Marche Marito cabeza de papel

Por Rocío Ortega

Las reiteradas loas a la potencia educativa del “cuartel” por parte del candidato presidencial colorado me remiten a reflexionar algunas cuestiones.

Primera cuestión: la fundamental pregunta de Nietzsche: “¿quién habla?”.

Quien pasó por la experiencia universitaria queda prendido a esa etapa, se enorgullece de ser arquitecto, doctor en ciencias médicas, ingeniero, licenciado en historia, en letras, en comunicación…etc. Quienes además activaron en gremialismo universitario permanecen con más compromiso expectantes del acontecer de esa importante y delicada etapa de formación del ser social, atentos en general a la experiencia universitaria de sus hijos y velando porque la enseñanza sea de la mayor calidad posible.

Cualquiera que haya pasado por una mediana buena educación secundaria recuerda a su “querida casa de estudios”, recuerda casi con cariño a los profesores que tenían las más altas exigencias disciplinarias: la temible profesora de matemáticas, el tedioso profesor de filosofía, la celadora!!!, etc.

Fuente: ultimahora.com

Fuente: ultimahora.com

Quien fue educado en el amor de una familia recuerda con ternura los sermones de la mamá, de la abuela, de la tía, del papá, etc. Recuerda lo insoportable que eran los plagueos que obligaban a arreglar la cama para poder ganar el permiso a la calle; en fin, los intrincados caminos por los cuales un ser social es formado en el seno familiar y en los circuitos de la educación formal (escuela, colegio, universidad). Estas formas y sistemas fueron forjados para disciplinar al ser humano y convertirlo en ser social, apto para la convivencia colectiva.

Entonces surgen las hipótesis: Marito tuvo mamá y papá ausentes… demasiado permisivos?, Marito no aprendió nada en el colegio… era un alumno abonado?, Marito no fue a la facultad…???.

Segunda cuestión: supongamos que ninguna de las hipótesis es válida, supongamos que los padres del candidato le enseñaron disciplina en el cotidiano, que el candidato tuvo buena educación secundaria y universitaria, entonces su idea de lo que debe ser el supremo sistema de educación son “las formas militares”, constituye una idea auténticamente suya, fruto de su experiencia, lo cual nos remite a otra hipótesis: Marito aprendió sobre la disciplina sólo cuando fue al cuartel… pobre Marito… haber sido educado en el cuartel hoy en día constituye ser producto de una educación decimonónica.

Las formas militares de forjar una sociedad empezaron su desvanecimiento definitivo en Europa después de la emergencia de figuras como Napoleón. Ya antes, las tradicionales fuerzas militares encargadas de la custodia de los territorios nacionales habían atravesado procesos de desvalorización (desde el siglo de las luces a la revolución francesa); sin embargo sobrevivieron y dieron sus últimos estertores fuertes con personajes como Hitler, Mussolini y Stalin. Casi siglo y medio después (hoy quedan resquicios nostálgicos como el líder norcoreano) con éstos actores el mundo tomó cuenta del peligro que significaba colocar tanto poder en manos de líderes militares. Ya el 1900 puso más énfasis en la educación civil y tras las dos guerras mundiales y el surgimiento de los Derechos Humanos, hasta el príncipe Carlos de Inglaterra se rehusó a tener la educación militar que su padre le exigía; al príncipe le interesaban las artes y la diversidad cultural.

En nuestro continente, la milicia como sistema de orden de una sociedad también perdió fuerza política, principalmente tras la caída de las dictaduras militares que conformaron el conocido “Plan Cóndor” y sus trágicas consecuencias. Actualmente Sudamérica intenta acelerar su proceso de civilización renunciando a aquellas formas perimidas en Europa (donde nacieron) y transitando nuevos caminos de reconocimiento y organización colectiva.

Tercera cuestión: entonces, este camino de comprensión nos conduce a la fatídica conclusión: un ser social como Marito que además tiene pretensiones de convertirse en el líder político de su sociedad nacional y que conserva ideas políticas fracasadas de siglos pasados, sólo nos podrá conducir a un pasado fracasado… Pensemos en un presidente que confíe más en los cuarteles que en las universidades, entonces creerá más en las armas que en la paz?… que miedo!; pero lo que más me asusta es ese grupo de paraguayos que lo secundan y aplauden la idea. Será que vivimos en una sociedad que conserva formas feudales de lo cultural y lo social…?

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