Qué sería de los paraguayos sin el tereré
Hoy, último sábado de febrero, es el Día Nacional del Tereré, según la Ley N° 4261 promulgada en el año 2011.
Febrero, febrero. En Asunción, sábado limpio, algo húmedo, sol intenso. ¿Tenés agrial, abuelita? Sí tengo, che memby. Es que tengo herpes en la boca.
-Ahh… agrial iporã hína la fuego pe guarã.
Hoy ha amanecido el aire despejado y la humedad que quedara de las lluvias genera una sensación de bastante calor. Pero no es tan bochornoso como la semana anterior.
–Tahoysaporãke la nde terere, Doña. O si no, Emboscada-pe rehota hína, ironiza Samuel Urbieta, tal vez reportando aquellos tiempos en que se ganaba la vida siendo “tiroysâ” de la Policía stronista. Ahora intenta alcanzar los días rebuscándose en el juego de damas. Según él, y algunos más que dicen haberlo conocido en ese tiempo, Samuel llegó a ser campeón sudamericano en algún torneo que no emitieron los canales. Es que se ha inventado la idea de que el fútbol es el único deporte en el mundo.
Aun siendo sábado, de aire mucho más despejado de hollín y de urgencias, Higinia Chávez no para de machacar las hierbas medicinales en su angu’a. “Capi’ikatî, agrial, perdudilla, zarza parrilla, umía la ohovéva”, comenta.
El morterito de palo santo ya tiene su edad, pero aguanta todos los golpes. Tal vez como Higinia Chávez, que a sus 67 años sobrevive con la venta de tereré en la Plaza de la Libertad y una pensión de G. 400.000 del Estado que cobra desde enero de este año.
–Ajenjo ha kokû umía katu saive. Pero ajenjo iporã hina ñanderuguype guarã.
Antes de vender tereré, vendía yuyos. Mucho antes, trabajaba de costurera en su valle, la compañía de Yukyry, Luque. Recogía telas e hilos de sus patrones para confeccionar pantaloncitos, camisas y remeras. Hasta que llegó “la máquina industrial” y quedó sin trabajo.
–Roguereko va’ekue pe Singer a pedal-minte, nos cuenta.
Ella vende el tereré a G. 5.000. “Ojupipaite vointeko koãnga la mercadería”, dice.
Ella consigue a G. 6.000 la docena las hierbas, a G. 500 cada hielo y la yerba mate a 8.000 el kilo. En la época en que solo vendía hierbas medicinales, cobraba por tres macitos G. 500.“Ha péicha péicha tuicha”, nos muestra haciendo un círculo con los dedos. “Koãnga katu ipuru, ipiru la imazo kuéra”.
Qué sería de nosotros sin el tereré
Juan Fleitas es un joven de 22 años que trabaja en un bar al costado de la plaza central de San Lorenzo. Cuando vio que cuatro familias habían instalado sus puestos de tereré en la plaza, pensó que el ensayo no duraría. Mejor apuesta no pudieron haber hecho, reflexiona ahora. Joven, inquieto él, entendió cómo mejorar sus ingresos: venta de hielo. Distribuye hielo a 500 a los vendedores de tereré. “Pero hay que tener siempre, una vez que no tenés, te cambian”. En nuestro calor, “qué haríamos sin el tereré”, se pregunta el compañero Arístides Ortiz. “Y sin hielo”, respondería Fleitas.
Hielo, yerba mate, yuyos, mortero, guampas, bombillas, jarras y ahora los termos forrados forman parte de nuestra rutina, al igual que los celulares, el auricular,el hollín y el estrés laboral.
“Termos forrados con los colores de equipos de fútbol son los más vendidos”, refiere Patricio (Pibe) Salerno, antiguo artesano de la feria sobre Chile, entre Oliva y Estrella. “Mirá el mío, es de Olimpia”, sonríe Mónica Sánchez, vendedora. Pero no solo el termo, también la guampa está completamente tapizada con la franja.
-Ha bueno che memby, nde katu reikuaáta. Che la hûva nda che gustaivoínte, azul y oro la che club, sonríe la abuelita.
-¿Tenés agrial, abuelita? Tengo herpes.
-Aguereko che memby.
De la explotación en los yerbales no hablemos, ahora.