21 Mar Desde la cornisa: Tambo liberado para todos los cancelados.
Fotos de Dani González
Éste sería el primer ensayo de crítica. Así tal cual, me atrevo a escribir.
Es que en medio de una vorágine de cosas que hay que hacer (o si no, no sos), resulta imposible lidiar con el sueño y las responsabilidades sociológicas de la escena cultural de Asunción.
Hablo de este territorio y lo ciño aún más, subdividiéndolo al teatro.
Dentro de pocos días es el Día del teatro y no sé qué vamos a festejar.
Nuestro gremio está dividido y eso hasta un sordo lo puede masticar.
Sin embargo, siempre aparece una tuca para juntar.
No a todos, claro. Algunos son fieles a sus religiones y prenden velas, cantan mantras, ofrendan flores y así entre pestañeo y aplauso, nos tiramos relejes.
Todas y todos lo hacemos. Algunos son sensatos y nobles, no hacen daño.
Pero otros sí.
Hace poco estaba leyendo por primera vez “El Príncipe” de Maquiavelo. Pensé entonces: si cambiamos el adjetivo “gobernante”, que tanto se profundiza y esgrime en el libro y lo sustituimos por “artista del teatro paraguayo”, muchas y muchos de mis colegas tendrían que sentirse, al menos interpelados.
Estamos perdiendo nuestra empatía colectiva. Lo cual nos lleva a una zozobra de ansiedad, potenciada por la corrupción del aparato estatal, que posiciona a la cultura como trofeo de caridad.
Se está perdiendo la pasión y gana fuerte en la batalla el ego.
Nuestro ego. Nosotros mismos nos estamos destruyendo.
Quizá suene muy fuerte, porque en parte lo es, pero no podemos hablar del privilegio de ser artistas en un escenario bélico.
Nos recortan de todas partes, nos suben el alquiler de las salas públicas, nos acorralan de burocracia.
Conseguir un fondo es casi como jugar a los “Juegos del hambre”, obligándonos a sacrificar nuestro nombre.
En todas estas cosas pensé mientras veía la obra de Hugo Robles.
Creo en su sufrimiento en escena, porque estoy seguro que sufrió.
Todos sufrimos por nuestros actos, es inevitable.
A menos que seamos sociópatas, pero esto no ocurre aquí.
Lo que ocurre aquí es que el sistema nos está dividiendo.
Por supuesto que las responsabilidades personales, son cuenta de cada individuo. Culpen a los neoliberales, pero, justamente por eso, entiendan que nos están dividiendo.
Generan castas de adoración al maltrato en nombre del derecho a piso y una vez que subimos al ascensor, nos marean fuertísimo y a veces caemos por las alcantarillas de la ciudad.
No tenemos seguros ni garantías sociales y la mayoría de nosotros es un hippie de mierda que fuma porro.
Tiene un gato que apenas ve, pero siempre alimenta y habla con sus amistades, de las amistades canceladas.
Estamos en medio de un algoritmo de la cancelación sistematizada.
Estamos perdiendo nuestra esencia.
La mía hoy es escribir desde la absoluta embriaguez.
Un maestro dijo una vez: “Escribe sobrio y edítate borracho”. O fue al revés.
Acá quería poner la respuesta a la pregunta: ¿Cuáles son las causas abiertas en tu contra y de qué te arrepentís?
Las respuestas, también estaban en tu obra y en la tuya.
Están en la vida, la carrera -larga o de las que se orinan en la cama- no importa.
No importa si estudiaste en Nueva York o tomás el 27 en la esquina de El Rubio.
Vos que sos artista del teatro en Paraguay, sabés su respuesta.
Yo escribo lo que siento, desde acá.
Acusado, yo.
Una cosa más, “Desde la cornisa”, me enseñó a ver que los artistas nos discriminamos, cobran muy poco por una jornada de ocho horas de grabación y antes que se cancelen las flores del geranio, le felicito al equipo de arte.
Equipo Artístico.
Intérprete y Dramaturgia: Hugo Luis Robles. Dirección: Carmen Briano
Voces: Margarita Irún, Silvio Rodas, Natalia Calcena, Leticia Soca, Gustavo Corvalan, Luis Troche.
Equipo Creativo.
Martin Pizzinini, Rodrigo Girett , Luis Troche, Juan Carrillo, Meche Rivas.
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