21 Mar Diez propuestas más allá del «manodurismo»
No estamos condenados a las lógicas de desconfianza social, esas que pretenden “solucionar” sin preguntar, sin dialogar, sin escuchar.
Como nación, no es casualidad que la ideología del “manodurismo” tenga tantas adhesiones: nos atraviesan siglos de desprotección, desigualdad y avasallamiento que vuelven creíbles esas “manos duras” y sus ofertas “salvadoras”.
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1. Conocernos. Esto requiere: acercarnos, tener tiempo y abrirnos. Sin genuina curiosidad no hay apertura. Los prejuicios nos desvecinan.
2. Revalorizar lo sensible. Es lo que nos permite darnos cuenta de lo que sentimos, pensamos y hacemos para así, responsabilizarnos y transformar lo que necesitamos transformar.
Es reconocer nuestros miedos y trabajarlos; no encubrirlos detrás de nuestras desconfianzas y enojos.
3. Producir colectivamente. Las necesidades materiales son condición para la vida. Darles respuesta colectivamente nos aúna; una experiencia de esto son las ollas populares que dieron respuesta no solo al hambre, en la pandemia por COVID – 19 y sus medidas restrictivas, sino también a nuestra necesidad de cooperar y de sentirnos acompañados.
4. Fiestear. El «manodurismo» es la imposibilidad de jugar, es el desprecio asustado de la creatividad y de la espontaneidad.
Las prácticas de la alegría nos permiten pensar las tristezas (Alicia Fernández). Lo festivo va desmontando la cárcel de lo trágico. Lo contrario al manicomio es el carnaval.
5. Habitar los espacios públicos. Son, por sobre todo, el lugar del encuentro, y no solo el de un montón de soledades que cohabitamos sudando, trotando y atravesándolos para ir a otra parte.
No basta con la pulcritud de los espacios públicos: es que aprendamos allí a no tenernos miedo unos a otros.
¿Cómo habitarlos? círculos de conversación, talleres, espacios de creación colectiva, ferias, fiestas gratuitas y tanto para crear.
6. Armonía con la incertidumbre. La salud mental se nutre fuertemente de las libertades. El «manodurismo» nos vende una ilusión de certeza: “enrejate y va a estar todo bien”.
Si no desmontamos nuestra libertofobia, seguiremos siendo su presa fácil.
7. Exigir los derechos que faltan. La pedagogía del terror (el ejemplo más patente son los noticieros y su bombardeo de crímenes y accidentes) busca: ocultar la discusión sobre los derechos que nos roban; crearnos “enemigos” (el ejemplo más actual son “los chespi”); mantenernos asustados sin poder reflexionar; impedir el acercarnos y juntarnos; inducirnos a ser cada vez más cínicos (“esta gente está así porque quiere”) y resignados (“esto es así y no se puede cambiar”).
8. Celebrar la diferencia humana. Cuando validamos a las personas con quienes somos diferentes, nos humanizamos.
9. Superar el «tu o yo». Karl Liebknecht decía que esta es la ley básica capitalista. Ante la hipercompetencia, apuntar a la cooperación.
10. Construir lazos comunitarios. Vínculos en los que el otro nos signifique, adquiera sentido: hace un tiempo, una estudiante destacaba que “en el Bañado a la gente le importa lo que le pasa a su vecino”.
Finalmente, con Carlos nos ofrecemos para ir a conversar en los barrios de Asunción donde estén discutiendo sobre seguridad, para -como decíamos en esta entrevista-: “Reencariñarnos en Asunción”.
Link de la entrevista: https://www.facebook.com/video.php/?video_id=960802491696002
*Psiquiatra placero. Antropólogo social. Investigador en Salud mental comunitaria (UNP).
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