
12 Sep El sacrificio humano y la guerra guaraní: La Antropofagia y otras consideraciones
Para Georges Bataille, el escritor, antropólogo y pensador francés, el sacrificio revela una verdad no corporal al ser humano, la destrucción de la víctima lo devuelve al mundo sagrado, lo sustrae de lo servil y le da un sentido de profunda libertad, es una operación soberana por excelencia. El sacrifico humano y la antropofagia daban sentido a la guerra de consumición guaraní, pues no era una guerra de conquista, sino una guerra donde la destrucción se ponía dentro de un encadenamiento con el “otro”.
La guerra guaraní implicaba ser-para-la-muerte no se trataba de preservar al individuo de la destrucción, por el contrario, se trataba de morir para la venganza futura. Así se permitiría una regeneración continua de los individuos a través de la destrucción de los otros y la asimilación de sus poderes. En la ceremonia guaraní el verdugo y la víctima se encuentran nuevamente como enemigos, el verdugo entabla una relación íntima con su víctima al recordarle a sus parientes muertos y este último al anunciar también la venganza que le sobrevendrá de la mano de sus parientes vivos, con el mazazo fulminante se unen el pasado y el futuro en ese presente festivo el «arete” o “tiempo verdadero” donde la muerte vive una vida humana y se hace negatividad encarnada, en términos de Bataille. Después del sacrificio el verdugo cambia de nombre, para resguardarse del alma del muerto. Así también los guaraníes se resguardaban con los mismos ritos del alma de los jaguarete que cazaban, estos son sus enemigos mitológicos que devienen de los añag y fueron los que se alimentaron de Ñande Sy activando la rueda de la venganza iniciada por Kuarahy y Jasy.
La violencia organizada era un medio de los guaraníes para construir una identidad-comunión con el “otro” una asimilación, negando una mera relación utilitaria, era una parte constituyente de esa búsqueda de la intimidad perdida, ese escape de la degradación de reducirse a la simple cosa. La víctima es secuestrada para ser consumida sin provecho, es la parte maldita, según Bataille. El prisionero destinado para la consumición violenta sabe lo que le depara el futuro inmediato desde el primer día de su apresamiento; durante su estadía es adoptado como uno más del tekoha, no procura escapar a su destino, por el contrario, es su motivo de orgullo.
Lo sagrado guaraní
Para el guaraní, según Bartomeu Melia, la palabra lo es todo, es palabra profética, palabra ritualizada, palabra soñada; no es la palabra en el sentido occidental del término: una palabra que forma parte de un discurso articulado racionalmente, el enunciado separado del ente, del que se quejaba Bataille. La cultura guaraní ágrafa es de la palabra dicha que es ayvu, es decir, lo que habla, lo que tiene alma, los animales también son ayvu. El alma es palabra, alma-palabra o palabra-alma, es indisociable, el nombre-alma es idéntica al portador, mal utilizada causa daño. Por eso la ceremonia de dar nombre Ombohéry era y es muy importante para experiencia religiosa guarani, exige grandes esfuerzos espirituales de parte del Paje en la búsqueda del cielo de donde proviene el nombre-alma.
La importancia que le daban los guaraníes al lenguaje como una porción de la divinidad nos puede dar una idea del sacrílego cometido contra la religiosidad guaraní con la imposición del bautismo cristiano y nombre-mascaras occidentales. la resistencia de Overa exigía por ese motivo volver al nombre-alma. Los guaraníes de Overa resistían a ser homogeneizados y reducidas sus vivas (teko pora) al trabajo de la producción colonial (teko vai), preferían sacrificarse en los Jerokty-ñembo’e (danza-canto) en una dilapidación lujosa de palabas-almas. Al contrario de lo que planteaba Bataille la palabra guaraní no es un “deber ser”, la palabra ES.
Los guaraníes extraían de su utilidad a las palabras escuchándolas en los sueños de los Paje, dándoles asiento como ñe’e pora, como buenas palabras, para que en el delirio sean cantadas. En las celebraciones del ñembo’e ka’aguy de los Ava Katu Ete las palabras son consumidas en los mborahei puku, cantos largos únicos-irrepetibles que duran toda la noche. Son imágenes evocadas por el chaman para cantar a lo desconocido y volver a la intimidad perdida, comunicar el éxtasis de la angustia a través del lenguaje sagrado y destruido.
La negatividad guaraní y la negatividad de Georges Bataille
La negatividad para los guaraníes es también la conciencia de la muerte, tal como en la consideración de Georges Bataille. El guaraní genera la conciencia de si en su separación con respecto a la naturaleza, diferenciando el alma en su parte animal (Asyngua) y su parte propiamente humana que es inseparable del lenguaje (Ñe’eng). Es decir, el sustento de su animalidad está en el Asyngua, el mono que llevamos en nuestra espalda, que es lo natural y diverge de esa otra porción del alma qué es lo propiamente cultural espiritual “El yo del entendimiento guaranítico” el Ne’eneg, la palabra-alma eterna enviada por los dioses.
Esta negatividad esta precisada intrínsecamente en el alma animal que crecer y se desarrolla en la vida del ser humano alimentándose de las imperfecciones, guiándonos hacia las conductas propiamente animales. Al llegar la muerte esta porción animal que nos habita, el Asyngua se trasforma en el alma del muerto Angery que vaga por el mundo provocando a su vez enfermedad, locura y muerte. Lo que llamamos muerte en términos Batailleanos no es otra cosa que la conciencia que tenemos de ella y que nos remite directamente a la violencia que representa el cadáver, haciéndonos conscientes, en el desgarramiento, de la angustia provocada por su corrupción y esa conciencia de la muerte se hace patente. Por ese motivo el Chaman elaborará complejos rituales para lograr el apaciguamiento del alma del muerto, se exterioriza el dolor para evitar los rencores del difunto y se lo entierra en una vasija lejos del tekoha, es así como la religión guaraní resguarda a la comunidad del contagio de la violencia del cual es signo el cadáver.
Los huesos esos receptáculos del alma que persisten a la desintegración cadavérica son a su vez el signo guaraní de la descomposición-re-encarnación.
Existen transgresiones de los ritos funerarios que están relacionados con los huesos: Los Mbya guardan los huesos en cestos encerrando al alma con plagarías hasta asegurarse que no reencarne, y en el caso de los Ava katu eté donde los huesos de los chamanes con prestigio son guardados por un tiempo, pero con la esperanza que éstos reencarnen.
Para Bataille la realidad objetiva y la experiencia empírica del ser humano se sustentan en la acción negativa creadora, la muerte no solo queda en la conciencia, como ya dijimos, sino es el principio de la acción del hombre, en otras palabras, la negación se exterioriza por medio del trabajo y la poesía. Para los guaraníes la muerte se origina por la acción de los héroes culturales Kuarahy y Jasy, al intentar dar nuevamente vida a los a los huesos de su madre devorada por los añag, los futuros jaguares. Al contrario del cristianismo la muerte no surge por la culpa de los seres humanos sino es resultado de la divinidad.
El reverso en esta relación es el Ne’eng que está ligado al lenguaje humano y es esa luz en la noche que se presenta en el seno de la naturaleza y que Bataille denomina en términos hegelianos “El Yo personal Puro». El Ne’eng es entonces esa parte del alma humana que se separa y de la naturaleza, es el entendimiento, el lenguaje y el discurso que tiene la fuerza de nombrar los elementos constitutivos del Todo, para el guaraní la palabra no esta disociada del ente. El guaraní niega la naturaleza en sí mismo, niega la animalidad, niega ser “cosa”. El Ñe’eng que es enviado por los dioses y es soñado por los chamanes para incorporarse en los niños al nacer, es el lenguaje que da entendimiento y ES lo que nombra. Para el guaraní el entendimiento no se opone, como plantea Bataille, a la Belleza que produce el sueño, más bien extrae del sueño su actuar y sus dioses narrados en sus cantos.
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