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Desastre me hiciste mi alma o los efectos del Coach de Tik Tok
Sobre la Obra “Ese silencio incómodo” de Hugo Robles. Más es menos
Qué ganas de traer a Fulano o Fulana pensaba, mientras reía viendo la última obra de Hugo Robles, sobre todo cuando fulano puede ser parte de la mesa navideña o cualquier asado, cuando fulano es ese amigo o amiga que como no puede ser feliz tampoco deja ser feliz al otro, cuando ese fulano probablemente sea yo mismo, pasa que Fulano tiene miedo de mirarse a sí mismo, se niega el derecho de la reflexión y del entendimiento del otro que no es más que el deseo de autoconocerse. Es que las obras de Hugo, pasan a ser pedagógicas de nuestra moral y de nuestra mirada del mundo, de eso que llamamos contemporáneo pero siguen siendo los mismos temas de hace cinco siglos atrás.
Hace poco hablaba con una amiga de lo harto que estamos de ver en teatro referencias a la dictadura, o a la sociedad marginada, o a los temas de la elección sexual individual, como imagenes generales, como ese paneo de simbolos sin historias, por ejemplo ver esa famosa pileteada como tortura, ver a una Carmen Soler llena de rejas, ver a la famosa criadita que viene del interior, ver a una persona trans mal hecha por una persona cis y encima medio en tono de burla, la repetida valija de mano para significar viajero o migrante, etc. La obra de Hugo nos educa en ir a lo particular, hay una historia por detrás de la Imagen y del discurso, y lo real es real y no una pantomima de la realidad, la trans es trans, el churro es churro, la señora es señora, y vemos algo que no trata de ser, en un gran porcentaje ya es, y trata de la vida de los actores, por lo menos en algo de sus humanidades, y eso es loable, ese es un gran ejercicio, nunca antes vi en teatro paraguayo un beso tan apasionado entre una señora mayor y un chico de mi edad. Que lindo es el teatro, eso me parecio mas incomodo que cualquier silencio, esa es la incomodidad que solo el teatro puede mostrarnos como arte, ver lo que hasta a los más “mente abiertas” o no “fulanos asadores” puede llegar a picarnos, el derecho humano a la pasión.
Con respecto a la obra, técnicamente hablando, a la dramaturgia y a la actuación le daría un toque mas de horno, salio medio cruda, quizá porque se olvidaron alguna parte de la letra o porque se trancaron con alguna escena, los chicos parecen ser amateurs o estudiantes aún en la escena, sin embargo muy buenos resolviendo algún que otro traspiés, necesitamos actores resolutivos antes que actores talentosos. “Los chicos” obviamente no incluye a las dos Maestras del Arte Escénico Nacional: Margarita Irún y Natalia Cálcena, a quienes admiro desde el día que las vi por primera vez en las tablas, que gusto verlas en el mismo lugar, que fuerza y sin mucho esfuerzo, sin mucha pose, en la sencillez que concede una opulencia generosa en lo que concierne a las cuestiones de la interpretación, o sea las cuestiones del alma.
Es necesario verla, vernos, sincerarnos, empezar a entender que la empatía es una postura soberbia y que no tiene nada de buena cuando colocarme en cualquier zapato me da autoridad de algo en la vida, primero que nada no puedo colocarme en el lugar de nadie, segundo tengo otra configuración diferente del otro. Lo que puedo es conectar desde la comprensión de la simpatía, eso que nos pasa cuando entendemos un chiste, es porque el que lo contó tiene la habilidad de conocerme no por lo que me pasa, sino por lo que le pasa a si mismo y a mi también. Lo mismo pasa en el teatro, si hacemos “escenas mimadas de la realidad” estamos en problemas gigantes, si empezamos a tomar las cosas como son y sin caer en la desgracia de huir por la burla, es que tenemos que invitar a todos esos fulanos que se reprimen y nos reprimen en los asados a ver esta obra.