles de comer porque “se achanchan y no cazan”.
Con el tiempo fue evolucionando este vínculo y pasaron a ser animales del interior del hogar con un vínculo afectivo de por medio, que se ajusta a la definición de mascota.
Pero ahora, con una vuelta de tuerca más, empezamos a ver que el vínculo va mucho más allá de eso y verdaderamente ellos nos van guiando, por fuera del lenguaje verbal, hacia nuestra realización. Lo veamos o no, lo queramos transitar o no. Esto ocurrió desde siempre, lo único es que ahora lo estamos viendo. Gatos, perros, caballos, cualquier animal que conviva con nosotros. Es más, lo podés ver también en animales de granja, donde el criterio del vínculo es más económico si se quiere. Así y todo, cada percance, cada situación con los animales son unas señales para que vos recuerdes quién sos.
– Hace tiempo vengo reflexionando sobre una especie de instrumentalización de las mascotas en función de nuestras dificultades para tramitar nuestros conflictos y diferencias humanas. Una especie de refugio o escondite que tiene un efecto de evitación, de aislamiento y potenciador de los conflictos humanos porque no enfrentamos ¿Cómo ves esto?
– Cada uno de nosotros se vincula con su animal desde el punto donde está desarrollado emocionalmente. El animal te permite explorar esa área. Hay gente que está muy bloqueada en lo social y va a depositar en el animal los temas vinculares que no puede actualizar en los lugares que les corresponden. Ese es el punto de partida. Si yo lo veo desde ese lugar, es totalmente válido. Y después lo abordás. Pero eso depende de cada uno, si yo no quiero y prefiero seguir creyendo que mi perra es mi novia, me voy a quedar ahí. Después la vida me va a mostrar que no es así, a los golpes. Nada cae en la locura o el delirio sin un feed back del exterior. Después, yo puedo reforzar mi postura, seguir y complejizarlo cada vez más, o parar en algún momento y decir “acá está pasando algo”.
Por eso vamos a ver muchos temas de humanización del animal, pero también esto encubre lo contrario: Hay mucha gente que, porque cree que al animal se lo está “humanizando”, necesita mantener una distancia emocional y es la contracara de lo mismo. Cada uno hace lo que puede, no es que esté bien o mal, pero por no querer ir para un lado nos vamos para el otro a veces, y tampoco es la solución.
Hay un aspecto del vínculo que trasciende lo racional y trasciende la especie, que es lo que nos vincula en profundidad con los animales y lo que nos da la posibilidad de reparar lo que tenemos roto. Ese es en el fondo el fundamento por el que un animal llega a vivir con determinada persona. Desde un plano que hoy no tenemos mucha idea de cómo opera. Nos trasciende. Yo lo puedo ver ahora en retrospectiva, analizando las historias que la gente me cuenta de cómo llegó determinado animal a su casa; de los caprichos del destino para que lo adopte una persona con la misma temática que tiene el animal.
Hay un orden que no lo puedo adjudicar al azar, pero que está muy lejos de la capacidad humana de entenderlo.
-Suelo usar el concepto de “sabidurías perras”: no solamente quedarnos en la lógica de cuidar a mi mascota, sino también dejarnos enseñar por esa sabiduría canina. Al estar tan concentrados en nuestros mascotismos, perdemos la posibilidad de inspirarnos en lo canino para nuestros desgastados vínculos humanos…
– Cada especie nos viene a enseñar algo, cada especie (vegetal, mineral, animal) tiene un mensaje para darnos y nosotros tenemos la tarea de integrarlas a todas en una realidad. Tampoco el ser humano es malo. El perro, particularmente, nos viene a enseñar el nosotros, el trabajo en equipo, la familia, la cooperación, los roles, las jerarquías. Eso es algo que el perro lo hace en forma pura, por eso nos lo está enseñando todo el tiempo en forma silenciosa. Nosotros creemos que el perro es “tonto”, que tiene “la inteligencia de un chico de dos años”.
Y el gato viene a complementar esta enseñanza (por eso son las dos especies que más conviven en el interior): cómo ser vos mismo y tener éxito desde tu individualidad. Porque son animales independientes que se las rebuscan muy bien solos, pueden vivir sin que el humano los alimente. Lo hacen con una maestría y una eficiencia muy diferente a la del perro.
Trascienden lo individual, trabajan con lo no resuelto del linaje: los animales constelan con esos temas y nos vienen a traer al presente, a correr todos esos fantasmas que heredamos. ¿Y cómo lo hacen? Siendo ellos mismos. Más fácil que eso no hay. A veces se contrapone con la dinámica de la casa, con mis temas, pero el perro, al ser él mismo, lo que está haciendo es tomar la vibración de la casa y devolverla como un espejo. Y esto es enormemente sanador per se, sin interpretaciones. Por eso hay tanta necesidad del compañero animal. Y cada uno lo hace de una manera única (esa es otra clave), no hay molde acá. Como terapeutas tenemos un mapa de cómo es, pero lo que realmente hace la diferencia es que vos lo ves en el momento de la sesión, no antes. Por eso el terapeuta, en este contexto, es parte de la sesión, y necesita recibir esa información también. El terapeuta está reparando su propia historia, cuando se coloca en ese encuadre (que tampoco es fácil). Ese es el contexto en el que yo trabajo.
-¿Cómo es ser un veterinario homeópata?
–La homeopatía es un sistema médico, como la acupuntura o el ayurveda, que maneja un criterio diferente y a veces casi opuesto al de la alopatía, que es el anti: la mayoría de los remedios empiezan con “anti” o “an” que quiere decir “contrario”. No es que esté mal, sino que tiene un plano de influencia muy superficial; a veces va a ser necesario suprimir los síntomas para que el paciente pueda vivir, pero sabiendo que eso no resuelve el conflicto que llevó a que el organismo genere determinada enfermedad. La homeopatía se ocupa del paciente, no de la enfermedad; de liberar al conflicto que llevó al paciente a hacer la enfermedad. Yo me especializo en ese tema como una de las patas del tratamiento, no es que hago homeopatía pura. La otra parte del tratamiento que para mí es muy importante, es la comprensión que pueda hacer la persona de lo que le está pasando al animal, que no es otra cosa que lo que le está pasando a ella misma. La parte que no se ve. Hay un acceso al inconsciente que tienen los animales en forma directa y muy rápida. Pero está en otro lenguaje que no es el verbal (justamente pueden entrar ahí porque puentean el lenguaje verbal); y resuenan con lo que le está pasando a la persona de manera directa. Después viene el trabajo de traducir esa información al lenguaje humano y eso es lo que hace el terapeuta.

“En el bosque” fue su respuesta cuando el autor le pidió una foto que represente lo que el entrevistado cree.
-Desde este paradigma con el que trabajás, ¿qué sugerirías para el vínculo animal-humano? ¿Cuáles serían los aspectos que resaltás?
–Cuando tenés un conflicto con tu animal, el “qué” es lo que el animal me trae. Si rompe el sillón no es que yo tengo que hacer lo mismo, pero sí hay un símbolo de lo que yo tengo que romper. El “cómo, cuándo, dónde” sí lo tiene que poner la mente racional humana. Pero no invertir. Nosotros creemos que el “qué” (lo que el animal tiene que hacer) lo sé yo. Y en realidad no lo sabemos. Nuestra capacidad de entender las situaciones es muy limitada desde lo consciente y el animal nos trae una sabiduría que nos conecta con el presente. Muchas tradiciones nos enseñan que el presente es el lugar donde reparamos. Ahí es donde yo tengo que ver al animal como un maestro. Es muy difícil porque tenemos siglos de evolución pensando que nosotros somos los que sabemos, y el animal, “pobrecito, yo lo cuido”. Esa es la veta natural de la mentalidad patriarcal que heredamos. Y no nos tenemos que rasgar las vestiduras por eso porque todos tenemos rastros de esa mentalidad. En la relación hombre-mujer está más fácil de ver, pero tiene un montón de aristas, y una es la relación ser humano-naturaleza que reproduce el modelo de una manera que tenemos naturalizada: “yo sé y tengo que educar al animal que no sabe”.
-¿Qué sería lo revolucionario para esta época desde estas reflexiones?
–Ver si podemos reconocer que todo lo que nos pasa no es otra cosa que nosotros mismos. No es mío el concepto, lo tomo porque me parece real. Nosotros cuando llevamos un animal al veterinario vamos con la idea de que le está pasando algo que tiene que ser curado (en él). El veterinario hará lo mejor que pueda. Pero cuando yo empiezo a rastrear lo que la situación del animal le está trayendo a la persona, y la persona puede ver que eso es, en realidad, la emergencia de sus propios temas, yo invito a la persona a sentir lo que está sintiendo el animal (yo actúo como traductor en ese momento). Y entonces cuando la persona logra sentir lo que le está pasando al animal, que es lo que ella tiene reprimido, no es otra cosa, y puede ponerse en el lugar del animal, ese paso es clave. Y eso es revolucionario. Nosotros siempre creemos que somos los cuidadores de los animales, los que adoptamos, los benefactores. Ahí lo único que reedito es ver en el animal lo que no puedo ver en mí. Yo lo vuelco en él para no verlo en mí porque eso implicaría hacerme cargo. Cuando yo puedo verme en el animal y reconocer ese “pobrecito”, habilito el empezar a ocuparme de mí. Ya no veo al animal como la fuente de mi problema, sino como el compañero de un camino que transitamos juntos. Eso para mí es revolucionario.
*Psiquiatra clinitario. Antropólogo social. Investigador.
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