
Teatro: La Obsesión, las pistas de quién soy
Reseña sobre la obra: La Obsesión de David Amado y Manu Alviso
Hace unos días en casa de Camila, mi mejor amiga de la vida, nos pusimos a pensar “a dónde se da realmente el amor”, si hubiera un lugar en la vida de uno y en sus relaciones, a qué sitio pertenece esa interacción humana que tanto nos molestamos en atender, pues como somos muy occidentales y de herencia judeocristiana, nos volcamos completamente al núcleo, corazón, carozo, lo que está adentro, la vida interior de la que tanto hablamos y sin embargo es más desconocida que la vida extraterrestre, porque nos acostumbramos a usar todo ese espacio que no conocemos como el cuartito donde van todos esos conceptos que no entendemos, y así amontonamos metafísicas y carruajes que en realidad son más ficciones de media tarde que realidades o estados de consciencia.
En un momento de transfiguración del pensamiento y en el gimnasio de la dialéctica, nos dimos cuenta que nuestras fronteras, membranas, bordes, (me encanta la palabra borde, bordado, borda, orilla, orillado, bordilla) nuestra periferia, es el sitio donde se da, no sé bien si el amor, pero sí el afecto, el encuentro, sólo es posible de un “yo” hacia un “otro”, cuando nos tocamos desde el lenguaje y la piel, desde nuestros límites.
Nos preguntamos si la relación con el “si mismo” funciona igual, o sea, cuando aparentemente no hay un “otro”, desde qué fronteras uno se relaciona con uno mismo, y empezamos a entender que hay una calidad de texturas, colores, formas que hacen a la relación que uno tiene consigo mismo y esta relación esta diagramada por la intimidad que venimos tejiendo desde la infancia, las conversaciones eternas con los juguetes, cuando la casa quedaba sola, el secreto del secreto, la fundación de la estúpida vergüenza hecha por las interrupciones de los terceros que no entienden nada, los adultos que lastiman porque saben que mi relación conmigo mismo no es joda, cuando uno juega, juega de verdad, ese espejo, ese disfraz de sabanas no es disfraz, la conversación con uno mismo que no es lo mismo que la voz interior o la tele prendida en el fondo del alma, es lo que me afecta de sobremanera, y a donde voy, sin importarme de donde vengo ni quien soy, pero eso que no puedo elegir, eso que me atrapa: termina por constituirme, a veces lo que llamamos obsesiones no son mas que repetidas emanaciones o pistas para saber “quien soy” y aqui empieza el Biodrama La Obsesión de nuestro querido Manu Alviso, dirigida por el genial David Amado, nunca me gustaron los biodramas, y nunca creí en las versiones autoreferenciales, pero esto no fue un acto de biocosas, fue un convite a la frontera sensible de Manu, de su relación consigo mismo, fui a su casa y me mostró sus juguetes, su cuarto, su secreto enterrado, todo eso que llamamos vida interior está expuesto, no hay corazón ni vida interior que no este enfrente a nuestros ojos o al alcance de un roce, de un beso, de un olor, o esas lágrimas que se nos escaparon a todos cuando termino la función.
Mi alma también es mi casa de infancia cuando me dejaban solo, sin miradas, sin tercer ojo, sin juicios, sin género de rosas ni celestes, bailando los temas de Xuxa, sin cronos y conmigo mismo, mi mejor amigo.
Recomiendo a que vayan a ver a Manu, es poco.
Los obligo.
Lázaros
Levántense y vayan.