Historia del campesinado paraguayo

Libro de reciente edición del que forma parte el artículo aquí publicado

Por Ramón Fogel*

En la formación social paraguaya que careció y carece de un desarrollo urbano industrial y en esa medida adolece de la falta tanto de un empresariado interesado en el crecimiento del mercado interno como de una fuerza obrera que cuestione su hegemonía, el campesinado funge de principal actor subalterno y de hecho es el que plantea un modelo alternativo al extractivismo agrario. En momentos de crisis del modelo extractivista la recuperación de la memoria de quienes con sus esfuerzos construyeron la nación y conformaron su identidad es particularmente importante; no se trata solo de reconocer que así como compartimos el pasado debemos compartir un proyecto de futuro incorporando las ideas que desde nuestra fundación nos movilizan como nación contra las adversidades y las formas de dominación degradantes; esas representaciones nos pueden cohesionar en torno a una sociedad con mayor justicia y equidad.

Al ponderar la importancia de la recuperación de la memoria se tiene en cuenta que los campesinos en el Paraguay con frecuencia son estigmatizados y en esa medida descalificados como actores sociales. La utilización de estigmas degradantes que expresan prejuicios arraigados es de larga data y ha velado las contribuciones en procesos de construcción de ciudadanía de campesinos organizados, que de hecho constituyen el actor social más progresista, de cara al desarrollo nacional. En los últimos años los aparatos de construcción de sentido de los grupos dominantes insisten en que las herramientas que utilizan los campesinos solo conducen al atraso.

En el rescate de la memoria se tiene en cuenta que diversas fueron y son las formas de resistencia a excesos del capitalismo agrario, comprendiendo ocupaciones de grandes fincas, movilizaciones, producción con orientación agroecológica, comercialización directa con los consumidores en ferias. A diferencia de otros países en Paraguay los campesinos se ven enfrentados simultáneamente al agronegocio y al propio Estado.

En el trabajo se caracteriza la contribución campesina a la construcción del Estado nación en el proceso de ruptura con la formación social colonial y de la primera reforma agraria radical de América Latina durante el gobierno de Rodríguez de Francia; luego del resurgimiento del Paraguay continuó su contribución posteriormente con sus muestras de heroísmo increíbles como campesinos-soldados en la guerra de la Triple Alianza; esto permitió que Paraguay sobreviviera como nación independiente.

En los distintos períodos históricos considerados esa contribución fue crucial al punto que podemos afirmar que el Paraguay como nación está estrechamente asociada con sus campesinos; en los bloques históricos siguientes se considerarán las vicisitudes de este actor social en la república liberal que facilitó la instalación de los enclaves de primera generación, y luego durante la larga dictadura; finalmente los avatares campesinos en su resistencia al régimen agroalimentario neoliberal.

Metodología

En cuanto a metodología el enfoque utilizado es el histórico estructural que se focaliza en la configuración de una estructura social muy polarizada con pocos dueños de mucha tierra que constituye hasta hoy la estructura de tenencia más concentrada, llegando actualmente al Índice Gini de 0.93 tiene causas que se enraízan en el pasado, ya que se cimentan en construcciones colectivas anteriores, y aunque la formación social tenga relativa permanencia, también es continuamente transformada por campesinos movilizados, a nivel local, regional y/o nacional, en prosecución de sus intereses buscando mejorar su posición en la estructura agraria.

Ramón Fogel

En esa visión en la dinámica de cambio histórico de la sociedad, así como los actores sociales positivamente beneficiados por el orden social a partir del control de los recursos de poder establecen mecanismos orientados a su preservación, y a la reproducción del control excluyente de los recursos productivos; en la otra cara de la moneda, los actores negativamente afectados con sus movilizaciones buscan transformar esa estructura. Teniendo en cuenta que la distribución de los derechos sobre las tierras y los recursos naturales se reproducen en el tiempo también los esfuerzos para transformarla se despliegan en un espacio histórico, de ahí que resulta pertinente la incorporación al análisis de períodos diferenciados, asumiendo que el corto y el largo plazo, la coyuntura y la estructura, son complementarios y en esa medida deben ser integrados.

Para evitar una perspectiva reduccionista la conceptualización o definición del campesinado guaraní parlante está referida a un contexto que va más allá de su parcela y su familia, toda vez que su modo de ser no puede comprenderse sin su cultura y sus formas de apropiación, control y uso de su territorio; considerando el campesinado como estamento se lo piensa en el marco de sus movilizaciones para conservar y recuperar su territorio, y sus luchas contra un capitalismo agrario que en su expansión busca aniquilarlo; estos cultivadores mantienen relaciones comunitarias que son constitutivas de su cultura y su identidad social.

Dado que no existe un campesinado homogéneo internamente en tanto clase o en tanto estamento, como tampoco tenemos capas campesinas relativamente inmutables, tenemos en cuenta más bien que los campesinos presentan rasgos comunes y diferencias específicas según períodos históricos y hasta regiones. Se considera en el trabajo que más allá de las diferencias de períodos históricos, al interior de ellos se da una diferenciación interna que va más allá de campesinos pobres y campesinos ricos, toda vez que existen otros agrupamientos, tales como minifundistas semi asalariados, aparceros u ocupantes de tierras de patrones.

Los cultivadores de estos agrupamientos tienen rasgos comunes, ya que todos cultivan en pequeña escala, en régimen de policultivo, para autoconsumo o para su comercialización, parcelas sobre las que ejercen cierto control, con medios de producción propios; así, la relación con la tierra es fundamental para la existencia del campesino ya que trabajándola produce alimentos.

En el trabajo se consideran cuatro tipos de campesinos paraguayos, asociados a otros tantos períodos históricos1: (Campos, 1995).

  • El campesino en la constitución del Estado nación, del modo de producción Koygua, en el Paraguay colonial y se prolonga hasta la Guerra Grande (18111870).
  • El campesino del período que podríamos llamar el Paraguay republicano que va desde la Guerra Grande hasta 1954, enclave taninero y forestal.
  • El campesino durante el orden autoritario (1954-1989), auge y ocaso del algodón, y finalmente, el campesino bajo la hegemonía del régimen agroalimentario neoliberal.

La memoria del proceso de constitución del campesinado como actor social se basa en la explotación de datos secundarios y en notas de trabajo de campo.

Los apartados o secciones del trabajo, que reflejan su contenido son los referidos precedentemente.

Fuente: hoy.com.py

El campesino en la constitución del Estado nación

En los orígenes del campesinado están los mestizos, teniendo en cuenta que la notable expansión de la población mestiza llegaba a 33.287 habitantes en 1761, año en que representaba el 39 % de la población total, que en ese momento llegaba a 85.178 habitantes; el proto campesinado se estaba alimentando con “indios libres”, constituidos por los huidos de las reducciones y de los pueblos de indios o tava guaraní, además de las reducciones, pardos libres y mestizos (Fogel, 1992).

Otra de las raíces de la formación del campesino paraguayo está constituida por los mestizos que, aunque tuvieron un ascendiente español se empobrecieron y salieron del estatus de población asimilada a la española.

Las referidas vertientes del naciente campesinado paraguayo fueron marcadas por prejuicios y discriminación.2

Este mestizaje entre españoles e indígenas fue tan intenso que a fines del siglo XVIII representaba ya el 75 % de la población total estimada en 108.070 habitantes; una gran parte de esta población estimada en 76.000 habitantes ya convertidos en campesinos habían cambiado su inserción en relaciones de producción, en tanto pasaban a ser productores independientes aun cuando mantuvieran dependencia de otros por vía de relaciones de trabajo o de acceso a la parcela (Garavaglia, 1987). Lo decisivo aquí es que las relaciones de producción dejan de ser serviles, ya no tenían peso la población de yanaconas y mitayos.

Algunos cronistas3 hacen referencia a las características peculiares del campesino paraguayo en relación al resto de las poblaciones del Río de la Plata, así Rengger y Lonpchamp (1970) a pesar de su postura crítica en relación a Francia afirman que este convirtió al Paraguay en una inmensa chacra. Más allá de esta caracterización general ¿Cómo se constituyen los campesinos paraguayos? ¿Cuáles son sus características constitutivas?

La situación de Cordillera en 1721 da una idea de la estratificación campesina. Cordillera es uno de los departamentos de los 16 en que está dividido Paraguay. Se ubica en el centro de la región oriental. Los campesinos medios, que disponían de algunas lecheras, y algunos caballos representaban un poco más de las dos terceras partes; los que no disponían de bueyes y puede suponerse que realizaban trabajo extrapredial representaban la quinta parte del total. En cuanto a tenencia de la tierra más de las dos terceras partes de los campesinos son no propietarios de las parcelas que poseen, y en Cordillera, de estos campesinos no propietarios el 66,6 % no pagan arriendo por el uso de la tierra, y puede suponerse que mantienen relaciones de dependencia con los propietarios que permiten el cultivo de sus tierras por aquellos que carecen de otras formas de acceder a tierras.

El grupo doméstico está constituido por los parientes incluyendo hijos adoptivos, ahijados y agregados; en Cordillera, así como en otros partidos todos los miembros del hogar están disponibles para el trabajo en la unidad campesina, y con frecuencia son movilizados como soldados ante constante amenazas e incursiones de enemigos. Así, en las 415 unidades familiares de Cordillera 375 hombres adultos prestan cada mes su servicio militar en un fortín cercano (Caravaglia, 1987). La condición campesinos-soldados estaba presente en el 90% de las referidas unidades familiares.

En cuanto a la producción agrícola, la conversión del proto campesino en campesino se expresa en la sustitución del vino por el aguardiente de caña, así como por el paso del pan de trigo a la mandioca en la dieta campesina (Caravaglia, 1987); más de las dos terceras partes de la producción se destinaba al autoconsumo en 1786 en Pirayú. En lo referido a la intervención del campesino en la constitución del Estado nación la misma se dio desde los orígenes de la construcción de la nación paraguaya con el apoyo irrestricto a Rodríguez de Francia, como Diputados rurales (Caravaglia, 1987).

La conformación de una nueva estructura social en los comienzos del gobierno francista se da con el desplazamiento de la oligarquía como actor político dominante y la entrada en escena del campesinado, tal es así que fue lograda la independencia de España, en Mayo de 1811.4

Busto de José Gaspar Rodríguez de Francia al inicio de la avenida que lleva su nombre en Asunción.

José Gaspar Rodríguez de Francia desde el inicio basó su liderazgo en el apoyo campesino, y aun cuando fueron los notables de Asunción los que en 1814 propusieron la continuidad del Consulado, ya dos años más tarde la gran mayoría de los 1.000 delegados tenía origen rural.

Las transformaciones profundas en la estructura social se manifiestan ya en la participación campesina en la constitución del mismo gobierno francista; se estima que las tres cuartas partes de los delegados eran pobres;5 de hecho, en los congresos de 1813, 1814 y 1816 la oligarquía de Asunción perdió muchos escaños ya que los representantes fueron electos cuidando la distribución geográfica; los electos mayoritariamente fueron campesinos, peones de estancias, obrajeros y almaceneros de pueblo.6

En el primer acuerdo del Congreso, Francia fue electo presidente con el 90% de votos campesinos y la importancia de la participación campesina se evidenció en las deliberaciones del Congreso (White, 1978; Williams, 1979).

En la otra cara de la moneda fueron los intereses de ese campesinado y la defensa de la independencia los que fueron priorizados por el Dictador.

En respuesta a la sistemática conspiración de la oligarquía española y la elite criolla con los anexionistas porteños que preparaban una invasión, Francia ordenó el apresamiento masivo de los conspiradores y en 1921 nuevas evidencias de la connivencia de los enemigos internos y externos llevaron a Francia a reacciones más severas, y unos 20 conspiradores más fueron ejecutados7 y a las ejecuciones siguieron medidas de desposesión de grandes extensiones de tierra que revirtieron al Estado.

La oligarquía seguía buscando la restauración del orden colonial y trasformar la naciente república en una semi colonia dependiente de Buenos Aires para retomar sus relaciones comerciales, en ese tiempo los campesinos continuaban defendiendo la revolución de Francia y la independencia, aun amenazada (Mendoza, 1987).

En 1821 a las ejecuciones de los anexionistas porteños siguieron medidas de desposesión de grandes extensiones de tierra que alteraron las bases de una sociedad estratificada muy polarizada y sentaron las bases para la primera reforma agraria radical de América Latina; después de la Gran Conspiración una de las medidas de represalia fue la confiscación de las tierras, tanto de la iglesia como de los españoles. Como resultado, hacia mediados de 1820 el dominio del Estado incluía más de la mitad de la rica región central destinada a la agricultura campesina y a las Estancias La Patria (Cooney, 1990).

Como fue referido en materia agraria, en la reorganización de los derechos sobre las tierras, en 1821, Francia confiscó las estancias de los jesuitas y otras tierras de la iglesia tal como las del seminario San Carlos, así como también aquellas tierras que eran de monasterios y hermandades, para incrementar el dominio nacional sobre tierras.8

El Decreto establecía en su artículo 5o:

Todas las pertenencias de cualquier clase de los conventos suprimidos son y se reputaran en adelante propiedades del Estado, y en esa inteligencia, para las disposiciones que convenga tomarse, los actuales prelados locales, pasarán en 20 días, un inventario exacto y jurado, donde se expresen distinta y circunstanciadamente todos los bienes raíces… pertenecientes a sus conventos o iglesias.9

Una de las consecuencias del decreto fue que se liberó a los arrendatarios de estas tierras de las cargas que tenían con los religiosos, los que ocupaban esas tierras en adelante debían pagar arriendo al Estado en adelante, aunque de hecho los campesinos no pagaban ese canon.10 En el Paraguay independiente la derrotada clase dominante no solo perdía sus bienes (tierra, dinero, estancias y ganado) sino también sus instituciones, como la Iglesia y el Cabildo de Asunción que fue abolido también en 1824.11 Téngase en cuenta que los decretos derogaban disposiciones coloniales y establecían nuevas relaciones de propiedad y condiciones de apropiación y uso de las tierras y, en esa medida, cuesta entender la afirmación que Francia fue un repetidor de formas jurídicas de la colonia, aunque al revertir las tierras al dominio del Estado utilizó la figura de la legislación de indias que establecía la reversión de tierras a la Corona.

En el orden jurídico emergente el principio del dominio eminente de las tierras utilizado en el orden colonial resultó funcionalmente adecuado al Estado francista, aunque el dominio eminente ya no correspondía a la Corona sino al Estado paraguayo: el cambio ciertamente no es de menor cuantía. Las tierras ya bajo dominio estatal fueron en parte destinadas a las “estancias de la patria”, que habían sido organizadas por el Gobierno del Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, en las regiones con campos naturales; otras fracciones fueron dadas en arrendamiento a los que fueron sus propietarios, con el régimen de enfiteusis.

Ramón Fogel (Centro) al ser reconocido por el Congreso en octubre de 2022

En las áreas arrendadas bajo el régimen de enfiteusis predominaron las pequeñas fincas cultivadas por campesinos que accedían a parcelas de un tamaño medio de 10 has; el costo anual del arriendo era el equivalente a la mitad de lo que ganaban mensualmente los maestros, y una proporción pagaban en especies. A esto debe sumarse la adjudicación de lotes a familias campesinas que no podían pagar arriendo (Molas, 1866). Los ganaderos tenían un trato distinto ya que durante un período pagaban el diezmo de cuatro pesos que consistía en la entrega de una proporción de ganado con lo que se fueron poblando las estancias de la patria. En estos casos el rigor en el cobro era mayor.

La primera reforma agraria de América Latina tuvo notables impactos; las relaciones Estado-economía-sociedad se habrían simplificado en tanto la acumulación era casi monopolizada por el poder estatal. En la renovada formación social paraguaya retornó el tekojoja (igualitarismo) de los guaraníes; los líderes del campesinado emergente, ya en los congresos de 1814 y 1816, tenían las mismas prerrogativas que los congresistas que representaban a los sectores urbanos

En ese proceso la configuración cultural mestiza o criolla guaraní parlante quedó fortalecida, incluyendo su manera de concebir la apropiación de la tierra y los recursos naturales, en términos del derecho de los cultivadores a poseerla, en la medida que indios y mestizos se proclamaron “propietarios por derecho natural”. Desde entonces se instaló en la memoria colectiva la convicción de que la tierra es de quien la trabaja.

Atendiendo al sistema productivo se constata la diversificación de la producción para satisfacer necesidades del consumo interno, lo que permitió que desde mediados de 1820 el Paraguay comenzara a exportar carne, que antes importaba de la Argentina, y luego de prohibida su exportación bajó su precio en el mercado interno hasta el 40%. Del monocultivo de la yerba mate se pasó al policultivo de arroz, maíz, mandioca, maní, algodón y hortalizas, para satisfacer las necesidades del mercado interno; desde 1830 se comenzó a exportar, en base “al valor del trabajo”.

En cuanto a la configuración socio cultural se construyó una nación marcada por su homogeneidad racial y social, guaraní parlante. Lo cierto es que la reforma agraria estuvo en la gestación y desarrollo de un Estado nación autónomo con una acentuada identidad histórica y cultural, sustentada en el campesinado.

Guerra de la Triple Infamia

Niños Soldados en la Guerra Guasu

El campesino en el Paraguay Republicano que va desde la Guerra Grande (1870) hasta 1954

La nación paraguaya autosuficiente, con relativa homogeneidad socio cultural, con un desarrollo autónomo sufrió una guerra de exterminio, pero renació de sus cenizas, aunque con fuerte presencia de la oligarquía anti campesina. En realidad, el Tratado Secreto de la Triple Alianza se propuso la destrucción completa del Estado paraguayo y el sometimiento de su población a sus designios. Numerosas son las crónicas de las muestras de heroísmo sin par como no se ha visto en otra nación en la historia; no solo el campesino-soldado estuvo en los campos de batalla, ya que también estuvieron las campesinas en otro caso histórico único.12

La Republica Liberal se estableció bajo la hegemonía inglesa. Las condiciones legales estaban establecidas con la Ley de Venta de Tierras Públicas, la Ley de Vagos, primero y la de Carta blanca, después; mientras la primera penalizaba a los que no podían justificar su actividad laboral con un empleador eran conducidos manu militari a las factorías de los enclaves, la Ley de Carta blanca otorgaba a las corporaciones el monopolio.

La burguesía comercial asentada en Buenos Aires, sometida al dominio de capitales ingleses, apoyaba “la misión civilizadora” de los gobiernos de Mitre y Sarmiento que respondían a la banca inglesa. Parte de la elite criolla estrechaba vínculos con la clase dominante del Río de la Plata, con apoyo abierto del gobierno argentino; así, ya en 1860 Sarmiento urgía la intervención de países vecinos, para mejorar las condiciones del gobierno del Paraguay considerado inaceptable, y presentado como un imperativo para salvaguardar las libertades, salvar al Paraguay “obligando a sus mandatarios a entrar en la senda de la civilización” (Campos, 2013).

Justificando la guerra de exterminio del Paraguay que se preparaba Mitre, presidente argentino, señalo en 1864:

Sino la alianza, al menos un completo acuerdo debe establecerse entre los gobiernos que representan en América el principio de la civilización contra…. los verdaderos representantes de la barbarie (…). La República Argentina está en el imprescindible deber de formar alianzas con el Brasil a fin de derrocar esa abominable dictadura de López y abrir al comercio del mundo esa espléndida región (…).

Los preparativos para la guerra tenían el aval de los dueños del capital comercial y financiero ya dominante en la región; para esa élite la situación resultaba frustrante considerando el desarrollo autónomo paraguayo, basado en el control estatal de los sectores estratégicos de la economía, sin recurrir a empréstitos extranjeros. Esa forma de relación entre Estado y mercado obstaculizaba la expansión del capital inglés que buscaba imponer su hegemonía en América del Sur (Campos, 2013).

Campesinos producen alimentos en el Asentamiento «1º de Marzo». Foto: Asociación Joaju.

La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1864-1870) fue la más sangrienta del continente; la misma fue financiada por los bancos británicos, y contó con el apoyo logístico en armas de guerras y pertrechos por parte del imperio británico, dejando a la población completamente diezmada y a gobiernos plenamente sometidos; el campesino soldado fue exterminado pero quedaron las mujeres campesinas que soportaron la ocupación militar para reiniciar de las cenizas la reconstrucción de la nación, a pesar del Estado plenamente sometido (Reclus, 1986).

Al final de la guerra el camino para la implantación del enclave taninero y yerbatero estaba allanado; sobre el exterminio de la población surge el gobierno provisorio que proclama su adhesión a los principios liberales “que son el patrimonio de las naciones más cultas” y adopta las formas de la democracia representativa, incorporando “los principios, garantías y derechos consagrados (…) por los pueblos más libres del continente americano y especialmente por las naciones que forman La Alianza”.

A resultas de la guerra se establece la democracia liberal con la división de poderes, y por décadas solo serán protegidos los intereses de las corporaciones extractivas del capital internacional y los de la reducida élite local. Una de las primeras medidas de la República liberal consistió en la contratación en Londres de dos empréstitos en 1871 y 1872. La deuda de cerca de 1.500.000 libras esterlinas no pudo ser pagada regularmente de modo que a cambio de los intereses no pagados el Estado cedió a los tenedores de bonos ingleses aproximadamente un millón de hectáreas de tierras. El acuerdo de Decoud y Bouveri, representante de los compradores de los bonos garantizaba el pago con 500 leguas de tierras públicas.

Formación del enclave yerbatero y maderero

Paradoja de paradojas, si en la primera fase del período independiente bajo el gobierno de Francia el Estado revertió a su dominio el 80 % de las tierras de la oligarquía española, luego de la guerra grande fueron transferidas en gran parte a agentes del capital internacional. La Ley de julio de 1885 autorizaba al poder ejecutivo a enajenar todas las tierras públicas, y según expresaron los que la promovieron con la enajenación de los yerbales se buscaba ganar en pureza de costumbres, teniendo en cuenta que el capital extranjero traería consigo la escuela, el templo y la agricultura. Se trata de la leyenda negra que asociaba el progreso a lo foráneo que se corporizaba en estas grandes empresas ligadas al capital internacional.

En ese proceso las tierras enajenadas por el Estado entre 1870 y 1914 llegaron aproximadamente a 26 millones de hectáreas. En la configuración de los grandes latifundios, deben distinguirse las propiedades de los enclaves agroindustriales, las de los ganaderos y los latifundios agrícola-ganaderos. Las tierras públicas enajenadas comprendieron 900.000 has cedidas a tenedores de bonos paraguayos en Londres (Pastore, 1972).

Los extensos enclaves agroindustriales que explotaron básicamente la madera, la yerba mate y el tanino se constituyeron con la compra de yerbales y bosques por parte de agentes del capital anglo argentino y brasileño; solamente tres de estas corporaciones extractivas ligadas a intereses británicos adquirieron en la Región Oriental más de 5.000.000 de hectáreas y explotaron con el uso de coerción física la fuerza de trabajo de más de 9.000 obreros rurales, campesinos reclutados al amparo de la Ley de Vagos.

Carretas yerbateras en los inicios de Pedro Juan Caballero.

El obraje más emblemático fue La Industrial Paraguaya, asociada al capital anglo-argentino, fundada en 1886, que llegó a adquirir a precios irrisorios más de 2,6 millones de has. de tierras, incluyendo no menos de 855.000 has. de yerba mate natural explotando la fuerza de trabajo de unos 5.000 obreros rurales (Herken, 1984). En ese contexto no resulta insólito el hecho de que el presidente de la República, que sanciona la Ley de la Venta de los Yerbales del Estado, apareciera entre los fundadores de la Industrial Paraguaya.

La empresa Barthe, con sede en Posadas y Buenos Aires llegó a detentar cerca de 1,9 millones de has., en gran parte adquirida con títulos fraguados, que comprendieron el Alto Paraná Sur y parte importante del Departamento de Itapúa; la empresa ocupó en sus obrajes aproximadamente 3.000 trabajadores rurales y tenía su propia flota de barcos. Otra empresa yerbatera es la Mate Larangeira, con 800.000 hectáreas al norte de la Región Oriental, y ligada al capital brasileño que ocupaba 1.000 obreros (Fogel, 2013).

Un rasgo sobresaliente de los enclaves es el uso de la coerción física en la relación capital trabajo. De hecho, los enclaves de primera generación son notables por sus efectos no sólo por el monopolio de la tierra, sino también por el sistema de enganche y de explotación de la fuerza de trabajo semi cautiva propia de un capitalismo salvaje o embrionario. Las condiciones de producción de los obrajes eran aseguradas por el Estado que garantizaba el abuso de la naturaleza y de la fuerza de trabajo (Barret, 1986).

Los obrajes de los enclaves, con un sistema compulsivo de trabajo, ejercieron su dominación despótica en la región durante décadas, al amparo de una suerte de carta blanca otorgada por el Estado, que les permitía a los habilitados y mayordomos de las plantas de procesamiento el control directo de la coacción física y su movilización. La población campesina que estaba en el polo opuesto al de los portadores de progreso y civilización debía sujetarse a la Ley de Peonaje Forzoso de 1871.

El Decreto del 1 de enero de 1871 expresa “El presidente de la República, teniendo conocimiento que los beneficiadores de yerbas y otros ramos de la industria nacional sufren constantemente perjuicio que les ocasionan los operarios, abandonando los establecimientos con cuentas atrasadas (…) decreta, Artículo 1 (…), Artículo 2, en todos los casos en que el peón precisase separarse de sus trabajos temporalmente, deberá obtener (…) asentimiento por medio de una constancia por el patrón o capataces del establecimiento,

Artículo 3, el peón que abandone su trabajo sin ese requisito, será conducido preso al establecimiento, si así lo pidiese el patrón, cargándosele en cuenta los gastos de remisión y de más que por tal estado origine (…) firmado, Cirilo A. Rivarola, Juan B. Gill (Fogel, 2013).

El campesino paraguayo sufría ya no solo el estigma como supuesto causante del atraso y la pérdida de sus tierras, ya que también pesó sobre él la criminalización. El enganche se daba con un anticipo firmando el obrero un contrato ante un juez, comprometiéndose a reembolsar el adelanto en trabajo. La sujeción de los peones mineros o mensú estaba garantizada con matones o capangas; las empresas extranjeras completaban en el exterior el procesamiento con el molido y empaquetado final.

Además de las grandes corporaciones ligadas al capital internacional, grandes fracciones de tierra también fueron adquiridas por estancieros correntinos y miembros de la elite local que se incorporaron a la oligarquía criolla; precisamente esa oligarquía se transformó en la clase políticamente dominante aunque la elite comercial controlaba las importaciones, las exportaciones, y el negocio de las divisas pronto se convirtió en el principal mecanismo de acumulación, con creciente influencia política; también en esa elite predominaba marcadamente los extranjeros13 (Galeano, 2009).

La constitución de estos enormes obrajes, así como la de las estancias estaban incorporando nuevos actores territoriales, con incidencia directa en la vida del campesinado. El campesino-soldado que había sufrido con el estoicismo su propio exterminio, resurgía ahora de sus cenizas14 como el ave fénix, y en el desarrollo de sus estrategias de sobrevivencia debía transitar por dos carriles, el de su agricultura de subsistencia con un remanente para la exportación, y el trabajo, a veces temporal en los obrajes. El notable repunte de la producción campesina se observa en el cuadro No. 1.

En el repunte de la producción agrícola el papel de las mujeres fue fundamental, conforme lo señala Eliceo Reclus quien indica que a ellas “incumben casi todo este trabajo, se ocupan también en el cultivo del maíz”. El autor indica también que el consumo de la mandioca disminuye progresivamente a medida que se extienden los campos de cereales. Reclus indica también que la práctica del trabajo en común o minga han sido abandonadas en la posguerra, y que “la propiedad del suelo no ha sido adjudicada a quien la cultiva.15

Así, a fines del siglo XIX aparecen nuevos rasgos en la conformación del campesino paraguayo; ya que una población brutalmente diezmada, que debía también por medios compulsivos satisfacer la demanda de braceros en los obrajes que explotaban yerba y madera en la Región Oriental y el tanino en el Chaco.

La importancia relativa del sector en la población en el Paraguay de fines del siglo XIX se aprecia observando la composición de la población activa (104.108 personas) en categorías ocupacionales; los agricultores constituían el 83,4%, en marcado contraste con los asalariados, que en todo el país no llegaban a 300, reflejando el desarrollo industrial muy débil.

El campesinado en el periodo liberal, en sus aspectos formales, de la post guerra fue reconfigurado por las nuevas formas de la concentración de la tierra; por una parte, la oligarquía criolla que ya se había constituido con la privatización parcial de las tierras públicas encaradas por don Carlos Antonio López hacia mediados del siglo XIX adquirió nuevas tierras de pastoreo. En la posguerra la población rural sufrió de diverso modo las consecuencias de la constitución del latifundio con la política de liquidación del patrimonio territorial del Estado, y desde los últimos años del siglo XIX resistió a sus efectos cuando pudo, así los agricultores de Emboscada, Limpio, Luque y Concepción se movilizaron contra los nuevos propietarios defendiendo las parcelas que cultivaban (Herken, 1984; Pastore, 1972).

Aguaigó, a 20 kilómetros al Norte de Concepción, fue escenario de movilizaciones campesinas con repercusión nacional; en esa localidad unas 600 familias campesinas resistieron al verse encerradas por el cercamiento de un nuevo propietario de 32 leguas cuadradas; estas movilizaciones crearon un clima nacional de descontento con la dilapidación de tierras públicas y crearon condiciones formales para la revolución de 1904.

El campesinado bajo la dictadura, auge y ocaso del algodón

Luego de la decadencia de los enclaves yerbatero y maderero y en la posguerra del Chaco el orden autoritario introduce cambios significativos en la estructura agraria, y en las relaciones que mantienen los campesinos con otros actores del mundo rural. Entre los años 1954 y 1989, se habilitaron unos 700 asentamientos campesinos o colonias nacionales con más de 120.000 parcelas, que en un momento inicial tenían 20 has. de tamaño. Los reasentados son aquellos cultivadores que operaban en minifundios pulverizados en la región Central.

Las nuevas colonias con más de 120.000 familias se establecieron en unos 150 distritos y disponían más de 7.000.000 de Has; la mayoría de los asentamientos estaban establecidos en los departamentos de San Pedro, Caaguazú, Itapúa, Alto Paraná y Caazapá. Esta colonización campesina se vio favorecida por la disponibilidad de tierras a precios muy bajos que pudo pagar el Estado, ya que los obrajes que explotaba yerba mate y madera habían agotado el ciclo productivo y en esa medida las tierras quedaron ociosas.

En ese contexto la dictadura dio respuesta a las presiones sociales de las capas de minifundistas y sin entrar en colisión con los propietarios de grandes fracciones diseñaron y ejecutaron una política de colonización que descongestionó la concentrada población de la región central; una colonia estaba diseñada sobre lotes cuadriculares establecidos en manzanas.

El tamaño de las parcelas que inicialmente fue de 20 Has. y luego de 10 Has. condicionó negativamente la permanencia de las colonias, debido a la subdivisión de las parcelas.

La modernización de la estructura agraria diseñada por la dictadura se encaró con fuerte intervención del Estado, en la asignación de tierras, pero también en infraestructura vial, producción de semillas de algodón y asistencia técnica; esta intervención del Estado permitió la integración campesina al mercado interno a través del cultivo del algodón. La expansión de cultivo fue tal que que llegó a constituir el 46,5% del total de las exportaciones en 1985; la caída de rendimientos por perdida de fertilidad de los suelos, el ataque descontrolado de plagas y la aplicación de políticas neoliberales que limitaron la asistencia técnica, la producción de semillas y eliminaron los precios de referencia determinaron la caída de la producción de algodón, que en el año 2.000 solo represento el 9% del total de las exportaciones y el 4,5% en el 2.005.

Con la expansión del algodón creció la intervención del capital agrario en la comercialización y en la provisión de articulaos manufacturados a la población campesina, dando lugar a abusos.  Esto fue particularmente visible en Misiones que tuvo mayor intervención en el cultivo del algodón. En este departamento con el Plan Nacional del Trigo implementado a principios de

la década del 60 del siglo pasado se dio también el alambramiento de campos comunales por parte de ganaderos. Estas expresiones de la modernización de la estructura agraria impulsaron la constitución de las Ligas Agrarias Cristianas.

Esta organización creada en Santa Rosa, Misiones, en 1963 se extendió a otros distritos y departamentos. Hasta llegar a constituir la organización campesina de mayor presencia en el campo y que permitió notables experiencias de construcción de ciudadanía durante la dictadura, que finalmente acabo con las Ligas a comienzos de la década del 70 del siglo pasado. Antes se constituyeron en actor social y político de primer orden, a pesar del Estado. En sus reivindicaciones del derecho al acceso a la tierra acuñaron la categoría “Tierras mal habidas”.

Fuente: dreamstime

El campesino bajo la hegemonía del régimen agroalimentario neoliberal

El régimen agroalimentario neoliberal, basado en la ingeniería genética, en grandes corporaciones transnacionales y en el apoyo estatal tiene en Paraguay una incidencia mayor que en otros países de la región y produce grandes cambios en la estructura agraria, en los desafíos y en la configuración de las demandas de organizaciones campesinas. Aparecen nuevos actores y desde el Estado se garantiza la reproducción de las condiciones de producción del agronegocio, que tiene a la soja transgénica como producto emblema.

Aun cuando la expansión inicial de la soja transgénica se observó ya a inicios de la década del 90 del siglo pasado fue en las primeras dos décadas de este siglo que su expansión fue notable, con una producción de 10.000.000 de toneladas y 3.500.000 hectáreas; en solo diez años se duplica la superficie cultivada de soja y continuó su expansión. Ese extractivismo permitió que en algunos periodos el Producto Interno Bruto tuviera un crecimiento anual que llegó al 6,5% entre 2012 y 2016; ese ingreso concentrado en pocas manos aumentó la desigualdad (Fogel, 2018).

Dado que la expansión de la soja transgénica supone apropiación de recursos naturales y tierra los nuevos cambios en la estructura agraria plantean nuevos desafíos y el conflicto pasa a basarse en la tensión entre capital y recursos naturales, mientras la fuerza de trabajo pasa a ser un componente redundante. En el contexto emergente surgen nuevas organizaciones y movimientos campesinos y nuevas formas de acción colectiva, a nivel local, regional y nacional: ocupaciones de grandes fincas, cortes de ruta, manifestaciones y marchas para dar fuerza y visibilidad a sus demandas; las acciones locales suelen tener apoyo de organizaciones regionales.

En este período, a media que el agronegocio presiona sobre tierras, las movilizaciones campesinas más importantes fueron las ocupaciones de grandes fincas, básicamente las consideradas que fueron apropiadas ilegalmente, siendo tierras públicas; entre 1990 y el 2008 se registraron 413 ocupaciones, incluyendo las urbanas. Al ingreso a las fincas pretendidas siguen desalojos violentos, reagrupación de los desalojados y reingreso a las fincas; el resultado final no siempre es la conquista de la tierra. La Federación Nacional Campesina (FNC) es emblemática y una vez conquistada la tierra estructuran asentamientos nucleares, pidiendo una colonia tener hasta once núcleos.

A principios de este siglo las políticas neoliberales y los intentos de privatización de empresas públicas de electricidad, agua, y comunicaciones provocaron grandes movilizaciones campesinas, y en una marcha nacional con sindicatos urbanos consiguieron la derogación de la ley en cuestión.

Como en otras ocasiones las organizaciones campesinas se movilizaron en torno demandas no puramente sectoriales sino de interés nacional.

La utilización descontrolada de biocidas, destrucción de humedales y grandes desmontes asociada a la intensificación del agronegocio sojero incorpora nuevos componentes a las luchas campesinas; organizaciones campesinas se movilizan contra el desmonte de grandes superficies e incorporan entre sus demandas el respeto a las leyes ambientales y en algunos casos impiden la degradación ambiental con intervenciones directas (Valdez, 2017). El uso de tecnologías dañinas por parte del agronegocio amplía el horizonte de las luchas al incorporar la defensa de los recursos naturales.

A la mayor presencia de las grandes corporaciones biotecnológicas globalizadas corresponde la demanda de soberanía alimentaria planteada a nivel nacional pero también a escala internacional mediante alianzas mediadas por CLOC Vía Campesina; a nivel nacional la reivindicación de la soberanía alimentaria está asociada al acceso a la tierra y a políticas agrarias favorables para el sector. En otro frente en los asentamientos, entre ellos los conquistados por la FNC, se practica una agricultura ecológicamente orientada y los alimentos inocuos llegan a ferias locales que acercan la producción a los consumidores, mostrando una faceta de la economía verde.

La recuperación de colonias nacionales apropiadas ilegalmente por sojeros brasileños es también un objetivo de luchas desde la primera década de este siglo. Un caso emblemático de recuperación de tierras públicas usurpadas es el de Marina cué que tuvo como desenlace una masacre de once campesinos en junio del 2012; se trataba de una tierra fiscal destinada a la colonización utilizada en un enorme sojal. La matanza fue utilizada como excusa para la destitución del entonces presidente Lugo de tinte progresista, que había interrumpido más de 60 años de gobierno del partido colorado que favorece a la oligarquía terrateniente; meses antes la oligarquía local y los agentes de las grandes corporaciones encendieron la alarma ante el intento de recuperar tierras públicas usurpadas por el Rey de la Soja en Ñacunday. Una vez más los campesinos quedarían solos, pero ahora sus antagonistas incluían a las grandes corporaciones y al propio Itamarati que apoyaba a los sojeros brasileños (Fogel, 2013).

Con el agotamiento de la frontera de la soja en la Región Oriental el agronegocio sojero presiona aún más sobre tierras de colonias, comunidades indígenas y de asentamientos no regularizados, y toman ventajas de un Estado cautivo, y logran en setiembre del 2021 la sanción de una ley que criminaliza las ocupaciones con penas de hasta 10 años de cárcel; con esta ley se dan desalojos violentos en asentamientos no regularizados, pero los desalojados reingresan con apoyo de grupos organizados de la región.

Rechazando la referida ley la FNC y otras organizaciones expresaron su repudio con movilizaciones en diversos departamentos del país y en la capital, pidiendo su derogación; la reacción no se limita al rechazo de esta ley en el debate público ya que llega a su resistencia activa. La vieja lucha por la tierra continua pero en escenarios cada vez más violentos.

En un relevamiento histórico sobre las organizaciones campesinas resulta pertinente incorporar la participación política a través de la orientación de la FNC. Esta organización rechazó sistemáticamente la participación a través del sistema electoral y planteaba el voto en blanco, llegando en última elección presidencial al 4 % de votos, considerando votos en blanco y anulados. En el contexto de un agravamiento de la situación campesina y el crecimiento de la representación de grupos ultraconservadores la FNC cambia de postura y plantea la participación en el proceso electoral del 2023 a través del partido Paraguay Pyahurã (PPP); la lianza con partidos constituidos en el marco del sistema electoral vigente constituye un desafío que ofrece riesgos y posibilidades.

Para Concluir

En un ejercicio prospectivo que remite a la acción social debe tomarse en consideración que el campesinado en el Paraguay con sus luchas se ha constituido en un actor histórico y que las posibilidades de emancipación de la dominación oligárquica lo involucran.

*Master en Sociología Política 1977, en Facultad de Ciencias Sociales (FLACSO), Santiago de Chile y Buenos Aires 1971-1973. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Asunción 1976. Master of Philosophy en Sociología. Universidad de Kansas (USA) 1981. Áreas de especialización: Comportamiento Colectivo y Sociología del Poder. Philosophy Doctor en Sociología. Universidad de Kansas (USA), 1984. Egresado con promedio A. Es investigador y socio fundador del Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios – CERI. Docente de la UNA y de la FLACSO, sede
Paraguay. Es investigador categorizado en el nivel III del PRONII y fue miembro de la Comisión Científica Honoraria en el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, Conacyt. Obtuvo el reconocimiento a “Cientistas Sociales Forjadores de las Ciencias Sociales del Paraguay” otorgado por
CLACSO (2017) y fue premiado por los 50 años de CLACSO. Sus investigaciones se orientan fundamentalmente a conflictos agrarios en el Paraguay

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Notas

  1. En relación a la periodización de nuestra historia social véanse Pastore, Carlos (1970); Galeano, Luis (2009). La Hegemonía de un Estado Débil. Asunción: CPS; Campos, Daniel. (1995). La lucha por la tierra y políticas públicas: Un intento de periodización histórica. En: Pasado y presente de la realidad social paraguaya, Volumen I, CPES, Asunción.
  2. Susnik, Branislava. Ob. Cit.
  3. Garavaglia, J. C. Economía, sociedad y regiones. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1987.
  4. Con el Congreso de 1811 en el orden externo se consolidó la independencia afirmando la soberanía ante España y Buenos Aires”. Williams, J.H. (1979). The Rise and fall of the Republic of Paraguay. Austin Texas. R. Obra citada.Véase White, R. Obra citada. Por el decreto del 2 de julio de 1815 individuos, comunidades y cofradías fueron declarados libres de toda obediencia a autoridades eclesiásticas del exterior.
  1. En relación a la evaluación de estas reacciones de Francia resulta pertinente incorporar en el análisis en el contexto histórico en el que se había dado. En este sentido es importante recordar que las ejecuciones eran una práctica rutinaria de la administración colonial española, y solo durante el mandato del Gobernador Lázaro de Ribera, entre 1796 y 1805 los ejecutados llegaron a 260. Véanse White, R. A. Obra citada.; Williams, J. H. Obra. citada.
  2. Con la ley de Reforma de Regulares del 20 de setiembre de 1824 por el cual los bienes de las órdenes de sociedades religiosas pasaron a ser propiedades del Estado, extensos territorios pasaron al patrimonio estatal liberando a sus ocupantes de las cargas que pagaban a los religiosos. Pastore, Carlos. Ob. cit.
  3. Decreto del 20 de setiembre de 1824. Sección Historia, Vol. 237 No. 7. Francia Vol. II, 1817 – 1830. Ed. Tiempos de Historia, 2009. Antes que la nacionalización de las propiedades de la Iglesia, en 1815 prohibió a extranjeros ejercer cargos de clericós y abolió el tribunal de la inquisición; conforme al decreto del 2 de julio de 1815 individuos, comunidades y cofradías fueron declarados libres de toda obediencia a autoridades eclesiásticas del exterior. En 1823 Francia clausuró el Real Colegio Seminario de San Carlos.
  4. El decreto del 20 de setiembre de 1824 suprime las conventualidades o casas de regulares existentes en el territorio de la República, cuyas propiedades pasan a poder del Estado. Las propiedades de la Iglesia se redistribuyeron a campesinos a quienes se arrendaba a cuatro pesos anuales, la mitad de la remuneración mensual de un maestro en un sistema de enfiteusis directa. Las tierras eran arrendadas sin un plazo fijo en el régimen de enfiteusis. Hacia el final del gobierno se arrendaban a 6.484 lotes de cinco a diez hectáreas.
  5. Véase White, R. Obra citada.
  6. En este sentido en el imaginario social que se transmite por tradición oral que aluden a los batallones kuñagui gua de la violencia en sus dominios, básicamente a cargo de matones armados (Rivarola, 2010; Kleinpenning, 2011).
  7. Abente, D. Ob. cit.
  8. La catástrofe demográfica causada por la Guerra Grande diezmó a la población de 574.851 habitantes que teníamos en 1864; ya durante los primeros años de la guerra 60.000 paraguayos murieron en los Campos de batalla o quedaron mutilados, y para 1865 los veteranos habían sido exterminados. Cuando el 6 de setiembre de 1866 el gobierno ordenó a las autoridades locales el enrolamiento de posibles nuevos combatientes. Los resultados fueran elocuentes, de los 21 Partidos fueron enviados 279 esclavos y 296 libertos, aunque el total a nivel nacional fue de aproximadamente 17.000. Un informe del 14 de marzo de 1866 mostraba que en la milicia de Carapeguá 11 eran de edad avanzada, 219 estaban enfermos o convalecientes de serias enfermedades, y solo quedaban 74 sin impedimentos para ser movilizados. Williams,J.H. Ob.cit. Durante el gobierno de Francia gran parte de la población negra vivía y trabajaba en las estancias de la República, que llegaron a 62 en 1818.
  9. Reclus, Eliseo. Paraguay: Capítulos entresacados de la Nueva Geografía Universal. Asunción: A. de Uribe y Cia, 1896. pp. 84-85.

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