La plutocracia electoral es el trasfondo de la farándula política

Por José Carlos Rodríguez

Los males de la política no son solo nuestros, son de todos.  Están impulsando decadencia moral y ponen en peligro de  hecatombe a USA. Al retorno de  la pobreza en Brasil y Argentina. Al divorcio de Inglaterra y Europa. A la secesión en España e Italia. Al neo nazismo de los europeos ex comunistas.

Pero esos mismos males, entre nosotros y aclimatados, nos competen, nos acongojan. Son el malestar de nuestro tiempo.  Vaciamiento de la política, derechización, falta de propuestas, mercantilización, plutocracia, descrédito de la polis y la política. Insoportable levedad del ser contemporáneo que  conforma una democracia sin ciudadanía y una ciudadanía sin goce de derechos, ya no más dictadura, todavía no democracia.  Del plomo y el palo, al oro y la comedia.

El neo-liberalismo comanda. Es el gobierno del 1% para el 1% y por el 1%. Con varios mercaderes.  El viejo populismo colonial partidista -post estroessnista-, y la idolatría liberal de mercados y empresarios, que nos trajo esta democracia incompleta. Mario Abdo oficialmente no plantea la primera propuesta,  ni ninguna. Pero  se nutre con las  hurras estronistas de  su gente. Peña que no habla de la segunda, pero ejerce una  plutocracia directa. Es nuevo  gerente del viejo patrón.  Alegre,  el liberal, en la vereda de enfrente, no cree tampoco que pueda ganar votos ocupándose de los problemas de la gente.

Nadie toca al modelo paraíso fiscal, el país de los millonarios en el océano de mendigos.

¡Todo el poder para el latifundio y a la banca! Viva el capital extractivo y rentista. Los cazadores y  recolectores del capital globalizado, plata fácil destruyendo la tierra y desterrando a los campesinos, crecimiento propio sin beneficio para los demás.   Nadie toca la fiscalidad regresiva: un Estado  Robin Hood cabeza para abajo: saca a los pobres para dar a los ricos, el viejo clientelismo–prebendario, reverdece en la compra-venta de candidaturas y de electores. Nadie se acuerda de la salud preventiva que se inició un día, en el oasis acontecido en medio del desierto colorado,  rápidamente derrotado. Nadie decide a hacer de una buena vez educación de calidad. El magisterio es operador político del candidato oficial de partido oficialista.  Nadie se acuerda ya de la reforma agraria: ¿Importa que 7 mil latifundios tengan casi toda la superficie de la nación, dejando sin trabajo al 40% del Paraguay?

Como la realidad no ocupa la escena púbica –esa realidad del  infortunio que ama al Paraguay, según Roa Bastos- hay que crear un carnaval electoral, en el cual, la farándula pide y gana destaque, como en las  comparsas cariocas, sin tetas no hay paraíso.

La representación fallece. La política es un malabarismo de ilusiones. La magia de quimeras pequeñas, como cargos para los operadores y 100 mil para los seguidores, sea en los actos como  en los votos. Las campanas doblan por la muerte de la representación política. Por ese acuerdo entre el elector o mandante y el electo,  para que el último, o mandatario,  administre los  intereses públicos,  en público, para el público y por el público: incluso los  sueños, los anhelos, los  proyectos, los ideales o la  estética de la gente.

Se retiran de la esfera pública el interés general, la deliberación, la confrontación de los intereses, la articulación de los proyectos, la autodeterminación individual y colectiva. Todo ello se disuelve en el aire. Queda el escenario, la tarima, el micrófono y la audiencia. Se llama  a los animadores, al glamour de las celebridades o, simplemente, al reparto de los caramelos. A la piñata electoral.

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