
26 Oct El síndrome de Stephen Candie del ex diputado Carlos Soler
– ¿¿Ha visto amo?? Ese negro tiene un caballo!!
– Y…¿tu quieres un caballo Stephen?
– ¿Para qué coño quiero yo un caballo?
-Yo lo que quiero es que él no lo tenga!!
El diálogo corresponde a una escena de la película “Django sin cadenas” de Quentin Tarantino, estrenada en el 2012. Ambientada en una plantación algodonera de Mississippi de 1858, trata sobre la esclavitud. En la película, Stephen es el mayordomo negro del amo blanco Calvin J. Candie. El mayordomo negro no sólo odia a la gente de su mismo color, sino que se cree blanco, rubio y de ojos azules. Stephen no tiene apellido, como no lo tenían los esclavos, pero está convencido de que es parte de la familia Candie.
En la escena de la película, Stephen se enfurece al ver llegar a un hombre negro montado a caballo, pues en esos tiempos los esclavos no podían montarlo. Y se enfurece más que sus propios amos blancos. Este es el síndrome de Stephen Candie. El síndrome de los empleados u obreros que defienden los derechos del empleador más que el propio empleador. O el del chupamedias que ensalza a los políticos que los mantienen en situación de exclusión.
Es el síndrome de Stephen Candie de que padece el ex diputado del partido Patria Querida, Carlos Soler. Soler es de origen humilde que hizo sus estudios primarios en la escuela San Francisco de Fernando de la Mora, y sus estudios secundarios en el humilde colegio Juan R. Dalquist del también humilde barrio Ricardo Brugada, más conocido como la Chacarita. No tenía los recursos para ir a un colegio mejor. Luego de terminados sus ciclos secundarios, ante la escasez de recursos para continuar sus estudios universitarios, decidió irse a Buenos Aires a buscar mejores horizontes como lo hacían miles de compatriotas. Allí consiguió trabajo en un taller de confección, y gracias al interés y dedicación que demostraba en el trabajo, su patrón lo habría premiado enviándolo a una escuela técnica nocturna en la que iba luego de salir del trabajo y de donde salió con el título de técnico en producción industrial de confecciones.
De regreso al país, no se dedicó al ramo de su oficio de corte y confección, prefiriendo trabajar de changador en el oficio de vendedor de autos de segunda mano. La suerte le acompañó y conoció al empresario devenido a político, Pedro Fadul, de quien se hizo su estrecho colaborador y secretario. Guapo, pícaro y servidor como él sólo, enseguida se ganó la simpatía de Fadul y éste lo puso como candidato a diputado por Capital en las elecciones, logrando ser electo por dos períodos consecutivos, desde el 2003 al 2013.
Carlos Soler le tomó el gusto a andar entre gente pudiente, al codearse con la claque empresarial que manejaba el partido Patria Querida, al mismo tiempo que se convertía en el principal defensor de las grandes deforestaciones por parte de los sojeros y ganaderos, así como de los latifundios improductivos en manos de una minoría de propietarios. Desde la Cámara de Diputados hacía furibundos ataques a las organizaciones de derechos humanos, medio ambientales y campesinas que reclamaban el respeto a los derechos humanos, la desconcentración de la tierra, la reforma agraria y el respeto a las leyes ambientales. Cierta prensa lo utilizaba cuando quería atacar y desprestigiar a algún dirigente progresista o social, “denunciando la corrupción”.
Pese a su origen humilde, odiaba a los de su clase, como Stephen Candie odiaba a su propia gente afroamericana. E igual que Stephen no quería que los esclavos de su clase tuvieran caballos, Soler no quería que los pobres salieran de su exclusión, congraciándose con el sector empresarial más corrupto y atrasado. Igual que Stephen se creyó parte de la familia Candie y estaba convencido de que era rubio de ojos azules como su amo, Soler creyó también que era parte de la claque empresarial corrupta a la que defendía, y estaba convencido de que al igual que aquella, tenía fortuna y empresas. Aún, cuando ya estaba en la calle y sin empleo, creía pertenecer a los sectores pudientes, llevando un nivel de vida que ya no podía costear.
Pero tuvo la suerte de que su antiguo colega Justo Cárdenas fuera nombrado presidente del INDERT, y con su habilidad de siempre consiguió un empleo en dicha entidad, la institución más pobre de todas, la que Soler quería que desapareciera para que ya no haya ni siquiera un organismo de reforma agraria. Los terratenientes más reaccionarios y los sojeros más violentos, babeaban cuando lo veían hablar. Las vueltas de la vida hicieron que fuera a caer paradójicamente en una entidad que defendía a los campesinos pobres a quiénes él odiaba y combatía. ¿Incoherencia? No, los términos coherencia o incoherencia no existen en su conciencia moral. Su conducta se orienta más bien por la pragmática y viva expresión criolla “Casó potí ha tová atá rehe opaipi jaiké”, que significa que basta tener la ropa limpia y la caradurez para entrar a cualquier lado. La había aprendido en la dura vida de la calle, gambeteando a la pobreza, como dice el tango.
Precisamente, esa viveza criolla le llevó a que, siendo diputado, lograra colocar en la administración pública a su esposa Martha Dejesús Mendoza y a su hija Celeste María Soler, motivos por los cuales el tribunal de conducta de su partido Patria Querida lo condenó a la suspensión de su afiliación por nepotismo. Pero, al fin de cuentas, el enojo pasa y el provecho queda en casa.
Ya en el INDERT, Carlos Soler consiguió que lo nombraran Gerente de Créditos, pese a que solo tenía una tecnicatura en confección industrial. Como sus gastos superaban a sus ingresos, su salario de jornalero, que correspondía a un técnico no universitario como él, le resultaba insuficiente, cobrando un salario que correspondía a uno que tenía grado académico universitario. En la argentina donde cursó sus estudios de técnico en producción industrial de confecciones, la institución que expide dicho título es una entidad no universitaria.
Por su cargo en el INDERT en los primeros años de su gestión, estaba percibiendo los salarios que correspondían a la categoría B1B, con cargo de director general, con un salario de 5.500.000 guaraníes más 800.000 guaraníes por grado académico, según documentos del INDERT publicados en su página Web. La bonificación por grado académico según la ley, correspondía a quienes habían obtenido un título de grado, post grado o especialización de nivel terciario. El título de Soler no reunía estos requisitos.
Pero aún, cuando cobraba un salario más alto que no se correspondía con su grado académico, no le era suficiente para cubrir sus gastos, a los que se había acostumbrado en los 10 años que estuvo en el parlamento, rodeándose de sectores con poder económico y creyéndose él mismo una persona adinerada.
Fue cuando la fiscalía declaró que obtuvo una prueba de que estaba pidiendo a Albino Méndez 25 mil dólares de coima para revocar una resolución, más 100 mil dólares para otorgarle el título de propiedad. El 8 de julio del 2022, Carlos soler fue condenado por un tribunal de sentencia a la pena carcelaria de cuatro años por la comisión de los delitos de cohecho pasivo agravado, extorsión y tráfico de influencia.
De su inexpresivo como abúlico rostro resaltan su abultado cachete de Topo Gigio, sus ojos adormilados del gato Garfield y su estrecha frente, que le dan una apariencia de lento, ganso, torpe. Ciertamente su apariencia confirma su personalidad y su característica mental. Sin embargo, ha desarrollado una doble moral y personalidad: “denunciaba la corrupción” para congraciarse y obtener publicidad, pero su conducta estaba infestada de deshonestidad y pusilanimidad, a la par que se odiaba a sí mismo, por haber nacido y criado en la pobreza, odiando también a la gente de su clase.
Cuentan quienes lo vieron luego de escuchar la lectura de su sentencia condenatoria, que decía incoherencias sobre su estado patrimonial. Sin embargo, quienes lo conocen, dicen que ya no tiene dinero ni para pagar un abogado en la cámara de apelaciones. El síndrome de Candie no ha dejado a Soler. Es una enfermedad persistente y fuerte que no deja fácilmente a quien la padece. Ya veremos cuando esté preso. Ojalá que la dura cárcel le vuelva a la realidad y se libere de su enfermedad y, al final del cumplimiento de su condena, al salir, haya logrado que Tacumbú lo reeduque, que por cierto es uno de los principales fines de la pena carcelaria.
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