Atreverse a discutir con seriedad la soberanía

Por Julio Benegas Vidallet

Defensas costeras, trenes eléctricos, viviendas para trabajadores, jubilación universal, tierra para producción agrícola familiar, universidad gratuita y de calidad, procesamiento agroecológico de materia prima. Un mundo gigante de novedades en derechos y calidad de vida es de lo que nos privamos con gobiernos vendepatrias y personas que solo miran el ombligo de su familia, sus estancias, sus cuatro por cuatro, sus BMW y sus departamentos en Punta del Este y Miami, o la beca en EE.UU. o Inglaterra de sus hijos. Solo con un gobierno soberano y patriota (patria es humanidad, he’i Marti) en Itaipú y Yacyreta se pueden conseguir los fondos para ese nuevo universo, necesario, imprescindible. Hay que imaginarse y hay que atreverse a derrotar a esta oligarquía ruin, porotera, latifundista y adyecta al capital brasilero y yanqui.

Atreverse, atreverse.

Para atreverse es bueno también entender cómo revertir el cuadro histórico de entrega de lo que llamamos soberanía. Entender en qué contexto, durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), se regalaron cuatro millones de hectáreas de tierra para facendeiros brasileños, en el marco de la revolución verde, y cómo a esta entrega se sumaron la desaparición de los saltos del Guairá y la expulsión de comunidades indígenas para la instalación de la represa de Itaipu, y cómo, en el marco de las entregas, se ató el uso de esta energía sobre la base de lo que necesitaba la industria paulista. Si solo se le vendiera a Brasil a precio casi de mercado la energía que Paraguay no usa (solo utiliza lo que generan dos turbinas), el dinero que Paraguay podría recibir araña los 1.500 millones de dólares. Pero si a esto sumáramos el uso trasparente por presupuesto público de los fondos propios de Itaipu podríamos estar hablando de otros 500 millones de dólares anuales.

En el 2023 se cumplirán 50 años de la firma del tratado y también se cumplirán los 10 años del primer pago establecido con los bancos de Nueva York, de 1.000 millones de dólares. Parece una casualidad, pero no lo es. Con el tratado de Itaipú nos condenaron a que Paraguay ceda a precio irrisorio al Brasil la energía y con la deuda “soberana” de los últimos seis años, de alrededor de 4 mil millones de dólares, a pagar durante 10 años, 20 y 30, solo intereses de la deuda. Ahora mismo, en este mismo momento, desde el gobierno de Mario Abdo Benítez se contratan nuevas deudas, de las que buena parte ya se usa únicamente para el pago de los intereses.

Entre las últimas entregas de la soberanía debe ubicarse necesariamente la aprobación de las veinte variedades de semillas transgénicas, base ahora de la relatifundización del país y de la devastación del territorio boscoso. Además de la deforestación, debe entenderse, de una buena vez, que los granos transgénicos solo tributan riquezas para la empresa dueña de la semillas y del veneno: Monsanto, que solo tributa riquezas, en menor medida, a las agroveterinarias, a las empresas comercializadoras, todas de capital trasnacional, y a la infantería de colonos brasileros, usuarios de esas tierras que fueron regaladas durante la dictadura y de otras con las que se han ido haciendo un enclave de corte subimperial en el nordeste del país.

Atreverse es también atreverse con seriedad a discutir todas las entregas de la soberanía.

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