De la lucha armada antidictatorial a la salud mental hoy: Entrevista a cuatro revolucionarios

Por Agustín Barúa Caffarena[1]

 

«Quiso volar igual que las gaviotas,
libre en el aire, por el aire libre
y los demás dijeron, «¡pobre idiota,
no sabe que volar es imposible!»».

Alberto Cortez, Castillos en el aire.

 

En estos días se volvió a hablar de stronismo y terrorismo de Estado a partir de la sentencia en primera instancia de Eusebio Torres, señalado como uno de los más crueles torturadores.

Esto posibilitó concretar un viejo deseo: escuchar las reflexiones de -como se auto denominan- las y los luchadores anti dictatoriales, sobre temas de la salud mental paraguaya hoy.

Conversamos con Waldina Soto, Teresita López, Carlos Fontclara y Emilio Barreto. Cada quien hizo resistencia a la dictadura desde organizaciones revolucionarias; vivieron el secuestro, la tortura, la prisión, el robo y la estigmatización.

Aquí leeremos, a partir de sus experiencias, sus reflexiones sobre grandes temas en la salud mental actual: la normalidad mental, las drogas químicas, las conductas suicidas y las violencias.

E’a: El eje para conversar es salud mental – Paraguay – presente, desde la experiencia de ustedes ¿cómo discuten la normalidad mental? sobre todo para personas como ustedes, tan calificadas como “anormales”.

Teresita López: Creo que por mucho tiempo no hablamos de la normalidad de nosotros después de nuestra lucha anti stronista. Hoy a través de mis hijos puedo hablar y ellos, gracias a este momento que estamos pasando, de este juicio a un torturador, ellos han logrado hablar de cómo me veían a mí y a su papá Carlos. Y ellos se ríen hoy diciendo: “¡qué gusto ser los hijos de ustedes!”. Esto me lo dijeron ayer Lorena, Laura y otra hija, “porque creíamos que ustedes estaban locos y no los entendíamos. Desde nuestro rol de hijas no podíamos entenderles. Hoy nos gusta reírnos de los juegos que hacíamos cuando niños que ustedes nos enseñaban a saltar en la cama y gritar ‘¡policía, pyragüe[2]!’”.
Creo que la normalidad para mi pasó por mantener una línea de cero posibilidad de admitir la dictadura, cero posibilidad de admitir la tortura, y ser muy radical. Yo soy muy radical. Y creo que sí, que rotulamos mucho. A mí me rotularon mucho, mi familia me rotuló mucho, y hasta ahora, hace una semana, me seguía rotulando, pero he podido dimensionar desde mi lo que soy. De los rótulos, aunque te aplasten, tenés que salir porque son solo eso: rótulos.

Waldina Soto: No sé por dónde empezar. Pero yo nunca empecé, sino que dejo que fluya porque nunca creí (y nunca me enseñaron a) ser vertical, de arriba y de abajo. No. Nunca. Aprendí en el campo de Carapeguá, en un lugar llamado Cerrito. Carapeguá se dividía en tres clases sociales. Primera clase: en el pueblo (donde estaba mi familia de parte de mi madre, que eran los “tutis”). Segunda clase: un poco más allá. Y yo estaba en la tercera clase: agricultores, analfabetos, pero totalmente cultos para mí. Ellos me enseñaron solamente para amar: “Solamente en la vida tenés que amar y tenés que dar todo lo que podés, dar al que necesita, y no tenés que recordarte a quién le diste. Da y olvidate”.
Y cuando llegué, a los 6 años, tuve que entrar ya en el colegio, mi padre dijo: “ya tiene que volver, ya habrá aprendido la cultura paraguaya”, dijo mi papá, un obrero pocero, muy culto (pero cuarto grado nomás tenía); héroe del Chaco. Iba a ser condecorado por [Alfredo] Stroessner; se fue y le dijo: “no acepto de ti, vos nunca me podés condecorar porque sos un dictador”.
Cuando caí presa en Emboscada, él un día se fue a visitarme. Él iba a entrar nomás y el guardia le dijo: “Va a pasar, pero nosotros le tenemos que acompañar”. Cuenta papá que por su espalda sintió el fusil, entonces se dio la vuelta y le quitó el fusil, y entró él con el fusil (ríe). Ese fue un día memorable en Emboscada. Y dijo: “Yo vengo a visitar a mi hija, y la voy a visitar porque ella tiene mi sangre y no acepta la dictadura. Nosotros somos obreros pero libres”.

Yo amo la locura, yo me enamoré de la locura. Yo no soy cuerda, pero creo que soy sensata. Pero yo quiero sostener esa libertad interior que tiene el ser humano.

Carlos Fontclara: La normalidad mental. Todo esto me llevó a analizar mi infancia y juventud. Mi viejo era un tipo libertario. Él te marcaba los límites y dentro de esos límites vos podías hacer lo que te cantaba las pelotas. Yo siempre menciono algo que a mucha gente le da gracia, yo me crié en un barrio de putas y borrachos: el puerto. De changadores y obreros. Tuve siempre una relación tan fraternal, yo caminaba por la calle Benjamín Constant donde estaban todos los quilombos, y todas las putas a mí me saludaban. En esa dinámica, yo crecí en ese espacio de libertad, que después yo traduje a lo que me pasó en Investigaciones. Cuando yo caigo, dije: “Tere [su esposa en ese momento] no existe, mi hija no existe, papá no existe, mi familia no existe. Soy yo solo, y yo tengo que sobrevivir a estos hijos de puta. Y tengo que salir lo más sano posible mentalmente de acá, me pueden sacar un brazo, pero la cabeza no me van a sacar”.

Y ese posiblemente fue el norte de esos dos años que estuve. Y que después se tradujo en lo que mucha gente me dice: “pero no se nota que a vos te torturaron”. No, porque primero luego que yo les desafiaba. Le escupía, me pateaban, le desafiaba. Terminó siendo casi, casi, un divertimento desafiarles a los tipos. Hoy ellos a nosotros no nos pueden mirar a la cara, nosotros sí le podemos mirar a ellos. Y esa es una diferencia fundamental. Ellos se cagan en las patas cuando nos ven a nosotros porque nos ven enteros. Y eso para mí es uno de los triunfos. Anoche me encontré por segunda vez con una persona que me reiteró algo y me dijo: “nunca nadie de todo tu movimiento y de los otros movimientos asumió que ustedes estaban en la lucha armada. Sos el único que expresa públicamente que ustedes estaban en la lucha armada”.

Emilio Barreto: Provengo de una familia muy perseguida. Mi padre, Gerónimo, desaparecido en la Argentina, y un hermano, buscándole también desapareció.
Nosotros como paraguayos y paraguayas tenemos una historia muy fuerte, muy pesada. Primero, no se superó la Guerra de la Triple Alianza: mi bisabuela, según me contaron, fue sargento lancera en la Guerra.

Cuando fui secuestrado, después de pasar todas las torturas en [Departamento de] Investigaciones, nos llevan a la Guardia de Seguridad. Un día nos dicen “desde mañana los más jóvenes y los más fuertes van a ir a romper piedras en la cantera de Tacumbú”. Le dije a mis compañeros que estaban en la cuadra que yo no iba a ir a romper piedra. Cuando pasan lista, diecinueve jóvenes nos negamos. Entonces nos llevaron castigados y nos meten en un sótano sucio debajo de la cocina. Había cucarachas, ratones, alacranes. Una de las puertas miraba al barranco que, cuando llovía mucho, nos entraba agua, sapos, culebras. Teníamos que dormir por turnos porque era muy chiquitito el sótano.

Ahí Derlis Villagra[3] me dijo: “Emilio, acá vamos a volvernos todos locos. Tenemos la obligación moral de contenerle a los compañeros”. “¿Y qué hago yo acá?”, le dije. “Acá vas a cantar, vas a recitar”. Teníamos que contar chistes, contar cuentos. Como se nos terminaba el repertorio, comenzábamos a inventar cosas. Éramos “best seller” en contar mentiras. Mávapa la ijapukuaave[4].

Eusebio Torres condecorado por el gobierno de Horacio Cartes en diciembre de 2014

E’a: Un gran tema que tenemos son las drogas químicas. ¿Qué tienen que decir sobre esta cuestión?

Teresita López: Tengo una frase: el piso es lava. Es un jueguito que hacen los niños desde hace 6 o 7 años en el colegio. Y tenés que salir del piso. Yo creo que hoy la sociedad es lava para todos.

Y que la droga debe ser muy respetada porque es su compañía hoy en día. Yo creo que ellos sobreviven a este piso-lava con la droga. También me gustaría ver a los personajes que se dedican al tráfico y que metieron mucho la droga en nuestro país con mamelucos naranja del país del norte, los querría ver encerrados. Sé que con eso no se corta.

Y la tercera cosa es que tenemos que esforzarnos en hacer cobijos. Creo en los cobijos, los cobijos barriales y otros, para traer al que está con la droga. Creo que no hay que expulsar al que está con la droga, hay que cobijarlo.

Carlos Fontclara: Creo que el tema de las drogas es el reflejo de una sociedad que no tiene norte. Refugiarse en ese tipo de cosas es la falta de una perspectiva. Que posiblemente viene dada por la enfermedad que tiene la sociedad de no generar espacios para que la gente pueda desarrollarse. Y ese no generar espacio es coartando libertades. Si hacemos historia rápida, [Salvador] Dalí y compañía eran todos locos. Eran tipos con una generación de ideas terrible pero dentro de espacios de libertad. Esos espacios de libertad son los que hoy están coartados.

Y además, la alienación viene dada por los medios de comunicación que lucran con ese tipo de cosas.

Quiero agregar un detalle. El camino más corto para llegar al éxito económico hoy es la droga. El consumidor se convierte en traficante. Ese es un elemento que viene de la mano de la falta de oportunidad.

Waldina Soto: Pienso que la droga es algo que hay que exterminar, pero no estamos preparados. Porque la droga implica poder y riqueza… Tenemos que atacar solamente las causas, es decir los narcos que dominan el mundo. Tenemos que estar atentos a nuestra realidad actual.
Le veo al planeta, así como Mafalda, muy enfermo. Pero hay una naturaleza tan viva que no muere, los árboles crecen, los niños nacen.

Hacer de a poco, pero comenzar a hacer. No importa qué, después le daremos nombre. Optar primero por la vida. Yo creo que al planeta hay que salvarlo. Y estas cositas son las que salvan. Le digo cositas porque estamos cinco pelagatos, diría con sinceridad. Porque ni una marcha en este Paraguay estamos logrando. ¿Cómo nosotros le vamos aceptar a [Santiago] Peña? La única que habló fue Delicia Villagra, la hermana de Derlis, que le trató de ignorante y sin escrúpulos.

Emilio Barreto: Para mí la droga es un escapismo. Hay tantas necesidades. Este es un Estado fallido. Parece ser que las mujeres en Paraguay están más interesadas en nuestra sociedad que el varón que tiene para escaparse el partido de fútbol, el sistema le puso donde mirar y distraerse. Mientras que la mujer se preocupa por el pan diario y cómo va a hacer para darle de comer a las criaturas. El Estado no responde a las necesidades. ¿Entonces, qué le queda al paraguayo?: Nada. Los jóvenes de catorce para arriba no tienen la formación intelectual necesaria para decodificar lo que está pasando. Los medios de comunicación esconden la realidad. Y nosotros estamos sobre el filo de la Tercera Guerra Mundial.

 

E’a: Tenemos cifras importantes de suicidios en Paraguay. Tenemos suicidios encubiertos que no se nombran como suicidio, pero son conductas autodestructivas. Tenemos mucho sin sentido. Hay mucho tanatismo (conductas de destrucción)… ¿Cómo lo piensan?

Teresita López: Vivimos todos en una situación de estrés. Cuando el estrés se convierte en trauma, o hay un trauma profundo, disociamos nuestro cuerpo del alma.

Estos chicos que se suicidan o hacen actos contra su propio cuerpo como meterse rayas hasta llegar a convulsionar, hacer sobredosis, están pidiendo que se les deje vivir su chifladura. Y no que se les ponga vestidos de cordura.
Yo creo que la salud mental, como decía Víctor Fanego[5], “no es cosa del chico, no es cosa de vos, no es cosa mía, es cosa de todos, es del colectivo”. Uso la palabra cobijo (y la he registrado): los cobijamos colectivamente o seguiremos teniendo suicidios.

Waldina Soto: Yo tengo una hermana menor que se suicidó conmigo. Yo salí recién de Emboscada y me llama ella y me dice: “quiero que vengas porque estoy por irme”. No soportó la cotidianeidad. Había en el patio un pozo de agua. Cuando llego a la casa ella estaba con mucha ansiedad, no se quedaba quieta. De repente escucho que abre la tapa del pozo. Me voy y le digo: ¿qué vas a hacer? “Dejame hermanita, estás tan flaca que no me vas a poder sujetar”. Y se lanzó. No le pude sujetar. “Esta vida que llevo no merece vivirse”, me dijo. Allí me recordé de mi padre que un día me dijo “cuando seas grande vos tenés que estar en contra de los Estados Unidos. Tenés que prepararte y estar con el pueblo. Y mucha gente se va a suicidar. “¿Qué es el suicidio, papá?”, le pregunto: “Es la osadía de los cobardes y la cobardía de los valientes”.

Carlos Fontclara: El suicidio viene en gran medida por la presión social. No les voy a decir que yo no descarté alguna vez suicidarme. Una vez un amigo me dice: “¿Por qué lo que vos estás tan oprimido?”. “Le debo hasta al almacenero”, le digo. “Que se vaya a la puta el almacenero y que se vayan a la puta todos a los que les debés. Viví tu vida y que se jodan los otros. Porque vos estás viviendo en función a mantener tu imagen, y tu imagen no pasa por no poder pagar deudas”. ¡Con qué sencillez estaba definiendo algo que realmente tiene mucho valor!
Además, nosotros somos sobrevivientes a situaciones extremas y no podemos darnos el lujo de suicidarnos. “Tenemos mucho por hacer”: esa es una consigna que hay que ponerse.
Hablando con uno de mis hijos, me dice “¿qué te vas a poner a emprender a esta edad, estás por cumplir 70 años?”. “Me chupa un huevo”, le dije. “Yo no me siento con 70 años, y me siento capaz de seguir emprendiendo”.

Emilio Barreto: Cuando falleció mi señora hace dos años fue el momento en el que pensé en suicidarme. Yo saqué el revólver y puse en mi camino. Mi hijo encontró y escondió. Los cuchillos de la cocina también escondieron. Yo no podía entrar en el dormitorio. Después de un año volví a dormir en la cama matrimonial. Ese fue un momento terrible. Hasta que después llegó una amiga y me dijo “salí de acá, no te quedes”. Ella me sacó.

No vale la pena suicidarse. Y estoy de acuerdo con Carlos, emprender. Todo el día hago algo. Estoy plantando cosas, pensando. Emprender en cualquier momento, no jubilarse. Plantar árboles frutales en las plazas. Antes de suicidarme, prefiero ser un asesino del sistema, no de mi vecino.

E’a: ¿La violencia?

Carlos Fontclara: Para mí la violencia está interpretada directamente por esa falta de proyecto. La gente hoy, hablando bien en cristiano, no hay pija que le calce. No saben qué quieren. Está el tipo que hizo todo el esfuerzo para comprarse un auto, detrás del auto se fue y metió tanta plata como el auto para ponerse un parlante para escuchar cualquier tipo de música. No tiene proyección de vida, ese es su límite. Y a partir de esa frustración generan la violencia. Y esa violencia se interpreta de diferentes formas. Y la violencia más sutil es la del Estado, que te están liquidando día a día con sus comportamientos.

Dicen que la violencia genera violencia. Cuando nosotros decidimos emprender la OPM[6] fuimos conscientes de que el método era violento. Pero era una violencia que respondía a otra violencia. A una violencia estatal y que nuestra violencia era ciudadana, del pueblo. Lo que dijo Waldina, con amor.
Mucha gente nos pregunta “¿Ustedes nunca sintieron ganas de matarle a los torturadores?” No, porque yo con eso les iba a condecorar a ellos. Y el que iba a terminar preso, con razón, era yo. Ellos viven con esa violencia en su cabeza.

Emilio Barreto: La solución de los conflictos no es la guerra. Nosotros tenemos el don de la palabra y lo que tenemos que tratar es de negociar la diferencia, administrar la diferencia, para buscar el punto intermedio para convivir. Tratar de nivelar las relaciones para no llegar a la violencia.

La violencia se genera a partir de la propia sociedad, del propio sistema, porque no te da una oportunidad donde tu talento se pueda desarrollar. Todos tenemos talento, pero no nos dan oportunidad. Aquel ser humano que tiene un trabajo y que puede llevar el pan a la mesa para compartir con su familia, es una persona tranquila. La gente se vuelve violenta: la calle está con baches, hay montones de hechos que parecen pequeños que nos afectan, el policía que te coimea, la persona que vos le pedís un servicio también quiere sacarte cosas.

Nosotros todavía no recuperamos como sociedad toda la memoria y tenemos que ir recuperando.

Waldina Soto: No es el sistema, nada que ver con el sistema: es que Paraguay perdió su valentía, vive de ilusiones, de imaginaciones. Ni siquiera la historia le interesa. Se acobardó. No hay valores. Se perdió la humanidad. No hay vecino, no hay hijo, no hay niñez, no hay papá, no hay mamá, no hay honradez, no hay coherencia, ñañe´erei pa[7], ñande japu[8], y queremos ser el número uno y la numeración empieza de cero. Tenemos que ser más cero, redondos, dialécticos.

Y cada uno oplataséma[9]. ¿Dónde está la solidaridad del pueblo? ¿Mba´e piko he´ise[10] la liberación? ¿Cómo se va a recuperar el Paraguay si no reconocemos que ñande harangánpa[11]… Esa es para mí la realidad de hoy.

Para mí es un guía el Doctor [José Gaspar Rodríguez de] Francia, que por testamento dejó de cobrar su sueldo. Pero “ha´e ñaña[12].

Para mí no existe la violencia, lo que existe es la hipocresía, la omnipotencia. Cada uno che ndese[13], como dicen.

Teresita López: Este momentito de hoy es recuperar algo que llamo “el cariciómetro”. Yo nomás inventé. Y yo me calibro: cuántas caricias recibí hoy. Yo creo que es muy importante este espacio, siento la caricia. Entonces me pone en perspectiva con mis pacientes que necesitan caricias. Y que, es cierto, luchamos, nos pegaron, todo lo que quieras, pero hoy encontrarme con ellos para mí es lo máximo. Me pone a mí en perspectiva de preguntarme qué yo hago, no que yo hice y abatirme. Me pone en mi lugar, en mi aquí y mi ahora. Esto soy.

[1] Psiquiatra placero. Antropólogo social. Investigador en Salud mental comunitaria (UNP).

[2][2] Guaraní. Nombre que se daba a la policía que hacía sobre todo tareas de espionaje y vigilancia, durante la dictadura stronista.

[3] Desaparecido durante la dictadura stronista. Fue Secretario General de la Juventud Comunista Paraguaya.

[4] Guaraní. Quien sabe mentir mejor.

[5] Psiquiatra paraguayo fallecido.

[6] U Organización Primero de Marzo. Fue una organización clandestina que intentó una resistencia armada a la dictadura stronista. Fue desarticulada en 1976.

[7] Guaraní. Hablamos sin fundamento.

[8] Guaraní. Somos mentirosos.

[9] Guaraní. Quiere dinero.

[10] Guaraní. ¿Qué significa la…?

[11] Guaraní. Somos todos haraganes.

[12] Guaraní. Él es malo.

[13] Guaraní. Literalmente casi no se puede. Se refiere a la personalidad egocéntrica, de querer ser siempre solo él.

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