Chango Spasiuk y Sixto Corvalán en El Cántaro, Aregúa: «Las buenas ideas surgen de la necesidad»
El Cántaro BioEscuela Popular celebró, la semana pasada, 17 años de existencia sostenida en el hacer comunitario.
El jueves 15 de agosto la comunidad de El Cántaro nos brindó un hermoso regalo, la visita de El Chango Spasiuk, quien, junto con el arpista Sixto Corvalán, mantuvo un diálogo con la gente y brindó un concierto para alrededor de 400 personas.
Aquí, una aproximación vivencial a lo que fue.
El mensaje salvador de Marie llega a eso de las 10 de la mañana: «¿Vas a Areguá?». «Sos un ángel», le digo, pues contar con un vehículo seguro me da tiempo de dormirme un poco más. La gira del miércoles con sabor a viernes había estado intensa.
Se suma Adri. Salimos a las 2 del 15 de agosto, feriado nacional. Fundación de Asunción. 70 años de la asunción formal de Alfredo Stroessner, del inicio oficial de ese régimen. Huimos de las festividades casi patrias y viajamos hasta el bosquecito de El Cántaro.
Tras la conversa de viaje y unas chipas deliciosas de aguante, llegamos media hora antes del horario anunciado para la charla. Lo aprovechamos para pasar al bosquecito, que no es un lugar separado ni distante de la escuela, como creía, sino la continuación, como el patio de al lado, de ella. Hace como tres meses que iniciaron los trabajos de edificación y hoy está en pie ya un bellísimo salón levantado a muchas manos, de manera colaborativa, de bioconstrucción, colorido, divertido, de hermosa iluminación.
Después de unos matecitos y saludar a la gente conocida, volvemos al salón donde ya varios más se ubican para esperar al Chango. Y así nomás, sin tantas vueltas, saludan Joe y Gustavo y ya están ahí sentados Sixto Corvalán, paraguayo, arpista de renombre internacional, y El Chango Spasiuk, argentino, acordeonista, también de reconocida trayectoria.
Lo que pueden unir las palabras y la música
A los niños y niñas de la escuela se los ve atentos y participan activamente de la charla. Lolita, hija de una artista de la comunidad, es la primera en preguntar.
Las preguntas de los chicos tienen que ver con el hacer música, con el cómo componer, las aproximaciones primeras al instrumento, le preguntan como se pregunta a un maestro.
El Chango es gentil, abierto, enseña su forma de ver y vivir con palabras que salen del corazón.
Sixto también responde preguntas de la gente. Nos cuenta que el primer tema que aprendió a ejecutar es Tupãsy del campo y nos lo comparte. Tema, respuesta, música, palabras, se intercalan en el diálogo.
El Chango dice que quien se hace compositor lo hace «por la necesidad de expresar el propio mundo».
Habla del ejercicio de componer como de un lugar de juego, casi. No brinda fórmulas, habla de buscar la sonoridad que resuene en uno, en su sentir, en su momento, que no se trata de estilos. Nos enseña la composición que dedicara a su padre y las que elaborara para sus hijas (tres, una para cada una).
Sixto comenta el reto que se propuso al componer un tema, cuyo nombre no recuerdo, que nos lo interpreta por completo para terminar de explicar. Pirĩ.
Son tantas las cosas que dice El Chango. Habla de la música como un lenguaje del corazón: «La música es una experiencia emocional, las palabras quedan en la superficie», diciéndonos que allí donde las palabras resultan ineficaces para explicar, la música transmite. «Es como el amor, no se puede explicar». «Lo que pasa en el corazón de cada uno es intransferible».
Nos habla del amor como fuerza propulsora. Dice que hay que amar lo que se hace o más bien que si se ama lo que se hace, la vida es posible en la felicidad: «Ese estado del corazón lo estás buscando todo el día», el amor en las cosas que hacés.
Nos cuenta también sus anécdotas de cuando se enamoró del acordeón, de niño, de cuando iba a estudiar con una profesora que no le dejaba tocar el instrumento, que sufría al verlo arrimado en un rincón mientras él sólo deseaba tocarlo. Esta profe, inclemente, sólo le enseñaba a solfear. Hasta que le rogó a su padre que le comprara un acordeón. Entonces, cuando lo obtuvo, se pasaba todo el día con él, dormía con él, comía con él, trepaba a los árboles con él, lo olía, lo abrazaba.
Nos dice que fue aprendiendo por imitación, en un tiempo en el que no había youtube ni ipodes. La curiosidad y la fascinación por el instrumento le ayudaron. Cuando volvió junto a su profe, le mostró lo que había aprendido a hacer.
«La música está completamente relacionada con la vida», nos dice, en otra de sus tantas frases para libros, cuando le preguntan qué piensan sobre la relación entre el artista y el compromiso social.
Y es un poco como va hilando su enseñanza, una trama donde teje las palabras sobre la música, el amor, la vida, el arte, la inspiración, la belleza, el hacer colectivo. «La belleza y la felicidad se hacen en colectivo, no se hacen individualmente».
«Tienen que erradicar la palabra fracaso. No existe el fracaso, existe la experiencia», nos dice, en el momento en el que aborda la idea que se tiene sobre la inspiración del artista. «Algunos dicen que hay un duende de la inspiración. No hay duende, lo que hay es trabajo». Y agrega: «Refinamiento de tu mundo emocional (le llamaría, en lugar de inspiración)».
«Las buenas ideas surgen de la necesidad, del hambre», dice, refiriéndose al hambre de expresar y crear.
Tanto Sixto como El Chango son también atentos con el público. Como cierre, ejecutan un tema con los alumnos y alumnas de música de la escuela.
Un concierto en el bosquecito
El clima de compartir en El Cántaro es tan natural que no sorprende, luego de la charla, encontrarse con El Chango sentado afuera, fumando un cigarro y compartiendo con quienes se le acercan.
Va llegando más gente para el momento del concierto y para las 18.30 ya todos los asientos se ven ocupados. Parece que este concierto será puntual, nos decimos con Marie y Adri. Y es así.
Somos más de 400, cuenta Joe, y vemos de vuelta a El Chango y Sixto, acompañados ahora por Marcos Villalba en percusiones y guitarra.
Desde la charla El Chango deja en claro su gusto por los mangos. Lo reitera ahora que el escenario se ubica debajo de un árbol de… Mango gúype, le replica la gente.
Los temas se suceden y el público participa con una atención mezcla de respeto y admiración. Temas de El Chango, algunas polkas paraguayas y temas de Sixto, se intercalan y ofrecen un espectáculo encantador. Personalmente, el tema Misiones de El Chango me transporta. Sixto Corvalán se destaca en la interpretación de sus temas.
Los niños corretean por el fondo. Ahora la palabra cede lugar a la música, que es la que habla con el público.
Pareciera que muy rápido cierra el concierto, aunque me dicen que pasó más de una hora.
Joe y Gustavo le entragan a El Chango y a Sixto una estatuilla de madera con la representación de cada uno, lindo y juguetón gesto, ya tradicional, de El Cántaro. Agradecen también a Ana Scappini, gracias a cuya gestión se hizo posible la visita del artista.
La noche está hermosa. En un bosquecito de Areguá donde pinta el encuentro con la gente amiga, conocida y no, con la música y el arte todo, con la comunidad local y las comunidades del hacer, pinta de fresco, de luz, de color y vy’a.
En semana de cumples, el mío, el de mucha gente amiga, también el de El Cántaro, sin proponerme celebraciones, celebro encuentros, reencuentros y el propio estar.