02 Ago A por el buen morir
Amanece este fin de julio en Isla Bogado, Luque
Opátama la mes me dice un vecino que riega sus plantas y es que a esta hora hay agua y luego ya todo el día a gotas sale, me dice. Y que falte agua en un país como el nuestro es un crimen que se repite insistentemente por el callo de los vecinos.
Éste mes de julio se despide cumpliendo su ritual de ir pasando, como pasan los días, como corren las horas como se desprenden los amigos y se van.
Hay un temor desde antiguo a qué pasará, qué haré, que harán, qué haremos cuando a alguien se le acaba el julio y pasar a otro estado. Y ese temor es desde siempre, como eso de asociar al cadáver con el alma desprendida o cumplir con el rito de despedir a un ser cercano como si aquello fuera novedad o inesperado.
Nuestra lucha es por el buen vivir, muchas veces por el acumular, por el dejar algo a mis hijos cuando ya no esté.
Hasta allí llega la preparación, si se comenta el cuando yo muera se menta al panteón, al coche fúnebre, al luto, al buscar a las desesperadas los números de teléfono del Tío aquel, de ese hermano que ya no sabemos si vive pero entre lagrimones comunicar que fulano ñandereja.
Poca gente hace eso estando sanos, fuertes, vivos, como si la Parca habitase en otro barrio y no tocará a mi puerta y en esa tontería nos olvidamos del buen morir.
Cuando conectamos con la gente de a pie, con los desposeídos de siempre, con lo injusto, planteamos un mejor vivir de los hermanitos en lucha, vivienda digna pedimos, educación pedimos, mejores condiciones laborales pedimos y lo hacemos por que tengamos una vida alegre y que el morir no sea un desahucio.
Veo a mis gallinas bajar del guayabo y les falta el maíz en su cestita, tendré que comprarlos junto con la miel que también se terminó.
Cambiaría mucho, creo yo, si nos sintiéramos tan grandes, poderosos y unir a conciencia nuestro futuro con lo que es el sendero de todo ser vivo en este planeta o sea caminar hacia el fin, la muerte transformada en abono, alimento que retorna para otros hermanitos vivos.
El buen morir sería morir sano, a mi me asustan los cables y los tubos ¡sobre todo cuando ya el cuerpo grita que le dejen ir ya!
Ese miedo nos hace correr del final como arañando minutos, negándonos a reconocernos como seres fríos, huecos, quietos sin la vitalidad del que te canta por las noches.
Pero ese canto si lo acunamos en vida, si esa mirada lo grabamos en el ser, si buscamos y nos reconocemos en el tocarnos, en ser amables en tender la mano hacia el que menos puede otra cosa sería.
Si construimos en vida no nos dará miedo la muerte, cuidaremos mejor la salud de este cuerpo que tantos placeres nos brinda
Después de todo la preocupación será, je je, del pariente que se queda, el que tiene su pasaporte sellado va de viaje y chau.
Yo sí me preparo para el buen morir. se que los ciclos se cumplen y ya voy mirando, siempre con alegre esperanza, hacia el otro lado del umbral.
Me preparo con salud, sin prisa, diciendo que te quiero un montón, que solo puedo dar gracias por todo y algún Dios alegre si me lee le pido que me tenga en cuenta y hacerle saber que no tengo ninguna prisa por dejar éste planeta hermoso.
He aquí mis dos monedas para Caronte el barquero de la charca estigia, una la esperanza, en la otra mano un remo. (por si… )
Cherendupa.
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