Elecciones presidenciales: Lo que está en juego en Argentina

Por Mariano Saravia*

Habrá segunda vuelta electoral en la Argentina, el próximo domingo 19 de noviembre, y en ella se definirá mucho más que un rumbo político. Sin exagerar, podemos sostener que lo que está en juego es el sistema democrático, al menos como lo conocemos. Porque se enfrentarán Sergio Massa, el candidato del peronismo, y Javier Milei, autodefinido como anarco-capitalista, aunque con tintes claramente neofascistas.

Las encuestadoras volvieron a equivocarse porque previeron una continuidad de la tendencia marcada por las primarias de hace dos meses, cuando Milei sorprendió con un primer puesto y un 30 por ciento de los votos, en un escenario prácticamente empatado en tres tercios. Pero en la primera vuelta de este domingo 22 de octubre, volvió a haber sorpresa. Massa pasó del tercer lugar al primero, subiendo 10 puntos porcentuales y llegando casi al 37 por ciento. Milei se estancó en el 30 por ciento, y Patricia Bullrich, la candidata de la derecha macrista, se desmoronó hasta llegar a menos del 24 por ciento. También participaron el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, un peronista disidente que llegó al 7 por ciento y la candidata de la izquierda trotskista, Myriam Bregman, con poco menos del 3 por ciento.

En Argentina, para ganar en primera vuelta, hay que superar el 45 por ciento de los votos válidos, o bien superar el 40 por ciento y sacarle 10 puntos al segundo. Al no llegarse a ese nivel, habrá una segunda vuelta el 19 de noviembre.

En sus discursos del domingo a la noche, ya se vio claramente la estrategia de ambos candidatos en esta nueva campaña electoral que se inicia y que durará un mes. Es otro escenario y habrá que ver cuánto cambian las estrategias.

Massa potenció su imagen de estadista y de hombre de gestión, pero también de diálogo y de consensos. Es un pragmático dentro de ese espacio ideológicamente tan amplio como es el peronismo, tiene buenas relaciones con Estados Unidos y con el establishment empresarial, se podría catalogar como un social-liberal, siguiendo la categorización que usó para sí mismo Lula da Silva. Como actual ministro de Economía, ha demostrado una tendencia hacia un capitalismo productivo, que tiene en cuenta el mercado interno y el consumo de la población, aunque arrastra el gran problema de la inflación, que este año superará con creces el 100 por ciento. En las últimas semanas tomó algunas medidas que se le venían reclamando al gobierno de Alberto Fernández, como la supresión de impuestos a los alimentos básicos y también del impuesto a los salarios. Medidas que dieron cierto alivio a los bolsillos de la clase trabajadora. En términos de exposición pública, prácticamente actúa como un presidente en ejercicio, ante la “desaparición” del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Se supone que esta imagen de gestor se va a potenciar en este mes, esperando al mismo tiempo que no haya una nueva corrida bancaria ni otro de los frecuentes ataques especulativos que hace devaluar la moneda nacional frente al dólar.

Al mismo tiempo, Massa abrió las puertas a todas las fuerzas democráticas para lo que anunció como un “gobierno de unidad nacional”, tendiendo puentes a sus derrotados del domingo, cuyos votos va a necesitar. A la izquierda trotskista, cuya candidata ya dio una señal al decir ayer lunes que “no son lo mismo Massa que Milei”. Pero también a los votantes de Schiaretti y hasta a los del espacio conducido por el ex presidente neoliberal Mauricio Macri. Es que, dentro de ese espacio, está la derecha más rancia, pero también está la Unión Cívica Radical, un partido centenario que en los últimos tiempos ha olvidado su esencia socialdemócrata, pero cuyos militantes no se ven votando por Milei. En definitiva, Massa parte con ventaja, pero no puede permitirse ningún error.

Del otro lado, Milei también habló el domingo a la noche, rescató el hecho histórico de que con un partido que tiene dos años de vida, hoy esté disputando el poder con el peronismo. Él dice kirchnerismo, porque ha elegido a esa rama del peronismo como objetivo particular a demonizar, dentro de un objetivo mayor que él llama “casta política” y que es ni más ni menos la política, el sistema y el Estado. Sin embargo, moderó en algo su discurso para intentar un acercamiento con la fuerza de Macri, buscando allí los votos que lo hagan presidente.

La política argentina no deja de sorprender. Por un lado, es sorprendente que el ministro de Economía de un país con más del 100 por ciento de inflación, haya sacado el 37 por ciento de los votos y tenga posibilidades. Eso se explica si se entiende un fenómeno político tan particular como es el peronismo, pero también se explica por el terror que despierta lo que hay enfrente. Justamente, también sorprende que un personaje tan disruptivo como Javier Milei mantenga un 30 por ciento de los votos y todavía amenace con asaltar el gobierno por las urnas.

No es que la derecha cultural y política o el neoliberalismo económico sean nuevos. La Argentina ha sido gobernada la mayor parte de su vida independiente por sus clases dominantes, especuladoras, terratenientes y explotadoras del pueblo trabajador. Recién en 2015 se dio una novedad: que esas clases dominantes llegaran al gobierno por primera vez por las urnas, con el triunfo de Macri. Antes siempre había sido por fraude o por golpes militares. Sin embargo, este fenómeno político que representa Milei es otra cosa. Tiene más que ver con el avance de la extrema derecha a nivel mundial, aunque con sus características propias.

En materia económica lleva el neoliberalismo a un punto extremo, poniendo al libre mercado en un sitial cuasi religioso en el que nada ni nadie puede limitarlo. Destruir todas las regulaciones y normas que facilitan la vida en una sociedad civilizada, desde los temas meramente económicos hasta los más culturales o sociales. Terminar con los convenios colectivos de trabajo, las negociaciones sindicales, el aguinaldo (sueldo extra a fin de año), las vacaciones pagas o las indemnizaciones por despidos.

Pero también ha dicho que, si un padre tuviera que vender un riñón para alimentar a su familia, sería lícito, porque “la libertad” no puede tener límites. Que, para combatir el aborto, ante un embarazo no deseado, lo que puede ayudar es un mercado de compra y venta de niños. Que los padres tienen “la libertad” de alimentar o no alimentar a sus hijos y hasta de renunciar a la paternidad. Que en el sistema impositivo el Estado nacional se parece a un pedófilo dentro de un jardín de infantes, que el sistema de reparto de impuestos entre la nación y las provincias es como una violación, y otros ejemplos por el estilo, aberrantes, absurdos y preocupantes.

En educación quiere terminar con un sistema que, a pesar de los gobiernos de derecha, es un ejemplo internacional: la educación pública, gratuita y de calidad, desde la primaria hasta la universidad. Quiere suplantarlo por un sistema de vouchers copiado del sistema estadounidense, elitista y restrictivo. Lo mismo para la salud, terminar con los hospitales públicos y privatizar todo. Ni hablemos de las empresas de hidrocarburos (YPF) de aviación (Aerolíneas Argentinas) o las riquezas naturales como el gas o el litio. Todo privatizado. Hasta las ballenas. Y no es un chiste, proponen privatizar el mar y con él, las ballenas y todos los seres vivos.

En política exterior, Milei cruza una línea roja que no cruzó nadie, ningún gobierno por más de derecha que sea, ni las dictaduras militares: entregar las islas Malvinas. Dice que su referente en política internacional es Margareth Tathcher, la criminal de guerra que durante el conflicto armado de 1982 ordenó el bombardeo del Crucero General Belgrano, que estaba fuera del área de guerra, y con ese ataque ilegal asesinó a 323 argentinos. Y dice que hay que negociar no sólo con el Reino Unido sino también con los habitantes de las islas, lo cual rompe con la tradición diplomática de la Argentina. Nuestro país siempre sostuvo que en este caso no corre el derecho de autodeterminación de los pueblos (que sí invoca Londres) por el simple hecho de que ese no es un pueblo autóctono, sino trasplantado. Cuando en 1833, los ingleses invadieron las Malvinas, expulsaron a los argentinos que había allí y a su gobierno, y trajeron británicos. Por eso Argentina sostiene que es un tema bilateral, que tienen que resolver sólo los dos gobiernos.

Siguiendo con su eventual política exterior si llegara a la presidencia, una de sus prioridades es romper relaciones con Cuba, Nicaragua y Venezuela. Pero también con Brasil y hasta con El Vaticano, como anunciaron en su cierre de campaña. Según palabras textuales de Milei, el Papa Francisco “es un jesuita que promueve el comunismo… Un impresentable y un imbécil que sigue con eso de la justicia social… Es el representante del maligno en la Tierra”.

Lo ha dicho muchas veces, para él “la justicia social es un robo porque todo cuesta y hay que pagarlo”. Lo extraño es que franjas vulnerables de la sociedad argentina lo voten. Pero el domingo pareciera que empezó a verse su techo. Durante este mes y sobre todo en la segunda vuelta se confirmará o no.

Por todo esto, lo que está en juego en la Argentina es mucho más que un rumbo político, es un sistema social, un sistema civilizatorio. Si este experimento social llegara a imponerse, las consecuencias serían impredecibles, tanto al interior del país como a nivel internacional.

*Magister en Relaciones Internacionales, escritor, periodista

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