Recuerdos de Emboscada, un campo de concentración de la dictadura stronista

Por María Stella Cáceres Almada

Sin previo aviso y rumbo a la vieja fortaleza ubicada a 49 kilómetros de Asunción , fueron llevados entre los días 6 y 7 de setiembre de 1976, todas las personas capturadas durante la campaña represiva desatada en la llamada Pascua Dolorosa de abril de ese mismo año. También llevaron muchas otras que acumulaban muchos años en las cárceles horrorosas de la dictadura. Líderes comunistas, febreristas y dirigentes sociales transportados en las famosas “Caperucitas».

Había hombres y mujeres de todas las edades, familias casi completas, niños/as muy pequeños; madres embarazadas, todos oriundos de lugares muy diferentes de Paraguay. Ostentaban una trayectoria de trabajo a favor de los Derechos Humanos.

Esa variedad se constituyó en una gran riqueza, en la oportunidad de ver la realidad nacional y regional a través de sus historias, de sus diálogos.

Compartieron todo: penurias extremas, también encuentros en los que supieron provocar una sonrisa y algunas alegrías pero sobre todo generaron solidaridad. Nació un sentido de pertenencia a un mismo colectivo que no era sólo nacional, ya era regional.

A Emboscada llevaron además a las víctimas del Plan Cóndor que salieron después de mucho tiempo con heridas imborrables y galardones de amor.

Conocí Emboscada a inicio de mayo de 1989 junto a Martín Almada y gracias a la generosidad del periodista Roque González Vera que nos llevó en su pequeño automóvil.

Ya había leído “Paraguay, la cárcel olvidada, el país exiliado” el libro testimonial que Martín había escrito a fines de 1978. Esa tarde comprobé la fidelidad de sus relatos de espanto: Un camino intransitable, celdas grandes con piso de tierra apisonada -no ví ventanas-, las puertas pesadas, inmensas a las que los/as prisioneras lograron sacar un pequeño tablero para que circulara el aire. No había instalación eléctrica. Pregunté por baños y no supieron decirme.

Ví el árbol de Guapo´y, acogedor en la inmensidad de ese patio dividido con alambrada para mujeres y hombres.

Esa visita y las impresiones que dejó en mi alma, me ayudaron en todas las tareas que compartí en los años siguientes: las querellas contra los responsables de la dictadura, la Comisión de Verdad y Justicia, los proyectos de rescate de memorias regionales y la educación, las gestiones para proteger el sitio por su gran valor histórico y en tiempos más cercanos, las charlas con funcionarios para prevenir la tortura, los tratos crueles, inhumanos y degradantes.

Hoy queda la cáscara de esa vieja fortaleza, otras cárceles de alta seguridad han sido construidas en el patio grande. La Historia está registrada en múltiples fichas, carpetas en el Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los DDHH, Museo de la Justicia de la Corte Suprema de Justicia y en el Informe Final de la Comisión de Verdad y Justicia, declarado de interés nacional por el Decreto n° 18.175/09.

En los y las sobrevivientes del Campo de Concentración están vivas las memorias y hay videos, testimonios, libros, una placa que la reconoce como sitio histórico, otra que homenajea a la Dra. Gladys Meilliger de Sannemann, canciones grabadas milagrosamente por aquellos prisioneros/as y actualizadas en encuentros de alta significación como el realizado en noviembre de 2011 y en diciembre del 2021 en la Manzana de la Rivera .

Emboscada es punto de referencia clave en la Historia Reciente de Paraguay y la Región y sigue siendo de altísimo interés para los tiempos actuales de creciente negacionismo.

Emboscada fue un Campo de Concentración y recorriendo bibliografías varias, me atrevo a decir que no fue un penal: Fue un sitio de confinamiento en el que “encerró a personas por su pertenencia a un colectivo genérico, es decir por alguna expresión de oposición a la dictadura stronista. Las personas que habitaron sus oscuras celdas no tenían juicio previo, carecían de garantías judiciales pero el régimen que las oprimía disponía de las leyes represivas 294 y 209 acordes con la Doctrina de la Seguridad Nacional que impuso los Estados Unidos de Norteamérica durante la llamada Guerra Fría. Embocada casi se convierte en un “campo de trabajos” por las pretensiones del director de la unidad, el temible Coronel José Félix Grau, de explotar en condiciones inhumanas, sus canteras de piedra laja.

La resistencia de los prisioneros y la creciente difusión a través de organizaciones humanitarias y medios de prensa, determinaron acciones como la de la Cruz Roja Internacional, cuyo representante en Buenos Aires por aquel entonces, el Dr. Benno Glauser, incidieron ante el gobierno stronista para la aplicación de la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 referida al trato debido a la población civil en una situación de conflicto de un gobierno dictatorial, de fachada democrática pero “en guerra contra la subversión” y en Estado de Sitio continuo. Amnistía Internacional contribuyó con sus campañas para hacer visibles a prisioneros y luchar por su libertad.

Sin contar con las condiciones mínimas, el gobierno habilitó Emboscada como Campo de Concentración y desde la sociedad civil se constituyó el Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencias y su acción fue decisiva para apoyar a todas las personas allí alojadas. Pastores de diferentes iglesias cristianas y equipos profesionales con numerosos jóvenes concretaron el cuidado de prisioneros e hicieron posible la cercanía de familiares. Familiares que también eran víctimas por el hostigamiento, la represión y los tratos indignos y abusivos en la escasas y difíciles visitas que lograban concretar a sus parientes.

Emboscada según se puede ver en publicaciones de turismo, hoy exhibe un colorido conjunto de letras gigantescas que indican su nombre. Obviamente, Emboscada tiene otras referencias culturales muy antiguas y de gran interés.

Pero la Emboscada que nos ocupa desde las banderas de Memoria, Verdad, Justicia y Reparación siguen pendiente de cumplimiento, hay todavía mucho por hacer.

En el Museo de las Memorias: Dictadura y Derechos Humanos apreciamos el interés de nuestros visitantes ante la maqueta que recuerda a Emboscada. Sobre una mesa enorme, está representado un sitio, un territorio, con una historia de muchas décadas, siete si se cuentan la del inicio de la dictadura y casi cinco si la referencia es hacia el Plan Cóndor.

Esas cuentas temporales tienen que ver con el presente, que no es solo de Paraguay, sino de la Patria Grande tan acosada de ignorancia del pasado histórico, tal olvidadiza de aquellas personas que con el sacrificio de su libertad y vida, lograron los bienes que hoy disponemos, bienes frágiles que nos comprometen para cuidarlos sin descanso, para compartirlos con las nuevas generaciones porque vemos surgir formas nuevas, recursos y habilidades impensadas que buscan arrancar de cuajo, las raíces de nuestras culturas, de nuestras Historias de lucha. Historias de coraje, de dignidad que nos impulsan a difundir, a compartir, a cuidar y seguir para que esas memorias sigan vivas para proteger los Derechos Humanos.

* Directora del Museo de las Memorias: Dictadura y DDHH, 16/09/2024. Asunción, Paraguay

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