Por más festival de teatro juvenil

 

Del 13 al 15 de setiembre se llevó a cabo el 23º Festival Nacional de Teatro Juvenil, en Caacupé. El retorno del festival, luego de diez años en reposo, removió un montón de recuerdos y consagró nuevas experiencias compartidas. Parece que nos encontramos ante la recreación del tal vez más grande movimiento de teatro juvenil que haya existido desde 1989. Que así sea.

Es viernes 15 de setiembre. Caacupé es una gran feria de árboles, colinas, chipas y souvenires de la Virgencita.  Caminar desde la rotonda hasta el centro parece muy buena idea, aunque golpea bajo confirmar que la ampliación de las carreteras y sus bifurcaciones dejan bastante desprotegidos a los peregrinantes.

En la plaza unos jóvenes juegan al pikivóley sobre una mesa de ping pong y otros más se detienen a mirar el cuadro de damas sobre una caja de cemento. La murga de jóvenes del teatro juvenil interviene el espacio con bombos, platillos y un vestuario naranja. “¡Festival Nacional de Teatro Juvenil!”, gritan e invitan a la gente a hacer una llamada alrededor de la plaza.

Murga Juvenil anunciando el inicio de las funciones en la Plaza central de Caacupé. Foto: Elisa Marecos

“Esto mismo cantábamos en 1989”, recuerda Blas Alcaraz, uno de los iniciadores del Núcleo de Acción Cultural, la organización promotora de aquella patriada. Esa patriada que generó tal vez el movimiento de teatro popular más importante de la llamada transición, con sus campamentos, sus talleres, sus visitas a las comunidades y sus diálogos con las distintas expresiones en territorios. Y sus creaciones colectivas. A Blas se lo siente encantado al ver el retorno y sentir que la misma gente que creció en vida y en arte durante esos campamentos y esos festivales son los que ahora asumieron la posta del festival de teatro juvenil.

Pero no solo Blas viaja con el retorno, también a Zunilda Leguizamón, profe de teatro en Itaguá, se le iluminan los ojos al ver que su hija forma parte del movimiento, que sus chicos de Itaguá también y que se sienten bien compartiendo experiencias de campamento, talleres y escenas con sus pares de otras comunidades. Zunilda también formaba parte de aquel enjambre humano que inundaba las plazas y los campamentos en los festivales juveniles de los 90.

“Aprendemos muchísimo de todo, de las adversidades, del cuidado de los niños y los jóvenes, de los traslados, de la manutención”, comenta Alicia Figueredo, quien, junto con su pareja, Arnaldo Villamayor, hicieron el soporte en la organización local, en este caso Caacupé. Se los ve contentos con el cierre, han trabajado mucho y también “lo hemos disfrutado muchísimo”, asegura Alicia.

Elenco juvenil de Yaguarón. Foto: Elisa Marecos

Se suma al aty de cierre del festival la coordinadora general, la actriz y comunicadora Sandra Flecha. Ella también se va al pasado. “Mucho de lo que soy en la vida y en mi arte se lo debo a la experiencia del teatro juvenil”.  Se nota algo cansada, algo indispuesta, es que talleres con comunidades barriales y campesinas, los traslados, el campamento, la comida, el cuidado y el retorno tienen su “akarasy”. Pero ahí estaban ya a punto de cerrar y eso les llenaba a todos de alegría. Al igual que Sandra, que se sumó al movimiento cuando tenía doce años, Apolo (18 años) tampoco sabía a qué iba, con qué se iba a encontrar. La experiencia de encontrarse con otros jóvenes, de compartir una obra colectiva, un campamento, talleres de formación y de sentirse parte de algo mayor lo ha dejado en ese justo estado en que solo piensa en que todo debe continuar.

El público acompañó masivamente las funciones gratuitas. Foto: Sandino Flecha

Este retorno del teatro juvenil se ha establecido sobre la base de talleres en las comunidades que abordaban género, medio ambiente y niñez. Luego, en la creación colectiva, han disparado la visión y las demandas del mundo joven.

“Hay un antes y un después en los jóvenes. Muchos llegaron sin saber en qué consistía el festival. No dimensionaban la experiencia. Esta experiencia de llevar sus obras con las diversas temáticas y estéticas y ser recibidos positivamente por el público les dio fuerza. Una de las cosas que queda hoy en ellos es que se sienten parte de un movimiento. Hay muchas ganas de continuar”, nos comenta Sandra Flecha.

Al son de murga y baile iniciaban las funciones. Foto: Sandino Flecha

Experiencia vital

“Si se hace 20 años, los 20 años quiero participar”, suelta, con el rostro iluminado, Apolo (Juan Candia), luego de decirnos que en él quedaron muchos lindos recuerdos de “experiencias geniales: compartimos con gentes de otros lugares, jugamos, bailamos…”.

Apolo vive en la compañía Hugua Hu de Ypacaray y participó, con el grupo Carcajadas, de Caacupé, en la obra Enfriemos la tierra. Al igual que los demás grupos, expusieron la obra en varios colegios, en el Teatro Municipal de Caacupé y durante el cierre, aquel viernes

“Yo tenía expectativa alta, estaba muy emocionado los días previos, pero fue más de lo que esperaba. Llegó a un punto en que ya no quería que termine”, nos cuenta Apolo.

El festival en Caacupé reunió a 14 grupos, de distintas comunidades, entre ellas Bañado Sur, Tebcuarymi, Villarica, Caazapá, Itá, Itaguá, San Bernardino, Yaguarón, Caacupé, Ypacaray…

Burrito, símbolo oficial del Festival de Teatro Juvenil. Foto: Sandino Flecha

La experiencia de construir el festival, de juntar a jóvenes de distintas comunidades, de hacer un recorrido previo con ellos para que desde sus realidades se puedan escribir las obras y exponerlas es “desafío que requiere un debate como políticas públicas, políticas de juventud”, asume Flecha.

“Si bien hay mucho color, fantasía, humor, algunas de las historias contadas por los jóvenes hablan del desierto de la deforestación, de la expulsión, de la violencia, del abuso, de la contaminación. En tono de danza, de poesía, de teatro. Es maravilloso”, revive Flecha.

Y devela que, para ellos, como organización, retomar el festival les remonta a sus propios inicios en el sendero del arte. “A mí, el festival me había abierto la puerta de la vida, el lugar desde donde quiero vivir, y entender que todo es colectivo. Yo empecé con 12, jamás me imaginé que participara de su reactivación, diez años después del último festival”, cierra.

Elenco Juvenil de Caacupé. Foto: Sandino Flecha Torres

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