Cuatro dispositivos de poder de la Economía de la Atención en internet

Por Arístides Ortiz Duarte

 

Hay un recurso que cada vez es más escaso. Un recurso natural del cuerpo que va ausentándose progresiva y aceleradamente  en los últimos 20 años.

Casi la mitad de la población del planeta, la que vive en internet, padece la poca o mala presencia de este recurso. Se fue de nuestro interior –la atención interna. Lo tenemos muy poco en nuestra relación cotidiana con nuestros hijos, parejas, madres y amigos. Y también va quedando poco y en mal estado en nuestras tareas laborales.

El principal dispositivo de poder en la red es, hoy, la atención; mejor dicho, la seducción, la manipulación sico-emocional y la captura de la atención de miles de millones de usuarios de la red.

Es decir que la escasez de nuestra atención para nosotros, para nuestros objetivos e intereses de vida, se debe a que el Poder –invisible todavía para la mayoría absoluta de los que vivimos en internet- se la está llevando para sus fines, para sus intereses.

Según Byun Chul Han, el filósofo surcoreano, somos víctima de una “violencia neuronal”. Esta violencia a un mismo tiempo sutil y agresiva consiste en la captura de la atención perpetrada por el soporte digital, por la pantalla, sea esta pequeña mediana o grande. Los silbidos, las alarmas, los timbres, las luces, los chillidos, la música que saltan de las pantallas son los cantos de sirena que nos seducen y hacen que metamos nuestras cabezas en ella. Una vez aquí, fascinados, excitados, con 8 o 10 ventanas o sitios abiertos, saltando de un sitio a otro, comenzamos a ser devorados por el Poder. Según estudios realizados por las propias plataformas de redes sociales, en el lapso de 1 día podemos desbloquear y bloquear nuestros celulares un promedio de 80 veces, o ver, de corrido, una temporada de 10 capítulos de una serie de Netflix durante 8 horas.

Los segundos, minutos y las horas que nuestra atención se posa sobre un sitio -web, medio digital, blog o red social-, se monetizan. Hacen mucho dinero con nuestra atención. Y la prueba es que Jeff Bezos, el dueño de la plataforma Amazon, tiene una fortuna valuada en 131 mil millones de dólares. No lejos en sus fortunas le siguen Marc Zuckenberg, dueño de Facebook y Wasap, y Larry Page, dueño de Google.  Y es que somos nosotros mismos, sin coacción ni coerción alguna, los que damos a las grandes plataformas nuestros datos y nuestra información sentimental, ideológica, lúdica, patológica, nuestros miedos y nuestras iras. Estos bio-datos volverán luego a nosotros en forma de publicidad y mensajes personalizados. Porque hay un internet para cada uno de nosotros. Es decir, hay millones de internet, cada uno adaptado a su consumidor, gracias a las técnicas y las herramientas de la micro-focalización.

Dos consecuencias preocupantes tiene la violencia neuronal, la del saqueo de nuestros datos: la atención fragmentada, dispersa y superficial que produce la pantalla -mejor dicho, las manos que se mueven detrás de la pantalla- va dis-capacitando cada vez más al ser humano para la atención larga y profunda, para la actitud contemplativa, la fuente de la creatividad, los conceptos y el pensamiento complejo y simbólico. La llamada actitud multi-tarea, tan valora por la cultura digital, solo permite, a un mismo tiempo, realizar tareas operativas, sencillas. Las últimas investigaciones de las universidades más prestigiosas del mundo, son concluyentes: toda tarea que implique un esfuerzo cognitivo, no puede hacerse a la par de ninguna otra tarea operativa. Leonel Messi no podría dejar atrás a varios adversarios y meter un gol si, durante la jugada, hace una pausa y habla por celular. O una maestra enseñar a sus alumnos mientras mira la pantalla de su tableta.

La otra consecuencia poca grata son las enfermedades mentales, algunas nuevas, otras ya conocidas, a las que contribuye, condiciona o agrava  la pantalla. Los sicólogos, siquiátras y los neuro-científicos últimamente, saben que una mente inquieta, agitada y acelerada es víctima fácil de la ansiedad, la angustia, la depresión, los trastornos por déficit de atención e hiperactividad, el estrés por sobrecarga de trabajo, la bi-polaridad o la sicosis. Esta consecuencia también ya ha sido confirmada por decenas de investigaciones científicas. La frenética y obsesiva inclinación de nuca para desbloquear y bloquear nuestros celular entrena al cerebro para una atención fragmentada, lo que genera ansiedad; imaginar la posibilidad de perdernos de algo mientras no estamos mirando la pantalla, genera angustia; estar horas y horas dentro de internet genera aislamiento y soledad y pérdida de empatía, al disminuir nuestro tiempo de relación con otro ser humano.

El segundo dispositivo básico de poder en la red son los algoritmos y la llamada “inteligencia artificial”. Estos dos son los que rastrillan la red y recogen nuestros bio-datos, nuestras informaciones de vida, las ordenan, las clasifican, las segmentan en mínimos. Estas especies de robot, los algoritmos, unos más simples, otros más complejos, que se complementan, son manejados por humanos; humanos que luego venderán nuestros datos como perfiles de consumidores a las industrias alimenticia, farmacéutica, turística, de entretenimiento, automovilística…etc, y como perfiles ideológicos a los partidos políticos y candidatos electorales, a los estrategas de las campañas en las elecciones, a los servicios de inteligencia de los estados.

Estamos hablando del negocio que se denomina  minería de datos (Data minning): la extracción de datos a través de la puerta de entrada al cerebro: la atención, y su venta al mercado. Todo lo extraído será exquisitamente procesado –como si se sacara petróleo de lo profundo de la tierra para luego ser refinado- por las técnicas y tecnologías de la micro-focalización (Microtargeting), las que diseñan los perfiles de consumidores e ideológicos, con los que se elabora la publicidad de los productos de las empresas y la propaganda de los políticos.

El tercer dispositivo de poder es una ideología: la de la absoluta transparencia de nuestras vidas. La hiper-comunicación, la entrega de nuestra intimidad a la red, la exposición casi pornográfica que practicamos en internet, es hoy casi imperativo y está siendo estimulada y alentada por el poder en la red, porque esa hiper-comunicación que nos transparenta le dará lo que quiere: nuestros BIO-DATOS, que queda claro es el cuarto dispositivo de poder en la red

Los cuatro dispositivos, citados en este texto, se articulan y actúan como un conjunto dentro de lo que se llama la Economía de la Atención, en la que el acceso a los datos e informaciones es gratuita; gratuidad que se carga a cuenta de la atención limitada de los usuarios de internet. Atención por la que se disputan ferozmente las grandes plataformas y empresas que están dentro y fuera de la red.

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